ƑLA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

Una despedida a la altura... de Eloy

COMO EL ESPECTACULO taurino de México ya tocó fondo gracias a la menguada imaginación de sus promotores -importar dos o tres llenaplazas al año y el resto hacer como que buscan figuras nacionales-, el último cartucho por quemar que les quedaba ha sido recurrir al triunfalismo emergente, no por la confianza que pudieran tener en sus ineficaces procedimientos, sino por la soberbia que los ha caracterizado, tan excesiva como carente de sensibilidad.

COMPROBADO POR ENESIMA vez que nuestro público, por la falta de reses bravas, de una baraja taurina renovada y atractiva y de una crítica cuestionadora, se ha vuelto aficionado a apellidos más que a "los toros", estos inefables promotores empiezan a ahorcarse con el propio mecate de su dependencia y a ordenar a las autoridades de los gobiernos del cambio una repartición sistemática de orejas y una degradante premiación a reses mansas en cada festejo, con el ingenuo propósito de ver si así logran renovar la fe de los descreídos espectadores y regresan.

EN LA OCTAVA CORRIDA del desdeñado serial 2001-2002 tocó el turno de este triunfalismo emergente al Pequeño Gigante de Monterrey, Eloy Cavazos (52 años de edad, 35 de alternativa) que, congruente con su actitud especuladora, anunció que se despedía, por segunda ocasión, sólo de la Plaza México, para seguir entregándose en cada una de sus próximas tardes a los ingenuos públicos de los estados.

PARA ELLO, LA obsecuente empresa anunció un caballito por delante, añejo recurso en Eloy para no tener que salir de primer espada, en este caso a un mediocre jinete madrileño, Martín González Porras, recomendado de Enrique Ponce, que nomás no pudo con un bravo y alegre ejemplar de Xajay, que alcanzó repetidas veces a las cabalgaduras.

SUS OTROS ALTERNANTES fueron un resucitado Jorge Gutiérrez (44 años de edad y casi 24 de matador), que se puso a mendigar el indulto de su segundo, y un mal administrado cuanto modestito Zotoluco -''para mí es un honor alternar con dos figuras del toreo"-, que no tenía ninguna necesidad de hacerle el caldo gordo a un Cavazos que nunca quiso alternar con él en los quince años que tiene de batallar con las empresas mexicanas por "no parecer" torero.

FALTABA LA CARICATURA de autoridad taurina que premiara las creaciones artísticas de tan conspicuos ases de la torería -dominar, templar y crear ante un desfile de mansos más o menos repetidores-, alguien que se disfrazara de juez de plaza para la repartición santaclosera de orejas, arrastres lentos e indultos. Ese fue Manuel Gameros, quien redujo lo que quedaba de la desprestigiada plazota a festival taurino en Penjamillo.

APENAS MEDIA ENTRADA o un poco más fue lo que lograron reunir los dos milenarios y la nueva figura, la mayoría partidaria de Cavazos, que lo mismo pedía banderillas a sus alternantes que orejas, indulto para un manso o chelas al cubetero. Lo dicho: una despedida a la altura de Eloy, incluso con vuelta al ruedo para el criador de reses mansas Julio Delgado y salida en hombros de los dos ases.