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Guillermo Almeyra
Argentina: los escenarios posibles
El Martín Fierro -todo argentino lo sabe-
reza: "los hermanos sean unidos/ porque esa es la ley primera/ que si ellos
se pelean/ los devoran los de afuera". Habría que ponerse de acuerdo,
primeramente, sobre quiénes son "hermanos" y, por consiguiente,
en torno a qué podrían unirse, ya que no faltaron nunca los
patrioteros partidarios de la unión nacional o los oportunistas
de toda laya que encontraban más que dudosos hermanos. Sin embargo,
en este caso, el famoso consejo de Hernández se aplica a los justicialistas
(peronistas), a los dirigentes de la Unión Cívica Radical
y a esos huérfanos del peronismo que constituyen el Frepaso: el
candidato de este rejuntado, de esta gran albóndiga, es el ex gobernador
peronista de la provincia de Buenos Aires y ex vicepresidente de Carlos
Saúl Menem, caracterizado -sobre todo- por su complicidad con este
último, por sus ideas fascistas y por la amplia libertad que concedió
a la corrupción de una policía del gatillo fácil.
Un
gobierno de Alfredo Duhalde que cubra lo que queda del periodo interrumpido
por la renuncia de Fernando de la Rúa -o sea, todo un año,
hasta 2003- es la primera de las opciones del establishment político
unido por el temor a "los de afuera", a la rebelión popular. El
quinto presidente en menos de dos semanas ?para colmo, un representante
típico del entorno de Menem, tan repudiado como De la Rúa
y Domingo Cavallo y, además, nacionalista de derecha? ha surgido
de la división e impotencia del peronismo, que no es capaz de tener
una sola línea ni de presentar un hombre no comprometido con el
pasado más oscuro, y del total desprestigio de los radicales y del
Frepaso, expulsados del gobierno por la poblada y que, no pudiendo presentar
ningún candidato propio, esperan que el estruendoso fracaso de un
peronista como Duhalde haga que algún despistado pueda tener esperanzas
en su retorno posterior.
Este "gobierno de amplia coalición nacional" sería
en realidad una asociación para seguir delinquiendo, ya que Duhalde
y sus aliados fueron los que privatizaron, robaron, amnistiaron a torturadores
y asesinos, mataron manifestantes, trajeron a los Cavallo al servicio del
capital internacional, aplicaron al pie de la letra las recomendaciones
saqueadoras del Fondo Monetario Internacional y, por lo tanto, no pueden
encabezar ningún cambio de política a favor del pueblo. Es
más: ni siquiera es seguro que mantengan las concesiones que tuvo
que hacer Adolfo Rodríguez Saá, como la condena a los represores,
la libertad a los presos por saquear supermercados, la decisión
de extraditar a los militares criminales de guerra pedidos por cortes europeas.
En cambio, mantienen el famoso corralito, o sea,
el congelamiento de los depósitos bancarios de la gente común,
que no puede extraer de ellos más de mil dólares mensuales.
El gobierno de Duhalde será el de los partidos tradicionales (totalmente
desprestigiados), el de los tecnócratas partidarios de las medidas
de Cavallo pero sin Caballo, el de los importadores e inversionistas contrarios
a la devaluación del peso, el del capital financiero para el cual
el monopolio y el jineteo del dinero de todos es un magnífico negocio.
Como los partidos, incluido el peronista, no pueden darle
apoyo, ya que están desprestigiados y son odiados, Duhalde se apoyará
en la policía ansiosa de revancha, en lo que queda del aparato corporativo
sindical peronista (los "gordos" de la Confederación General del
Trabajo) y en un ala nacionalista de derecha de las fuerzas armadas, que
estará detrás del trono, como los militares uruguayos estuvieron
en su momento detrás de la fachada presidencial de Bordaberry.
Si la derecha en todas su variantes -la tercera vía
alfonsinista, la cleptocracia menemista y el Cavallo-Delaruismo- causaron
el desastre, este nuevo gobierno de derecha, formado con los mismos ingredientes
descompuestos de la albóndiga neoliberal, tiene ya su camino y su
destino marcados. Sin embargo, el hecho de que 2002 será un año
prelectoral con el gobierno y el régimen en aguda crisis y con los
partidos desgastados y divididos puede dar tiempo a la organización
del repudio popular, a esa furia que fue capaz de derribar el gobierno
de De la Rúa-Cavallo, pero carece aún de liderazgo, cuadros
y programa.
Esta es la segunda opción: la de "los de afuera"
del sistema, que en parte han roto con su sensación de impotencia
y comprobado el poder de los que no tienen el poder, lo cual va a determinar
sus futuras actitudes y acciones. Sobre todo porque sigue presente la terrible
provocación del robo de su dinero por el gobierno y el capital financiero,
y porque no pueden hacer planes de ningún tipo: ni las vacaciones
para los clasemedieros, ni las compras de provisiones para los más
pobres. Ni la consiguiente congelación del consumo, por falta de
efectivo, ni de la producción, que agrava el desempleo, tienen un
papel apaciguador. Por el contrario, son banderillas clavadas en la población,
que ve además la impunidad de los delincuentes de todo tipo (desde
los sacadólares hasta los asesinos de manifestantes).
Los argentinos forman un pueblo culto, con memoria histórica.
Son los más politizados de América Latina y el pueblo en
el que más pesa la cultura obrera, lo que hace que las manifestaciones
y cacerolazos o todas las otras expresiones de organización
y resistencia popular, como los piqueteros, los delegados de los desocupados,
los que organizan el trueque, se hagan con métodos obreros.
Sin embargo, politizado no quiere decir con preparación
ideológica. El nivel teórico de la fragmentada izquierda
?buena parte de la cual, desde los comunistas hasta sectores trotskistas,
apoyó al peronismo, cuya visión nacionalista derechista de
unidad nacional es, precisamente, la que permite la subsistencia de los
Duhalde y los Menem? es, por decir poco, lamentable. Las luchas se realizan
entonces con gran vigor y radicalismo pero con gran confusión sobre
los objetivos. Para colmo, los argentinos pasan rápidamente de la
euforia a la depresión y son poco realistas para apreciar las consecuencias
y límites de las victorias y lo que surge de las derrotas. Los prejuicios
antizquierdistas de muchos trabajadores peronistas ?justificados por la
historia del partido comunista y por el sectarismo de la Nueva Izquierda?
son aún muy fuertes y la Iglesia católica, aunque esté
dividida, se apoya mucho en un profundo conservadurismo y nacionalismo
que marca negativamente ?por ejemplo, con el racismo y la xenofobia? a
buena parte del pueblo argentino. La deserción de un gran sector
de la intelectualidad, que se hizo alfonsinista, frepasista, delaruísta,
neoliberal, agrava aún más el panorama y dificulta la rápida
organización de un polo popular alternativo, que se apoye en los
cambios sicosociales producidos por la rebelión de diciembre.
En cambio, la división de la Iglesia (que no puede
apoyar a Duhalde ni al neoliberalismo) y la fragmentación del ejército,
un ala del cual repudia la destrucción del país por el capital
financiero internacional y el robo y la corrupción, son factores
que dan mayor margen a la opción popular... si este año electoral
transcurriese sin golpes ni represión, lo cual no es nada seguro,
ya que Washington "vota" todos los días en los círculos áulicos
y el capital financiero mantiene bien apretaditos sus tentáculos.
Habría que ver, por último, los efectos de la movilización
popular argentina sobre las próximas elecciones brasileñas
(y viceversa), y los efectos sociales de la agravación de la situación
económica en Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay y su repercusión
en Argentina. Pero eso debe ser analizado aparte.
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