MARTES Ť 4 Ť DICIEMBRE Ť 2001
Recuerdo y despedida de un prosista extraordinario

El pesar tomó por sorpresa a la república de las letras este lunes. En nuestra edición del sábado dimos la noticia del otorgamiento del doctorado honoris causa a Juan José Arreola y a José Emilio Pacheco por la Universidad Autónoma Metropolitana. Dos días antes, el jueves 29, documentamos el nacimiento del Premio Juan José Arreola, que otorgará la Universidad de Guadalajara. Se había anunciado que Orso Arreola, hijo del escritor, haría la presentación oficial de la convocatoria ese día, como parte de las actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que concluyó ayer.

La ausencia de Orso Arreola tenía un motivo: el estado de salud, precario desde hacía tres años, de su padre, había empeorado.

Artífice de acrobacias verbales

El círculo retomó ayer su movimiento mediante La Jornada. Aquí los testimonios:

05af2.jpgClaudia Gómez Haro: Recuerdo en este momento tan doloroso la alegría de tantos años de estrecha relación, no sólo como lectora, alumna, compañera de trabajo en la serie de televisión Arreola y su mundo, sino sobre todo por haber tenido el privilegio de gozar de su amistad y de haber compartido tantas lecturas; lo recordaré siempre infalible, seductor, instalado en un paraíso sensual donde utilizaba la palabra como carril de seducción. Como maestro de acrobacias verbales que conjugaba metáforas y máximas ardientes para estar a la altura de los sentimientos del idioma. De él aprendí que la literatura es una experiencia formidable, mucho más rica que la vida misma. Estoy segura que siempre quedarán con nosotros, además de sus libros, sus comentarios brillantes, lúcidos, eruditos y deliciosamente embriagadores por los poetas que tanto admiró y los sabios que conformaron su universo literario, con los que ahora se encuentra.

Carlos Monsiváis: Juan José Arreola es un prosista extraordinario y un cuentista muy notable. Confabulario y Varia invención son dos libros de una gran sabiduría literaria que aprovechan lecciones de los simbolistas franceses, de Julio Torri y de Borges, pero que revelan una mentalidad original de un poder irónico notable. El afán simbólico de Arreola nunca es solemne. Su obra de teatro La hora de todos es sobre todo un juguete literario, aunque valdría la pena llevarla a escena. Sus libros de textos ''burilados", como se decía antes, son ejemplo de la maestría verbal que se goza más si se lee en voz alta. En los años recientes he vuelto a su novela magistral La feria, el retrato gozoso y entrañable de un pueblo, Zapotlán el Grande o Ciudad Guzmán, que en la escritura de Arreola se vuelve el pueblo de los orígenes, donde la risa, el chisme, el sexo disfrutado hipócritamente y la fragmentación al infinito de los murmullos sociales integran la visión circular de la otra provincia, la que Rulfo no tocó.

Con Arreola desaparece un gran escritor, nos queda su lectura obligatoria.

Augusto Monterroso: Es una noticia muy conmovedora, especialmente para mí, por la razón de que fui un gran amigo suyo desde la época de los primeros aprendizajes en la literatura. Tuve la suerte de verlo constantemente en esos años y nuestra amistad era tan cercana que nos leíamos incluso nuestras cosas aun inseguros de lo que estábamos haciendo. Ahora, en cuanto a lo general, es una gran pérdida para la literatura mexicana, de América Latina, de nuestro idioma. Su contribución literaria es de gran mérito. Es muy conocido aquí y en todo el ámbito del idioma español por sus contribuciones en la cuentística y los textos ensayístico-cuentísticos, en los que fue un gran maestro y lo seguirá siendo. Hay más profundidad en algunos de sus cuentos de lo que uno puede imaginarse si no es por las relecturas. Su obra es sumamente sólida por su forma y por su fondo, es de gran enseñanza. Afortunadamente tuvo tiempo de redondearla y ahora queda aquí para la actual y las futuras generaciones. Es un escritor de primer orden mundial el que hemos perdido.

El gozaba el uso de la palabra, ya fuera oralmente o por escrito, además de que era dueño de enorme inteligencia e ingenio, algo que ponía en juego siempre. En la oralidad fue también un gran maestro de pensamiento y forma, un gran conversador. Aunque ésta es desgraciadamente una contribución efímera, debido a su propia naturaleza.

Era un hombre muy estimulante, no hay que olvidar que creó talleres literarios, los primeros que se abrieron en México, en los cuales transmitió una enorme cantidad de enseñanza literaria de manera directa. Fue muy novedoso lo que hizo, rompió con muchos moldes antiguos y abrió nuevos caminos.

Animador de la cultura mexicana

arreola-6Vicente Leñero: Arreola fue para mi generación, en la que estaban José Emilio Pacheco, Fernando del Paso, José de la Colina, entre muchos otros, un maestro insustituible porque en sus talleres nos enseñó la mejor manera de aprender a escribir. Escuchando nuestros cuentos contados por él mismo, uno se daba cuenta de los errores. Fue un maestro que no teorizaba, sino que sobre la marcha y la práctica enseñaba, sin hacer solemne el ejercicio de la literatura. A él le debo prácticamente todo mi comienzo literario. Contagiaba oírlo, contagiaba estar con él, contagiaba verlo hablar y se aprendía mucho de su memoria privilegiada. Como primer director de la Casa del Lago e impulsor del proyecto de Poesía en voz alta fue muy importante; era un actor natural, que podría haberse dedicado exclusivamente a la literatura, como se hubiera podido dedicar al ajedrez; él decía que hubiera querido ser más un gran ajedrecista que un gran escritor como lo era. Mi libro Te acuerdas de Rulfo, Juan José Arreola es una larga entrevista con él acerca de la muerte del autor de Pedro Páramo, en ese volumen destacó la relación amistosa entre ambos.

Eduardo Lizalde: Es maestro de todas las generaciones posteriores y algunas cercanas a él. Es una gran escritor de talento excepcional, un cuentista prodigioso y un hombre admirable que desgraciadamente estaba enfermo desde hace mucho tiempo. Desde luego lamento muchísimo su muerte porque llevamos una amistad cercana durante años y años, llevamos una relación casi familiar. Arreola no sólo marcó la historia cultural de nuestro país, sino que fue maestro de muchas generaciones en literatura y otras áreas. Fue un animador formidable de la cultura mexicana. Como charlista lo recuerdo como un hombre de genio excepcional, como uno de los improvisadores, expositores más imaginativos, brillantes y sorprendentes que haya conocido en mi vida. Todo el tiempo jugamos ajedrez, éramos viciosos del ajedrez. El decía que no había leído demasiado pero que lo que había leído, lo había leído muy bien. Tenía una memoria prodigiosa y no presumía de erudito, por supuesto.

Víctor Hugo Rascón Banda: Su muerte, no por ser esperada debido a su larga enfermedad, deja de impactarnos. Se pierde uno de los hombres más importantes de las letras de este país y del siglo XX, un hombre que hizo de la palabra un ejercicio de comunicación masiva. Considero que no tenemos otro caso de un escritor que haya influido tanto en la sociedad, porque usó los medios, sobre todo la televisión abierta, para encontrarse con el mundo de la palabra, del barroco que él representaba con esa vasta, profunda información que tenía. Creo que escribió poco, habló mucho y habrá que rescatar su palabra de la radio y la televisión, porque ahí está la mayor parte de su obra. Ahí están esas improvisaciones infinitas que hacía con sólo mirar una piedra, un cuadro, un paisaje, una iglesia, un convento, un patio virreinal; el creaba un cuento, imágenes al instante. Considero que no hay hombre tan culto y lúcido para crear palabras que al mismo momento llegaban a todos los hogares. El tuvo ese público masivo que merecía un escritor de esa magnitud. El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, las universidades tendrán que rescatar esos programas para verlo vivo otra vez, iluminándonos. México pierde un gran escritor. La Sociedad General de Escritores de México (Sogem) será también la instancia que promueva los homenajes que merece y sobre todo la edición de su palabra.

Talento multifacético

Hugo Gutiérrez Vega: Juan José es una de las voces fundamentales de la literatura mexicana moderna. Es un talento con muchas facetas: gran comunicador, hombre de teatro, prosista perfecto, traductor, poeta, erudito. Es el momento de hacer hincapié en una de sus obras y me parece que es una de las principales de nuestro tiempo: La feria. Está por supuesto el Confabulario total, están otros trabajos, pero La feria es una obra perfecta en todos sentidos. Es difícil en la literatura en lengua española contemporánea encontrar una obra perfecta, diría que son dos o tres autores que han logrado eso, y uno de ellos es Juan José Arreola con esa obra. Pienso que su memoria nos obliga a releer su obra, que además es un placer porque es una prosa de rarísima hermosura y acercarnos a ese modelo de perfección, como decían los clásicos que es La feria. Deja una gran cantidad de lecciones, muchísimos alumnos, por sus talleres pasaron escritores muy importantes, deja su prosa, su idea de la lengua española que debemos revisar y compartir constantemente.

Margo Glantz: Fue un escritor importantísimo que, aunque muy diferente, formó una pareja indisoluble con Rulfo porque crearon un idioma totalmente suyo, pero salido de una región particular de México: Jalisco. Un idioma que les pertenecía, pero que transformaron creando una escritura perfecta y diferente entre sí. La de Arreola era más lúdica, con una idea medieval de escritura asimilándola a un oficio y lo cumplía de manera rigurosa y perfecta, con absoluta precisión, orgullo y responsabilidad.

Es el creador de un tipo de textos muy particulares en nuestra literatura, no obstante tener antecedentes en otras. Juan José Arreola complementa ciertas de las escrituras que Juan Rulfo hizo de su región, en un sentido más lúdico, aparentemente más exterior. También complementa lo que hizo el autor de El llano en llamas de otra manera y que quizá sea tomado menos en cuenta. Otro aspecto extraordinario es su generosidad, su actitud didáctica con los jóvenes. Le debemos una especie de contaminación de la escritura porque empezó a escribir gente que -sólo por trabajar con él- se creían escritores y fueron deformando su lección. Es importante la forma en que llevó los talleres literarios, pero de alguna manera se convirtieron en algo nefasto porque a través de ellos se pensó que podían fabricarse escritores, lo iba en contra de lo que él pensaba. Es fascinante su figura como personaje de sí mismo que supo crear. Como el gran actor que era, se reinterpretó. Era fascinante, divertido, extraordinario, simpático. (Angel Vargas, Pablo Espinosa, Ericka Montaño y Carlos Paul)