miercoles Ť 5 Ť diciembre Ť 2001

Arnoldo Kraus

Desaparecidos

Las itálicas utilizadas para hablar de seres humanos probablemente muertos, seguramente asesinados, sin duda torturados y vejados, y cuyas familias ciertamente han sufrido y sufren la inimaginable tristeza de no haber sabido el destino final del ser querido, denotan la ambigüedad del término y la inexactitud del lenguaje.

El dolor, así como la angustia y la depresión vinculadas con el fenómeno de los desaparecidos son tan inasibles desde el punto de vista siquiátrico como tan inmorales desde la perspectiva humana. Las víctimas -las víctimas causadas por la voluntad y razón del hombre- son, desde cualquier óptica, el sello más nefando de los sistemas políticos.

Si bien Vicente Fox nada tiene que ver con lo sucedido en las décadas de los setenta y de los ochenta en relación con los crímenes del Estado mexicano, por ser el gobierno del cambio y porque durante su administración asesinaron a Digna Ochoa tiene, ante sí, la oportunidad de modificar la historia de la impunidad que durante tantos años ha sido en nuestro país sinónimo de la moral gubernamental.

Dentro de la tan alabada voluntad de cambio, el gobierno podría tener una primera aproximación al juzgar a los autores intelectuales y físicos de la cultura y moral política de los gobiernos priístas. En este sentido, muchas sociedades, sobre todo en el Cono Sur, en España, en Centroamérica o en aquellos países europeos que perdieron ciudadanos, se han manifestado en contra de los genocidas.

Cavilar acerca de la moral o reparar en los conceptos mínimos de civilización implicaría destrabar los siniestros nudos de la complicidad y del silencio y enjuiciar a quienes resulten responsables. No por sed de venganza, sino de justicia. No sólo por su amoralidad, sino por sanear la memoria. La venganza no sirve, pero la aplicación del derecho sí construye. ƑPodrá hacerlo el gobierno de Fox?

Tanto Luis Echeverría -"actuó el Ejército con patriotismo en los setenta", "yo creo en mi convicción. ƑCómo íbamos nosotros a perjudicar gente y por qué?"- como José López Portillo -"se hace un batidillo de algo que ocurrió hace mucho tiempo", "Ƒcuál guerra sucia? Yo fui presidente, no policía", el asunto "en muchos sentidos está prescrito y no tengo ya registro ni memoria"- han manifestado con presteza su inocencia y su desdén. Esas opiniones contrastan con las de los directamente implicados, quienes consideran que sobre todo Echeverría es el responsable principal de las violaciones a los derechos humanos cometidos por el Ejército en los años setenta.

La Asociación de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos en México aseguró que las declaraciones de Echeverría "son un acto de cinismo" y agregó que hubo más de 800 casos de desapariciones forzosas y no los 200 que reportó la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). Es por eso que sorprende e irrita que José Luis Soberanes omita de "las listas" los nombres de los ex presidentes.

El sesgo del informe, por supuesto, cuestiona la transparencia y las finalidades que persigue esta acción. ƑAcaso Soberanes considera que la opinión pública aprobará un informe incompleto en el que los nombres principales han desaparecido? La neutralidad y transparencia del ombdusman debería rayar en el infinito. ƑQué hará el gobierno del cambio con un informe medroso?

A Fox le corresponde lidiar con el documento de la CNDH y la opinión de los familiares de desaparecidos, quienes sostienen, con razón, que los ex presidentes Luis Echeverría y José López Portillo son responsables y deben ser castigados por la persecución, asesinato y desaparición forzada de centenares de personas. Incluso en el México de las medias verdades y de los medios compromisos, de las tintas deslavadas, la ingenuidad de Soberanes al no incluir a los cabezas de la guerra sucia rebasa la buena voluntad "de creerle".

El problema de las víctimas y de sus familiares nunca fenece. Se alivia un tanto cuando se aplica la ley a los asesinos o cuando todos los interesados en "que se haga justicia" se sienten satisfechos con los dictámenes emanados del poder. En el caso de los desaparecidos mexicanos ni una ni otra condición se han cumplido. Las víctimas como fenómeno moral y social son una de las peores lacras para cualquier gobierno. Resarcir los derechos y la justicia negados en el pasado permitiría reinventar una suerte de moral y una especie de convicción en donde la verdad importe.

Si acaso Fox leyese a Reyes Mate -"no hay sosiego, ni filosófico, ni teológico, mientras no se nos anuncie que la restitutio in integrum ha tenido lugar"- sabría que es él a quien le corresponde eliminar las itálicas.