Espejo en Estados Unidos México, D.F. lunes 3 de diciembre de 2001
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Editorial
 

GLORIA TREVI: EL SHOW POR SOBRE TODO

SOLIndependientemente de lo que pueda pensarse sobre las acusaciones que pesan contra la cantante Gloria Trevi, así como contra su representante, Sergio Andrade, y la corista María Raquenel Portillo, una constatación obligada es que la circunstancia por la que atraviesan esos tres profesionales del espectáculo, hoy encarcelados en Brasilia a la espera de su extradición a México, ha significado una mina de oro para los monopolios televisivos, que en la década pasada recurrían regularmente a Andrade para que los proveyera de muchachas jóvenes y de buena apariencia, sin preguntar por métodos de reclutamiento abominables, pero frecuentes, en el medio televisivo. 

Esos mismos monopolios encumbraron a Trevi hasta convertirla en una figura popular, cuyas desgracias judiciales y personales son empleadas ahora, sin ningún rubor, como disparadores del rating para el chisme convertido en noticia y para enderezar la circulación de medios impresos de calidad ínfima y ética nula.

Fundadas o no, las imputaciones legales contra los tres detenidos en Brasil han generado, desde un inicio, incontables reacciones de escándalo, especialmente en los conglomerados del espectáculo a los cuales sirvieron los ahora extraditables. En contraste, los señalamientos de la cantante sobre su supuesta violación reiterada en el tiempo en que estuvo detenida en las celdas de la Policía Federal, en Brasilia, en vez de dar pie a demandas serias de investigación y justicia ante lo que podría ser una grave infracción a su integridad física y derechos humanos, han sido convertidos, por los antiguos patrones de Trevi, Andrade y Portillo, en combustible adicional para sus programas de entretenimiento.

La versión de Trevi en el sentido de que su actual embarazo es producto de repetidas violaciones por parte de policías brasileños resulta particularmente verosímil, toda vez que los abusos y atropellos que se perpetran en las prisiones brasileñas de manera cotidiana son una realidad lamentable y harto conocida. 

Esa simple situación debiera ser suficiente para que instituciones y organizaciones no gubernamentales de ambos países tomaran cartas en el asunto.

Las empresas del espectáculo televisivo tienen una razón clara y contundente para exhibir, ante el caso Trevi, semejante cinismo: la ganancia. No es claro, en cambio, el motivo por el cual las autoridades nacionales se han comportado en forma tan vergonzosa que ni siquiera han enviado un representante consular a investigar y documentar lo que podría ser un atropello inadmisible contra una ciudadana mexicana en el extranjero, al margen de que esa misma ciudadana enfrente, ante los tribunales del país, acusaciones ciertamente graves.
 

 

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