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Carlos Fazio
Los malditos
El 13 de noviembre el presidente George Bush decretó una orden de emergencia, asumió poderes dictatoriales y desató una nueva cacería de brujas. El 26 de octubre había firmado la Ley Patriótica (Resolución Congresional No. 3162 USA/Patriot act), que da arbitrarios poderes ilimitados, propios de los Estados totalitarios, a la policía secreta (FBI) y a la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Entre las disposiciones represivas -que violan la Constitución y limitan las libertades individuales- se incluye la instauración de tribunales militares secretos para juzgar y ejecutar a inmigrantes sospechosos de terrorismo; la suspensión del hábeas corpus; el espionaje telefónico y el monitoreo del tráfico de operaciones en Internet y el correo electrónico. También se alienta la delación a cambio de visas de residencia legal, y quedó restituida la posibilidad de que los agentes de la CIA puedan realizar asesinatos selectivos encubiertos, dentro y fuera del territorio estadunidense; licencia para matar en nombre de la democracia.
Amparada en la sacrosanta seguridad nacional, la cacería humana quedó "legitimada" mediante una intensa campaña de propaganda y desinformación pública que saturó a la audiencia e indujo, a través de los medios masivos (sujetos a la autocensura), a una nueva oleada de paranoia, miedo y ansiedad entre la población estadunidense, al tiempo que se exaltó una histeria chovinista y patriotera contra los "malos". Parafraseando a Bertram Gros, James Petras definió al nuevo sistema emergente como un "fascismo amistoso", y dijo que Estados Unidos va camino de convertirse en "una nación de soplones". Defensores de las libertades civiles han advertido sobre una nueva era de macartismo. Se acusa al procurador general John Ashcroft de ser un Torquemada moderno. Pero más allá de que haya aceptado gustoso el papel de gran inquisidor, y de que la propaganda bélica exhiba al diablo Osama Bin Laden como la encarnación de todos los males (Satán = terrorismo) y se recurra al (esporádico y administrado) bacilo del ántrax como sustituto de la peste negra -para generar un clima de histeria colectiva y afianzar el fanatismo de la gente-, el problema es mucho más grave.
Se ha dicho que Bush aprovechó la crisis desatada por los ataques terroristas en Nueva York y Washington para dar "un golpe de Estado mundial" (Adolfo Gilly) y afianzar "una tiranía imperial" (Fidel Castro). Pero al interior de Estados Unidos fue, también, un golpe de Estado contra la República (Stephen A. Hasam). Se trata de la disolución de la democracia (el modelo político ya no es compatible con el modelo económico) y la instauración de un imperio despótico que recuerda al delirio nazi.
En la crisis, Bush fabricó un cabeza de turco. Un nuevo "grupo maldito" (Yves Simon). En tiempos de crisis, las naciones y los pueblos parecen sentir la necesidad de un grupo maldito para achacarle las desgracias y los males que les atormentan. Como señala Roberta Strauss Feuerlicht, el grupo maldito cumple varias funciones. Suministra una explicación simple e inmediata para cualquier cosa que no se entienda ("no entiendo por qué nos odian tanto", dijo cínicamente el propio Bush). Descarga a la comunidad de toda culpa porque siempre hay alguien a quien achacarla. Protege a los líderes de la comunidad, que de otro modo tendrían que afrontar responsabilidades (por ejemplo, la ilegitimidad de una presidencia producto de un fraude electoral cometido por la mafia cubano-estadunidense de Miami, en un país en plena recesión y con creciente desempleo). Y permite también que la mayoría dé salida a su miedo y su odio persiguiendo al grupo maldito.
A lo largo de la historia, la teoría del complot o el estigma de la maldición ha recaído sobre diversos grupos. Para los católicos, los malditos fueron los herejes y protestantes. Para los protestantes los malditos fueron los católicos. Sucesivamente, el turno de malditos ha sido ocupado por judíos, jesuitas, masones, anarquistas, socialistas, comunistas. En la Edad Media, muchas calamidades eran achacadas a la brujería. Hoy es el turno del régimen talibán y el nuevo Satán, Bin Laden. El que corresponda el papel a uno u otro grupo depende de los que estén en el poder en época de crisis. Por crisis se entiende la existencia de un reto a los valores y creencias establecidos (la dictadura del pensamiento único y su ideología neoliberal), y también a la competición entre diversos grupos para la obtención de determinados status o puestos. En tales momentos, al poder establecido le urge contar con un grupo maldito que pueda utilizar para cerrar las salidas, impedir los cambios y desviar o desacreditar las críticas (por ejemplo, el "círculo rojo" que critica al foxismo).
La teoría de la conspiración funciona mejor si existe un núcleo de verdad. Bajo la Doctrina Truman, los bolcheviques encarnaron al grupo maldito. Hoy Bin Laden personifica al terrorismo. En tiempos demenciales aflora un clima de pánico y sinrazón que falsamente se atribuye a Joe McCarthy. No se trata de pedirle a los estadunidenses que sean racionales; son víctimas de su propia propaganda. "En una época increíble, cualquier cosa resulta creíble". El miedo y la adversión al comunismo han sido sustituidos por el terrorismo. El grupo maldito está conspirando de nuevo. No se alcanza a percibir que existe un montaje con base en la explotación política del miedo, el fanatismo, la ignorancia y la intolerancia. Y la mentira organizada. En los 50, el informe Tydings acusó a McCarthy de haber desatado una ola de histeria utilizando la técnica de "la gran mentira". "Hemos visto cómo, mediante la insistencia y la mezcla de falsedades, es posible engañar a gran número de gente." Bush "compró" la técnica McCarthy y, hasta ahora, le está dando resultado.
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