La Jornada Semanal, 6 de enero del 2002                          núm. 357
Agustín Escobar Ledesma
extranjeros en su tierra

Los teenek de Querétaro

Entre "hormigas y grandes gotas de agua que llovieron toda la santa noche", nuestro antropólogo de cabecera, Agustín Escobar, anduvo por la Sierra Gorda queretana para encontrarse con los teenek de La Cercada. Agustín nos habla de los ecologistas que andan por esos rumbos que son, de acuerdo con la Unesco, Patrimonio de la Humanidad. En sus fiestas se canta el huapango de la seudohuasteca queretana en náhuatl, teenek y español, y se come el descomunal zacahuil que combina el cerdo y el pollo con el maíz y se cocina sabiamente envuelto en hojas de papatla. Ahí, en medio de un bosque vulnerado por los taladores y el ruido de las avionetas narcas, sobreviven los teenek cosechando su maicito, defendiéndose de los "protectores" y cantando sus huapangos valientes y picarones.

Valle Verde, Jalpan de Serra, Qro. El martes tres de julio llovieron hormigas y grandes gotas de agua toda la santa noche. Agua e insectos danzaron en oleadas intermitentes que avanzaban y retrocedían sobre los techos de lámina de zinc de las casas sin dejar dormir a perros y cristianos. Al amanecer, todavía con los faroles de la luz iluminando la nublada mañana, las miles de grandes hormigas aladas se retorcían torpemente en el suelo y sobre los toldos de los automóviles, con las alas empapadas. Por más que movían su ceñido cuerpo de un lado a otro, sus ocho patas no lograban encontrar el equilibrio; el agua las inmovilizaba sólo para ser presa fácil de los hambrientos pájaros, ya que en la dieta de los criollos de Valle Verde no figuran.

What�s the matter, carnal?

La población debe su nombre a la belleza del sitio y al ex gobernador Rafael Camacho Guzmán quien, en 1982, al inicio de su mandato arribó a lomo de mula a este lugar. Aunque el mandarín se distinguió por su peculiar lenguaje de carretonero, curiosamente no le gustó La Parada, el antiguo nombre, y lo cambió por el de Valle Verde, sitio cuya entrada está en Zoyapilca, sobre la carretera a la barroca misión de Tancoyol. Son treinta y tres kilómetros de terracería para arribar a esta comunidad de unas seiscientas personas que año tras año se va reduciendo por el fuerte movimiento migratorio a Estados Unidos debido a las políticas gubernamentales de aniquilación del agro y que han propiciado nulas expectativas de vida en la llamada Huasteca queretana. Aquí, a pesar de que los lugareños presumen de la calidad y del buen sabor del café, mencionando que quien lo prueba aquí se queda a vivir, la realidad es que cada vez son más los muchachos y muchachas que se van. No hay familia que no tenga parentela en el norte. Llega a tal grado la emigración que los que regresan a su pueblo, ya sea de visita o de manera definitiva, traen a sus hijos nacidos del otro lado de la línea fronteriza, razón por la cual, quién lo dijera, el inglés se ha convertido en su segunda lengua, para orgullo de los adultos. En cambio, históricamente ha sido una afrenta que los teenek (huastequitos, diminutivo con el que aquí se discrimina a la población india), se atrevan a hablar en voz alta su idioma, calificado peyorativamente de dialecto.

En la fonda El Jardín, de Ernestina Chávez, un niño no pierde detalle de las caricaturas de un televisor; una muchacha con la vista clavada en el piso va de un lado a otro en labores propias de su sexo mientras la dueña calienta tortillas en un horno de microondas y muele salsa en una licuadora. La señora Ernestina, con todos sus hijos en Estados Unidos, para mantenerse ocupada, se dedica a cocinar para la escasa clientela local. Informa que cuando sus hijos vienen a visitarla, una vez al año, ya no se acostumbran a la comida que ella prepara porque les hace daño y, para no aburrirse, todo el tiempo se la pasan en las "caguamas", emborrachándose. Los turistas en su tierra ya no comen la flor morada que la gente recolecta en la temporada de Cuaresma, para freírla en manteca con cebolla, ajo, sal, cominos y clavos. Tampoco se habitúan a los tamales de Todos Santos que se preparan con mole de chile verde, tomatillo, ajo, cominos, cilantro y frijoles de la olla, a cuyas hojas de mazorca de maíz les coloca una capa, no muy gruesa, no muy delgada, de masa, y que en medio les pone un pequeño puño de frijoles. La migración va modificando paulatinamente diversos factores culturales; es como si la línea fronteriza ya estuviera dentro de nuestro país.

La Cercada

De Valle Verde a La Cercada hay tres kilómetros de distancia, a pie, que se recorren en dos horas por entre el bosque de pinos, encinos y enebros. Hay que trepar una montaña, bajarla y luego subir otra y bajarla. El calor semitropical empapa la ropa de sudor que se adhiere a la piel; a pesar de la pureza del aire, éste falta en la agitada respiración y el corazón late como burro sin mecate. Justo en ese pedregoso, resbaloso y lodoso recorrido uno lamenta ser un irredento sedentario vicioso; sin embargo, una vez empezado el camino ya no hay retorno posible. La vereda a la comunidad teenek está señalada, cada cierta distancia, por desechos plásticos propios de la sociedad de consumo: botellas, envolturas y otras basuras similares y conexas. Aquí existe la plena garantía de que a esos productos no se los comerán los pájaros y uno podrá encontrar el camino de regreso sin perderse en el bosque.

Al arribar a La Cercada, con la lengua de corbata, lo primero que se ven son unas cuantas chozas construidas con tablas, piso de tierra y techadas con palmilla, situadas en una verde ladera rodeada de altas paredes rocosas en las que los cantos de los gallos rebotan ampliados por el eco. La miseria de los habitantes de la pequeña comunidad duele tanto que es difícil imaginar que sean descendientes de la antigua y vigorosa cultura mesoamericana huasteca (así la nombraban los mexicas y por extensión los españoles, pero ellos se llamaban y se llaman a sí mismos teenek). En los rasgos faciales de los niños se asoma la famosa escultura conocida como el "adolescente huasteco", una de las creaciones más depuradas del arte de esta región también denominada, antes de la Conquista, Tonacatlapan o "lugar de bastimentos" por su riqueza en alimentos y cuyos pobladores actuales sufren de grave desnutrición ya que, al arribo de los invasores europeos, fueron obligados a remontarse a las montañas mientras que soldados y frailes se quedaban con los fértiles valles que convirtieron en grandes zonas de cultivo y ganadería. Durante la Conquista, cerca de cuarenta mil huastecos fueron atrapados por los gobernadores Nuño de Guzmán y Luis de Carvajal para ser llevados a Cuba en calidad de esclavos, a cambio del ganado vacuno que hasta nuestros días es uno de los negocios más productivos de los caciques mestizos.

En la actualidad la población teenek está presente principalmente en los estados de San Luis Potosí, Tamaulipas, Veracruz, Hidalgo y Puebla. En Querétaro, las trece familias de La Cercada son oriundas de El Zopope, municipio de Aquismón, San Luis Potosí, con doce años viviendo de manera irregular en terreno federal. Al respecto, los investigadores Agustín Ávila, Brigitte Barthas y Alma Cervantes, en el texto Huastecos de San Luis Potosí, mencionan que en el siglo xix "la posesión comunal, base de su organización social y respetada por los títulos coloniales, fue atacada por los gobiernos liberales y porfirista, con las leyes de desamortización, o de titulación individual de las tierras indivisas [...] las leyes que suprimían la propiedad comunal declaraban terrenos de propiedad nacional a las superficies que no tenían títulos oficialmente reconocidos, como fue el caso de muchas comunidades indígenas. Así sus miembros no tenían más remedio que comprar sus propias tierras, exponiéndose a una serie de abusos o fraudes de parte de los mestizos o de las compañías deslindadoras". (Etnografía contemporánea de los pueblos indígenas de México, Región oriental, ini-Sedesol, México, 1995).

Desde 1932, los terrenos de La Cercada han sido solicitados por diversos grupos; la actual asociación, conformada en 1971, es de cuarenta y dos peticionarios, entre ellos las trece familias teneek (a quienes los mestizos les han exigido carta de buena conducta expedida por la autoridad municipal en sus lugares de origen para aceptarlos en el grupo). Son 2,020 hectáreas de terreno forestal también apto para el cultivo y la ganadería que la agrupación, afiliada a la Confederación Nacional Campesina, pretende.

En la lucha por la tierra, Macario Maldonado, mestizo oriundo de Valle Verde, hace algunos años estuvo encarcelado porque se opuso a que el terrateniente de la ciudad de Querétaro, Carlos Ortega, ampliara los límites de su propiedad invadiendo parte de las 2,020 hectáreas en disputa. Ortega, ante la resistencia, ni tardo ni perezoso fue por la justicia para llevarse preso a Macario Maldonado manteniéndolo encerrado ocho meses, lapso en el que su mujer lo abandonó y se fue con otro porque creyó que ya nunca lo iban a soltar. Ahora, desde que Macario obtuvo su libertad, vive con una mujer teenek a quien no le permite hablar en su propio idioma.

Nosotros los teenek, ustedes los ecologistas

A pesar de la belleza del paisaje, el alegre gorjeo de los pájaros, la población india de La Cercada vive en una condición de pobreza que contrasta notoriamente con la riqueza que históricamente han obtenido pequeños grupos de caciques, gobernantes y ganaderos por la intensiva explotación de mano de obra barata, empleada en el corte de caña y café, así como en la explotación de la ganadería y de maderas preciosas. Por si no bastara, en la última década, so pretexto del combate a la contaminación, la deforestación y la preservación de flora y fauna en peligro de extinción, diversos grupos ecologistas y ambientalistas han encontrado una verdadera mina de oro en esta montañosa región. Son tres ong, pertenecientes a un mismo grupo de interés, que han hecho de la ecología su modus vivendi y que han operado en la zona bajo el amparo y financiamiento de los gobiernos estatal y federal. En meses pasados, el Grupo Ecológico Sierra Gorda recibió 6.7 millones de dólares (de un total de veintiocho que le serán asignados en el transcurso de los próximos siete años) al ser nombrada la Reserva de la Biosfera de la Sierra Gorda, Patrimonio de la Humanidad, acontecimiento certificado por Víctor Lichtinger, secretario de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Entre otros objetivos, los ambientalistas trabajan para que "las comunidades que viven dentro y alrededor, participen en el desarrollo sustentable de esos lugares, lo que permitirá detonar un desarrollo mucho más protector de la naturaleza y lograr al mismo tiempo subir el nivel de vida de la gente, acabar con la pobreza y proteger los recursos naturales". (Noticias, 9/VI/2001).

La realidad de los teenek de La Cercada es otra. En la comunidad sólo existe un letrero que prohibe tirar basura, clavado por los ambientalistas en el exterior de la pequeña iglesia de piso de tierra, construida con tablas y techada con palmilla, al igual que las otras chozas, con la diferencia de que, como no tiene fogón en su interior, luce descubierta ya que el humo de las casas sirve para mantener unido e impermeabilizado el techo. Los lugareños dudan que con el millonario proyecto asignado a los ecologistas, financiado por el Fondo Mundial del Medio Ambiente de la Organización de las Naciones Unidas, mejore su calidad de vida.

En la salud y en la enfermedad

A pesar de que La Cercada tiene pocos habitantes, siempre hay alguien enfermo; incluso, menciona Apolonia Castillo, "hay ocasiones que todos los niños están malos del estómago, orita corremos con suerte porque nada más Héctor, ese muchacho de dieciséis que se ve como maicito marchito, desde hace un mes tiene dolor en la rabadilla, en los huesos y en la cabeza; no come, no le da hambre. El médico de Valle Verde le dio un frasco de vitaminas pero ni así se compone. Nosotros no le tenemos fe a las pastillas, cuando la gente se enferma mejor la curamos con yerbas". Héctor trabaja en el jornal desde que cumplió diez años. Al igual que todos los niños teenek, se levanta antes del amanecer para trabajar en el campo por unos cuantos pesos sembrando o cosechando, según la estación del año. Jovita Enríquez, de trece años, pastorea borregas, lava ropa, muele nixtamal, cocina y lava trastes desde los ocho años en esta comunidad que cuenta con tres manantiales de los que bajan negras y delgadas mangueras que conducen el agua para el uso doméstico. Aquí no tienen electricidad, centro de salud ni drenaje, entre otros servicios. Aunque existe una escuela primaria, allí es el principal sitio en el que se destruye su lengua y su cultura ya que los profesores también les prohiben expresarse en teenek.

La señora Francisca Martínez menciona que las mujeres de la comunidad sólo usan el petob o tocado (arreglo del cabello trenzado en círculo alrededor de la cabeza con estambre de llamativos colores) en los días festivos. Ella, al igual que los demás teenek de La Cercada, está encantada de vivir en este sitio en declive ya que el maicito se da muy bien: "Cuando llegamos a este lugar no había pájaros, ellos y sus cantos llegaron con nosotros." La vida de los teenek, al igual que la de todos los pueblos autóctonos, está totalmente vinculada a la naturaleza. Los lugareños todavía conservan una serie de conocimientos que les permitan "leer", por ejemplo, en los hábitos de hormigas, serpientes, lagartijas y otros bichos cuándo lloverá, o en qué momento helará. Además conservan el conocimiento y el uso de diversas yerbas curativas, venenosas y alimenticias, con las que pueden diagnosticar una enfermedad así como ver el futuro o conocer el pasado.

Subsistencia

El huapango identifica a la región huasteca (baile cuyo ritmo y evoluciones tal vez tengan que ver con la forma en que los lugareños bajan por los accidentadas montañas, ya que se requiere mucha habilidad para sortear los obstáculos del camino) y es cantado en náhuatl, teenek y español, idiomas de los habitantes de los diversos estados que conforman la huasteca. Otra de las manifestaciones culturales es el zacahuil, tamal de origen prehispánico cuya longitud es de casi un metro y que en su interior lleva carne de cerdo y pollo, envuelto con hojas de papatla. Nunca falta en las principales fiestas de los teenek: Todos Santos, Año Nuevo, bautizos, bodas, primeras comuniones, etcétera. El bolín es otro tamal parecido al zacahuil, sólo que es más pequeño y en su interior sólo hay lugar para un guajolote o un pollo o huevos cocidos. En la dieta de los teenek de La Cercada también figuran diversas flores del bosque, semillas de girasol tostadas con sal, gorditas de maíz, quelites, nopales, camotes, calabaza, chayotes, elotes, soyo (planta que utilizan principalmente las puérperas), atole de maíz de teja, etcétera.

Por su alto contenido proteínico, diversos insectos representan una de las escasas fuentes nutricionales de la comunidad. Es por eso que los teenek reciben con gran júbilo las primeras lluvias del año, porque con ellas aparece el maná celestial en forma de hormigas aladas que caen por miles para ser recolectadas y después salarlas y asarlas al comal o en las brasas de la lumbre y comerlas en tacos aderezadas con salsa molida en molcajete.