Ť "Bienvenidos a este llamado de resistencia", dijo la banda a su público

Erotismo, intensidad y música de tono azul ofreció Real de Catorce en el Metropólitan

PATRICIA PEÑALOZA

"Bienvenidos al desierto de Real de Catorce, a este llamado de resistencia que hacemos desde la independencia", exclama José Cruz a la catorceava rola, la noche del sábado ante un teatro Metropólitan casi lleno, mientras el público ovaciona, canta, llora, grita. Tres horas de magnífico nivel rocanbluesero en el espectáculo Canciones de aliento para un mundo herido.

Erotismo, intensidad, música de tono azul. Con el sonido de este teatro es posible apreciar cómo esta banda capitalina ha evolucionado a lo largo de 15 años y nueve discos. Y justamente Nueve se llama su disco reciente, "como el círculo abierto de la espiral, semejante a la forma del nueve, que evoluciona dando vueltas alrededor del punto de partida", reza el librillo del álbum.

Y es que su punto de partida es el blues, al cual han logrado darle de vueltas. Y la espiral se siente en la emoción transmitida, en sus atmósferas líricas y sonoras. Después de una intro tranquila y con harto swing, tocan Azul y los asistentes enfebrecen.

Conforme avanza el primer set eléctrico, antes de que venga uno acústico intermedio, cada músico va desplegando sus cualidades. Aunque los únicos miembros originales son Cruz, cantante y compositor, y el baterista Fernando Abrego, sus más jóvenes integrantes van tomando identidad. En particular Julio Zea en la guitarra, capaz de crear correctísimos requintos del más tradicional blues de dedos rápidos pero cadencioso, así como solos misteriosos, etéreos. Qué decir del impresionante violinista Carlos Torres, quien reboza alegría y talento incomparables; es quien logra mayor impacto y momentos gozosos, enérgicos, brillantes.

Torres también le pega al piano y no lo hace nada mal. Jorge Velasco en el bajo cumple con su cometido y le entra al slapeo chido dos que tres veces. Abrego mantiene el ritmo preciso y mucho dependen de él los ánimos y las intensidades. Cruz se revienta deslices guitarreros texanos, solos de armónica, poesía plena de imágenes cachondas, campiranas, procelosas, en las que el misterio lo es casi todo, donde los sentimientos extremos, lujuriosos, intensos, son a su vez tiernos, tranquilizadores, nocturnos.

El respetable enloquece con Me miraba a los ojos y Extraño en la multitud. Sin duda uno de los momentos de mayor intensidad y virtuosismo es con Devoto amor, rolototota intensa, casi progresiva, en la que el violín y el viaje se discuten machín.

Se prenden

Polvo en los ojos, dedicada a "las muertas de Ciudad Juárez", prende el momento acústico, un tanto jazzy, para dar turno a un tema dedicado a John Lee Hooker: a ritmo de boggie boggie el público corea y Abrego le da a un lavadero de lámina. Patios de cristal va para "todos los que han perdido su trabajo, los que no piensan que el rock debe decir idioteces, los que no ven MTV y sus chicos de caramelo... Porque cuando se nos habla de 'amor y guerra', más bien se nos habla en un lenguaje que nos venden Fox y Bush". Y vienen los Patios... una especie de road-rola, un blues de ritmo raudo, intenso. Diálogos entre la lira y el violín, entre la lira y la armónica. La Buenos Aires, con un interesante violín punteado, Un mediodía triste, Madre Blues, La medicina, Radio morir... La gente feliz, rara: su emoción no es como en el pop: es contenida, se queda sentada pero goza.

Tras dos horas, afuera en el lobby unos comentan que aunque el Real es chido, la está haciendo cansada. Algunos van al baño, a tomar algo, a charlar en el pasillo, para aguantarlo todo. Aun así, el viaje desértico, honguero, termina, y a pesar de todo, la gente pide šoootra! Irónicamente, Sostente en pie es la última... paráfrasis de lo ahí ocurrido y de la actitud aguerrida de una banda que no se rinde.