Luis Hernández Navarro

El apocalipsis según Atenco

El fin del mundo ha sido anunciado en Atenco. Recados anónimos han anunciado la ocupación de sus tierras expropiadas por parte del Ejército. Mientras escenifican pastorelas en las que el bien lucha contra el mal, sus pobladores se preparan para resistir.

El nuevo aeropuerto no sólo les quitará a los ejidatarios por medio de la fuerza su principal medio de sobrevivencia, la actividad a la que se han dedicado toda la vida, la que saben hacer mejor que nadie, la que les da el diario sustento, la que realizaron sus antepasados, la que constituye casi el único patrimonio familiar, la que pueden heredar a sus hijos, sino que, prácticamente borrará su historia de la geografía.

Además de perder sus tierras, la zona adjudicada a las secretarías de Comunicaciones y Transportes y Medio Ambiente destruirá sus casas, el cementerio local y la iglesia. Todo aquello que se considera sagrado, y, por lo tanto, intocable e indispensable para vivir con dignidad. Las raíces. Lo que une la vida cotidiana con lo trascendente. Por eso los ejidatarios de San Salvador Atenco y sus vecinos han tomado las carreteras y las calles. Por eso cargan sus machetes y los afilan contra el pavimento de la gran ciudad. Por eso no hay fuerza del orden que los pueda detener. Por eso también rechazan la mísera indemnización que les ofrece el gobierno federal. ƑCuánto dinero hace falta para comprar la dignidad? ƑCuántos recursos se requieren para hipotecar el pasado y el futuro?

En Atenco se anuncia la llegada del apocalipsis y se preparan para enfrentarlo, en tanto personajes de tan negra trayectoria como Ignacio Burgoa se preparan para la traición. Los pobladores sospechan que tras la construcción del aeropuerto hay grandes negocios para unos cuantos. Algunos aseguran que la familia Salinas de Gortari ha realizado grandes inversiones para construir un complejo hotelero. Otros han escuchado que capitales asiáticos desean levantar un gran parque de diversiones. La bonanza de unos pocos anticipa la ruina de la mayoría.

No puede sorprender, entonces, que el actual conflicto sea interpretado por los ejidatarios como parte de una lucha que arranca de la Conquista y que enfrenta a criollos con nativos, y que vean su región como parte del antiguo reino de Texcoco y aspiren a reconstruir la grandeza que tuvo con Netzahualcóyotl. La tradición se reinventa en cada momento, y sirve como reserva para enfrentar la adversidad.

La hora del apocalipsis es, también, la hora de Huitzilloptztli. Su nombre ha sido invocado por los ejidatarios -al igual que el de la Virgen del Carmen- para enfrentar los nuevos tiempos. La guerra toca las puertas de la comunidad y los vivos se preparan para defender a sus difuntos y sus tradiciones. Y el viejo dios prehispánico tiene mucho que decir y que hacer al respecto.

"Los primeros muertos que caigan serán sobre la conciencia de nuestros gobernantes, porque no estamos dispuestos a permitir que las fuerzas armadas ocupen nuestras parcelas", dicen los pobladores de Atenco, leyendo lo que se les viene encima los próximos días. No es una afirmación en balde: las últimas semanas han sido hostigados por diversas policías y amenazados por autoridades gubernamentales.

El fin del mundo ha sido anunciado en Atenco. Que ningún funcionario se llame a engaño si su imprudencia llama a la sangre. Cuando a la gente común se le cierran las puertas de la sobrevivencia, la gente responde. Eso es lo que los habitantes de ese pequeño municipio han dicho de todas las maneras posibles. ƑHabrá alguien que desde las alturas del poder los escuche? Ť