013a2pol Jorge Camil Los "incorregibles peronistas" "El Estado argentino suspenderá el pago de la deuda externa", anunció el justicialista Adolfo Rodríguez Saá engallado y con la bandera nacional ceñida al pecho. Casi nada: ¡132 mil millones de dólares! Y con ello, el presidente interino declaró la más importante moratoria de pagos de la historia, porque el total de la deuda externa rebasa los 190 mil millones de dólares si se añaden la deuda de las provincias y la del sector privado. ¡Al diablo con el FMI y el Consenso de Washington!, que para eso se es Estado libre y soberano. En vez de pagar los 19 mil millones de dólares anuales requeridos para el servicio y las amortizaciones de la deuda, Rodríguez Saá anunció que los dineros ahorrados serían utilizados, "sin dudar y sin excepción, a combatir el desempleo y la pobreza". No se trata aquí del populista Alan García, anunciando su decisión de pagar 10 por ciento de las exportaciones peruanas para amortizar una deuda externa de sólo 14 mil millones de dólares. No, la moratoria argentina es algo que puso a la banca internacional de cabeza. Sin embargo, en opinión de Rodríguez Saá, la declaración de moratoria fue, con todas sus implicaciones, lo de menos; "lo peligroso era que los argentinos continuaran muriendo en las calles por hambre o por violencia" (aunque existan sospechas fundadas de que la violencia fue alentada por el Partido Justicialista para favorecer el regreso de los peronistas a la Casa Rosada). En clara alusión a Domingo Cavallo, el darling de la banca internacional, el hoy ex presidente condenó a quienes negociaron la deuda externa "a puertas cerradas, con interlocutores desconocidos y resultados contrarios al interés nacional". Negociar o no negociar, he ahí el dilema. Porque lo cierto es que a los acreedores internacionales no les preocupa tanto recuperar el principal, mientras los elevados intereses y las jugosas comisiones continúen fluyendo ininterrumpidamente. Además, si Argentina pagase hoy su deuda externa, ¿qué harían los bancos con 132 mil millones de dólares improductivos en la actual recesión internacional? Pero en una semana Rodríguez Saá, el cacique que amasó una cuantiosa fortuna como gobernador de la provincia de San Luis, perdió el piso y el apoyo de los gobernadores que controlan el Partido Justicialista. Así es el poder: colocó a sus amigos, alentó el populismo justicialista con referencias frecuentes a Eva Perón, instauró una tercera moneda, el "argentino" (respaldada descabelladamente "con palacios y embajadas"), y dio muestras de querer permanecer en el poder después de las elecciones de marzo. Su correligionario, Carlos Menem, que conoce de sobra las entradas del populismo, lo acusó de haberse equivocado: "dijo que no pagaría la deuda, cuando debió decir que la renegociaría": ¡cuestión de semántica!, o de colmillo político, como decimos los mexicanos. Finalmente, para dejar claros los motivos de su renuncia, Rodríguez Saá recurrió al lunfardo: la actitud de los gobernadores justicialistas fue de "mezquindad y retaceo" (que es lo mismo). Nadie quiere el puesto de Fernando de la Rúa, el autista político que fue incapaz de dar un golpe en la mesa y abdicó de facto a favor de Cavallo. Hoy, con Eduardo Duhalde, el quinto presidente peronista en dos semanas, Argentina reconoce que está quebrada y que permanece al garete, como expresó el reciente titular de La Jornada: con tres posibles monedas flotando frente a la moratoria y al borde de la guerra civil o de una intervención militar. Un rayo de esperanza: Duhalde prometió acabar con el modelo neoliberal, "que ha sumido a la mayoría del pueblo en la desesperanza". Le Monde, en "Fracaso de una nación" (22/12/01), puso el dedo en la llaga. Hasta 1940 el país era una de las diez potencias económicas, el peso se cotizaba entre las cinco primeras monedas. De ahí, en caída libre: el peronismo financió su popularidad con gasto social, y no con desarrollo. A la postre, la poderosa economía, sustentada por las exportaciones de su industria alimentaria, fue diezmada por la competencia y el éxodo hacia las ciudades. Sin embargo, la verdadera tragedia es que la culta clase media no ha tenido la solidaridad necesaria para sustentar la fibra social: invierte y ahorra en el extranjero, no paga impuestos, ha tolerado la corrupción galopante y padecido una costosa burocracia mantenida con deuda pública. En un perfil biográfico de Rodríguez Saá El País recordó la genial cita de Borges: "Los peronistas no son buenos ni malos, son incorregibles". Los mexicanos, oscilando entre la férrea disciplina fiscal y el desempleo, y entre los titubeos de un gobierno que no acaba de consolidar la transición y las tendencias al populismo del pasado, haríamos bien en poner nuestras barbas a remojar.
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