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Ugo Pipitone
Constitución europea: el nuevo salto
En tres años más la Unión Europa pasará de 15 a 25 miembros y es en esa perspectiva que necesita con urgencia un mayor grado de coherencia institucional. Y correspondiendo a una aceleración creada por ella misma, se lanza ahora al siguiente objetivo: la Constitución política de la unión. La Declaración de Laeken, que concluye la presidencia semestral a cargo de Bélgica, se establece así como la nueva frontera de construcción de Europa. Bajo la presidencia del francés Giscard D'Estaing, se establece una Convención cuyas propuestas de organización política (si todo va bien) serán convertidas en nueva ley fundamental de la unión en la Conferencia Intergubernamental prevista para 2003-2004.
Mirando las cosas desde afuera vuelve a confirmarse la impresión de que la Unión Europea sigue creando sus propios tiempos en el tiempo revuelto del mundo contemporáneo. Un éxito de no poca monta. En pocos días más desaparecerán las monedas nacionales sustituidas por un euro que comienza a circular en estos días más como un objeto de curiosidad que como un hecho real. Y sin embargo, con el año nuevo, la moneda única se volverá un hecho destinado a condicionar la historia europea venidera.
Y ahora llega el turno del objetivo Constitución. Objetivo que deberá cumplirse antes de la ampliación si no se quieren correr altos riesgos en la construcción de equilibrios inevitablemente más complejos. Simplificar y unificar los diversos tratados de la unión será mucho más que una tarea de simplificación legal. Muchos y decisivos temas esperan desde hace años nuevas respuestas. Mencionemos algunos: Ƒel presidente de la comisión seguirá siendo una figura determinada por los equilibrios políticos entre los países miembros o se convertirá en un verdadero primer ministro de Europa? ƑQué papel tendrán las regiones en el diseño del nuevo sistema de competencias europeas? ƑCómo se dividirán los poderes entre la unión y los gobiernos nacionales?
Es suficiente mencionar algunos de estos temas para entender la enormidad del reto que Europa se acaba de proponer a sí misma.
El tema fundamental es el sentido de marcha. ƑHacia dónde se quiere ir? ƑHacia una Europa de las naciones o hacia una Europa federal que vaya, al mismo tiempo, hacia lo más grande y lo más pequeño? O sea, hacia la unión como gobierno europeo y hacia poderes locales reforzados. Sobre este tema las divisiones siguen siendo profundas. De una parte, Francia, Inglaterra y España encarnan una visión nacionalista de la construcción europea. De la otra, Alemania, Bélgica y otros parecerían tener menores resistencias hacia fórmulas federales destinadas a acelerar la progresiva reducción del peso político de los Estados nacionales frente a poderes locales reforzados.
Miradas las cosas en forma general, este último podría ser el mejor camino. La persistencia de fuertes Estados nacionales en el centro del escenario europeo implicaría conservar un alto perfil de identidades excluyentes que en el largo plazo trabarían inevitablemente la propia construcción europea. Pero es igualmente evidente que concentrar los poderes en Bruselas requiere un acto de ingeniería institucional que fortalezca compensatoriamente los poderes locales. Y ahí está el tema regional que ciertamente será objeto de duros debates al interior de la convención constitucional.
La historia futura de Europa no se juega en los próximos dos años en que está previsto que la convención llegue a sus propuestas, pero una parte importante de esta historia ahí se juega, inevitablemente. Europa necesita correr para estar al paso de sus propios compromisos, pero habrá que evitar apresuramientos y hacer depender las decisiones fundamentales de arquitectura constitucional más de las opiniones de los ciudadanos que del exclusivo enfrentamiento político entre gobiernos nacionales.
Como quiera que sea, se abre un nuevo ciclo del debate político europeo y cada uno tendrá que construir nuevos equilibrios entre creencias políticas profundas y perspectivas históricas concretas. Los dos años de reflexión y debate que se abren acercarán Europa a definir sí misma como la primera experiencia histórica posnacional. Algo que ciertamente tendrá efectos más allá del viejo continente.
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