MARTES Ť 4 Ť DICIEMBRE Ť 2001

Ť Unas mil personas apreciaron una de las obras sinfónicas y corales más populares del siglo XX

El Ballet Nacional inundó de poesía el Zócalo con Carmina Burana

Ť El espectáculo estuvo basado en el montaje dancístico más que en el musical Ť Los asistentes de todos los estratos y procedencias permanecieron en la plaza tras un día de diversas actividades

PATRICIA PEÑALOZA

"Es magnífico que pongan este tipo de espectáculos, para que nos eduquemos, porque estamos muy pobres en cultura", dice Graciela de la Rosa, de 56 años, tras hora y media de apreciar al Ballet Nacional de México danzar la obra musical de Carl Orff, Carmina Burana, la noche del domingo en el Zócalo capitalino, espectáculo auspiciado por el Instituto de Cultura de la Ciudad de México.

Tras un día de diversas actividades en la Plaza de la Constitución, presididas desde la mañana por el primer informe del jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, unas mil personas de todas edades, en su mayoría mayores de 18 años, se reunieron para apreciar una de las obras sinfónicas y corales más populares del siglo XX, en esta ocasión acompañada por los trazos corporales de decenas de jóvenes bailarines mexicanos, en un montaje original de Guillermina Bravo, fundadora del citado ballet.

Siguiendo la coreografía de Luis Arreguín, los textiles del vestuario, original de Cordelia Dvorak, dibujaban sobrias frases negras y rojas sobre el aire frío, refractado por la luz de una espectacular luna llena, en concordancia con las alturas de una bandera que ondeaba sobre atentas cabezas y ojos, que necios se quedaron hasta el final de tan enigmática obra. Evoluciones de diálogo rítmico, grandilocuencia contrastada con dulzura. Procesiones cercanas a lo fúnebre entrelazadas con expresiones poéticas de sensualidad y arrobo.

Ausencia de la filarmónica, una decepción

carmina02Y aunque no participó en vivo la Orquesta Filarmónica de Querétaro, como varios creyeron que ocurriría (ésta sólo participó en la producción), la música grabada que emergió de las bocinas cumplió apenas; para algunos esto fue decepción, para otros asunto menor. De cualquier manera, el espectáculo estuvo basado en el montaje dancístico, más que en el musical.

Carmina Burana, creada en 1937 por Orff, compositor alemán, es una obra difícil de encasillar, por lo que el mismo autor la ha descrito como un conjunto de "canciones profanas para ser interpretadas por cantantes y coro, con acompañamiento de instrumentos e imágenes", de ahí que la expresividad y fuerza en la ejecución de la danza, en este caso, es fundamental para la obra. ¿Y por qué profana? Porque el texto, escrito en su mayoría en latín y un poco en francés y alemán antiguos, se basa en los documentos escritos por personajes del siglo XII llamados los goliardos (derivado de "gula" en francés antiguo), monjes itinerantes dados al placer de la carne, la comida y la bebida, a quienes la Iglesia condenó. Musicalmente, es una composición minimalista, con irregularidades rítmicas y elementos melódicos heredados de los ideales románticos de Richard Strauss, pero a su vez rompiendo con ellos.

Valió la pena aguantar el frío

El público se movía poco; otros se encaramaron sobre las sillas colocadas para admirar el espectáculo. Miradas serias, fijas; ninguna risita bromista o morbosa cuando las bailarinas mostraron sus pechos desnudos, casi al final del extracto presentado (no fue la obra completa). Los asistentes, de todos los estratos y procedencias, la mayoría en familia, se mostraron respetuosos, comprendiendo que tenían ante sí una obra artística. Un joven de 25 años comentó al final: "Este folclor es diferente, son expresiones del cuerpo muy bonitas"; por su parte, Jorge González, de 36, proveniente del oriente de la ciudad, agradeció que estos espectáculos se lleven a cabo en la vía pública de manera gratuita: "Ojalá que se hagan más de este tipo. Valió mucho la pena quedarnos y aguantar el frío, aunque siento que le hizo falta promoción; nosotros no sabíamos de esto, sino que nos lo topamos al andar por aquí".

Y es que el espectáculo comenzó tarde, cerca de las diez de la noche; quizá si hubiese sido más temprano, habría acudido más gente. Sin embargo, se comprende que los organizadores hayan elegido tal horario por la implicación de los torsos desnudos. Y aunque la gente aplaudió a raudales y el ánimo general fue de satisfacción, es preciso anotar que los bailarines podrían haberse desempeñado mucho mejor, un tanto menos desparpajados en sus movimientos y con un poco más de disciplina muscular, dramática e interpretativa.