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Guillermo Almeyra
Las dos Argentinas
Lo previsible sucedió y lo sorprendente es que
haya tardado tanto. Ahora lo que hay que analizar es el nuevo escenario
y, desde el punto de vista popular, cómo aprovechar el éxito
obtenido al derribar al gobierno del hambre y del FMI. No hay que esperar
peras del olmo peronista. Cavallo fue ministro de la dictadura militar,
del peronismo menemista y de De la Rúa, o sea de todas las variantes
del neoliberalismo: tres versiones y un solo dios verdadero, el capital
financiero internacional, al cual servía y al cual pertenecen los
que en Argentina conforman la "patria financiera" en estrecha alianza con
los financieros internacionales.
Los peronistas, obviamente, no podrán hacer lo
mismo que el dúo defenestrado por la fuerza popular. Quizás
encaren entonces una moratoria más o menos larga en el pago de la
deuda externa, unida a una transformación de las deudas en dólares
a deudas en pesos, para preparar así una devaluación importante
de la moneda nacional que pueda dar alguna competitividad a los productos
argentinos. Pero no tocarán ni las delictuosas privatizaciones que
ellos mismos hicieron con Menem, ni el poder del capital financiero, al
cual Cavallo acaba de regalar la reducción de las deudas bancarias
en casi 70 por ciento, ni la legislación antilaboral y represiva
que aprobaron.
Además, el FMI intenta destrozar al país
para destruir el Mercosur y llevar así al electorado brasileño,
que está en plena campaña presidencial, a buscar un hombre
fuerte en la derecha, de modo de hacer pasar sin problemas el ALCA y de
convertir a Brasil en una arma de presión contra el gobierno de
Venezuela. Retorcerá por consiguiente el cuchillo en la herida.
Y un gobierno transitorio y sin popularidad no obtendrá
de él ni siquiera lo que mendigaban los lacayos ahora fugitivos.
Las medias medidas, los paños tibios, nada resolverán. Además,
la devaluación por sí sola significará un nuevo y
terrible impuesto a los pobres y un impulso a la inflación, y permitirá
a los especuladores comprar por nada, con los dólares que se llevaron
al exterior, lo que queda de interesante en el país desvalijado.
La presión de una eventual moratoria en el pago
de la deuda externa, por otra parte, hará huir de los demás
países "emergentes" a los tan ansiados inversionistas, de modo que
Brasil, México, Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia, sufrirán
los efectos combinados de la crisis argentina y de la falta de inversiones
extranjeras.
En la sociedad argentina se ha producido un cambio fundamental.
Mientras los partidos y los dirigentes políticos tradicionales están
desprestigiados (como lo demostraron en las últimas elecciones los
votos en blanco y las abstenciones, o los votos de protesta por ARI y por
la izquierda dispersa), la gente ha salido espontáneamente a derribar
al gobierno. Es cierto que muchos han pescado en el río revuelto,
aprovechando parte de las pobladas, pero eso no quita nada al hecho
de que población, por encima de los partidos, ha tratado de tomar
la situación en sus manos.
La consulta del Frente Nacional contra la Pobreza, realizada
sin medios y sin apoyos de prensa, logró 2 millones 700 mil votos,
más que los de los peronistas en las últimas elecciones,
lo que prueba que, antes mismo de la rebelión, clasemedieros y trabajadores
de todas las ideologías ya buscaban proponer medidas sociales. El
creciente apoyo de los piqueteros y la extensión enorme del
sistema de trueque muestran también que la solidaridad, ese sentimiento
tan fuerte en el auge del movimiento obrero peronista desde los cuarenta
hasta los setenta, tiene fuertes raíces.
La sociedad argentina no sufre sólo desesperanza,
racismo, delincuencia, como creen algunos blasés, que convierten
su impotencia en asco por el pueblo. ¿Qué podría hacer
ahora esa otra Argentina, para reorganizarse y encontrar una dirección
y un programa alternativos? En primer lugar, como plantea la Central de
los Trabajadores de Argentina, declarar ilegítima y nula la deuda
externa, cuyos servicios representan más de la mitad del PIB argentino.
La pequeña parte legítima de dicha deuda sería definida
por los tribunales y pagada en bonos nacionales a 25 años, con módico
interés. El dinero así ahorrado serviría para decretar
el aumento de salarios, jubilaciones y pensiones, y para fomentar la creación
de empleos y la renovación tecnológica, además de
estimular la educación y la investigación y el desarrollo
de tecnología.
Eso, junto con la nacionalización de la banca y
de las empresas vitales -como el petróleo, la electricidad, las
comunicaciones-, pagando también en bonos, permitiría reanimar
la economía, con el control popular para impedir la corrupción.
Un fuerte control de cambios debería impedir la exportación
ilícita de capitales. Y un sistema de trueque y compensación,
a escala internacional, podría permitir mantener el comercio con
los países vecinos y con otros como China, Rusia o Cuba, necesitados
de mercados. Sobre esto seguiremos.
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