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Ť La celebración se ajusta a toda clase
de presupuestos
El Centro Histórico, gigantesca y variada romería
navideña
Ť Comienza por la tarde y termina en la madrugada
AGUSTIN SALGADO
Compras de último momento, brindis de burócratas
y oficinistas, santacloses que en avenida Juárez se dejan fotografiar
por 40 pesos y los adornos del Zócalo capitalino logran que el Centro
Histórico se convierta en una gigantesca romería navideña.
Fiesta que inicia por la tarde y termina en la madrugada:
celebración que tiene la ventaja de adecuarse a todo tipo de presupuesto
y que día con día se repite hasta principios de enero.
Con el aguinaldo en el bolsillo, miles de capitalinos
se pasean por las calles del primer cuadro de la ciudad. Hay quienes van
con toda la familia, pero también en grupo a celebrar en alguna
cantina o restaurante.
Circular en automóvil por Madero, Tacuba o 5 de
Mayo se convierte en un viacrucis.
Los
niños que caminan con sombreros que simulan ser los cuernos de un
reno, los adultos solitarios que en busca de un regalo entran y salen de
las tiendas, y los oficinistas que acuden a los restaurantes para el brindis
obligado logran que el recorrido del Sanborns de los Azulejos al hotel
Majestic dure más de 40 minutos.
Habrá que ser pacientes y también se tendrá
que aprovechar la cantidad y diversidad de mercancía, comida y bebidas
alcohólicas que se ofrecen en esta parte de la ciudad.
Conseguir sin reservación lugar en alguno de los
restaurantes ubicados en Gante y Bolívar es algo improbable.
Todos se encuentran a tope y querer comer en ellos significa
esperar por tiempo indefinido a que se desocupe una mesa, escuchar a lo
lejos los chistes de oficina y evitar, de vez en vez, chocar con algún
trabajador que, con copas de más, va de salida.
Los acomodadores del valet parking correspondiente
no se dan abasto, aunque reconocen como una ventaja que las propinas aumentan:
"la verdad sí nos dan más, y como a veces nos dejan sus coches
mientras ellos van de compras, nos llegan a dar hasta 20 o 30 pesos, pero
no todos son iguales".
Por supuesto que no todos los comensales son homogéneos
y así como hay empleados de empresas trasnacionales que organizan
sus comidas de fin de año divididas por áreas y en diversos
restaurantes, también hay trabajadores al servicio del Estado que
al terminar con su jornada laboral, por iniciativa propia, acuden a alguna
cantina para "celebrar la Navidad con los amigos" y que, a diferencia de
los primeros, en su mayoría llegan a pie y se retiran en Metro.
Del otro lado de la Plaza de la Constitución, hacia
el oriente, es el mejor rumbo si se anda de compras cuando el dinero no
es abundante.
Las calles de Corregidora, Regina y Correo Mayor, atiborradas
de comercios,toreros y ambulantes, concentran a los ciudadanos que
andan en las "compras de último momento".
Con los vendedores ambulantes es posible adquirir cualquier
tipo de juguetes pues, sin importar su procedencia, todos se ofrecen a
los consumidores.
Los hay hechos en Taiwán, Corea, China, incluso
nacionales; pero ahora todos se encuentran extendidos sobre el empedrado
de la calle de Moneda.
Una motocicleta a escala por 35 pesos; una muñeca
que llora, ríe y hace muecas al momento en que le dan de comer,
por 120; hasta ropa para bebé se puede adquirir a tan sólo
unos metros de Palacio Nacional.
Vorágine consumista que gracias a la mercadotecnia
logra que lo único imposible de encontrar sea algo relacionado con
el personaje de Harry Potter.
No hay novelas; no hay copias piratas de la película.
Tampoco juguetes hechizos relacionados con ese tema de moda.
Ni siquiera en las librerías que se encuentran
frente al Palacio de Bellas Artes.
"Todo se vende de manera inmediata; hay quienes compran
tres o cuatro volúmenes; en verdad que no tengo ya ni un libro",
dice resignado un empleado.
Con más historia y significado, en la Alameda Central
confluyen familias por la tarde y noche para tomarse la foto con Santaclós.
Ya no hay que ir en pareja; tampoco hay que recostarse
sobre sus jardines. En esta época del año hay que visitarla
con los hijos y participar de esta verbena tradicional.
En la acera de avenida Juárez campean santacloses,
puestos de frituras, vendedores de helicópteros de juguete y dos
payasos callejeros que actúan sobre el mármol blanco del
Hemiciclo al Benemérito de las Américas.
Sobre Hidalgo, ruedas de la fortuna, coches chocones,
carruseles y todo tipo de juegos mecánicos.
En Angela Peralta, merolicos y vendedores de artesanías,
y sobre Doctor Mora, a un costado de la Pinacoteca Virreinal y la Plaza
de la Solidaridad, puestos de dardos y rifles de postas.
Don Alberto Ramírez, que lleva más de 30
años caracterizándose de Santaclós, se transforma
paulatinamente: primero son las barbas y un abdomen abundante, luego el
traje rojo que incluye un cinturón ancho resaltado por una gran
hebilla dorada y, para finalizar, algo de maquillaje que logre blanquearle
el rostro moreno, que no tardará en sudar copiosamente.
Don Alberto no únicamente tendrá que lidiar
con menores de edad, ya que, según explica, "hay ocasiones en que
grupos de jóvenes vienen a fotografiarse sólo por el desmadre".
Caminar por el Centro Histórico durante estos días
se convierte en toda una experiencia. Después de la Nochebuena los
santacloses se convertirán en Reyes Magos; los renos en elefantes,
camellos y caballos, y las compras ya no serán para el 24 sino para
el 6 de enero. Pero hasta la siguiente quincena del mes entrante, al momento
en que la cuesta comience a causar estragos en la economía de los
capitalinos, el Centro Histórico podrá disfrutarse con ambiente
navideño.
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