LUNES Ť 3 Ť DICIEMBRE Ť 2001

Hermann Bellinghausen

De parte de nadie

Una oleada de cráneos vivos. Sí, bizarro. Un espeso sonido subterráneo. Oscura alegoría en la que la individualidad se reparte. Los bajotierra, los underdogs que sólo al juntar su voz se hacen oir. Y cómo. ƑLos llamaríamos duendes, o mejor fantasmas?

Duro papel el suyo, siempre son demasiados porque es un mundo injusto. Los menos que nada cargan sobre sus hombros nada menos que el peso de todo. Y tan pequeños; ni Atlas que fueran para sostener además la bóveda del cielo.

Se trasladan y abigarran bajo tierra, se evitan pero no tanto como para lamentarlo, pues un bramido les es común. Serán la continua fricción la que los pone eléctricos. Reunidos echan candela; por separado, dan toques o queman.

Son la hermandad del agujero. Han aprendido a ver en la oscuridad a veces insondable del inframundo. Descreen de la esperanza, la evitan cual si fuera roña, vulnerables como se saben a sus encantos.

Se aferran a una especie de tronco sin mucha razón, al menos expresa. Comparten comiditas y gestos cómplices ante el absurdo cotidiano. Hablan sin abrir la boca, se comunican no se sabe cómo, se entienden en un lenguaje mudo pero rico en señas.

Esta noche la calzada brilla sucia, a causa de la lluvia que ya desfallece y la cantidad de papel y basura que desgarradamente la alfombra. De los accesos al túnel sale un naranja fuerte, no muy neón que digamos, que irradia una vibración líquida muy reveladora.

Hubo violencia hace un rato. Ya recogieron los heridos. Esta vez tan siquiera no hubo muertos. Por la tarde habían salido los bajotierra por sustento y les cayó la tirana. Sin mediar palabra los hicieron hacerse de manos, y de inmediato les recetaron patadas y garrotazos.

La tirana decretó enseguida toque de queda. La gente en los túneles se concentra, rumia, se destila. Allí se han conocido unos a otros y generan descargas que aturden a quien no viene avisado. Disculpe las molestias que esta obra le ocasiona. Echate esa.

Enarbolan puños, costillas, clavículas, y de manera prominente sus propios cráneos. La frecuencia tirana les ha mostrado que a donde vayan ocupan el blanco, son objetivo de tiro, Ƒentendido? Mas oh, la tirana tiene límites que teme más de lo que los conoce.

Luego que los bajotierra han desarrollado una enfadosa y soterrada propensión a durar, al grado de ser los únicos que aparecen en todas las páginas de la historia, mire uno para atrás, o vislumbre los futuros probables.

Infinito karma de la tirana es combatir lo que sabe indestructible. Por más que los aplaste, piojos, su más profunda desgracia es saber, y no obrar en consecuencia, que los bajotierra la sobrevivirán. A ella, a la tirana.

Y conste que puta madre el dolor. Con perdón del respetable, hay cosas que siempre. En los túneles se esparcen un descontento y la certidumbre, fundada o no, de que al amanecer los colores seguirán ahí, donde los dejaron anoche sus amorosas manos de trabajar heridas.

Son los nadie, que danzan (dijeran hechos contra el decoro) y muerden sin necesidad de dientes a volteretas, giros, más que tics del habla. Los bajotierra aman la luz y si cierran los ojos la recuerdan. Por eso la oscuridad no los pierde.

Esta noche, pese a lo ocurrido y la basura, no llueve feo. Serán los pisoteados camellones, o las macetas en los edificios, pero la ciudad huele a barro crudo, vegetación chorreante. A nitrógeno y sus consecuencias. El asfalto muestra las grietas del rostro anciano, pero brilla.

Sale un bajotierra del túnel, descalzo y con un frasco entre las manos. Amarillo intenso. ƑUna molotov? ƑMala cerveza? Qué va. Puros meados. Un recado escrito a risas, y así lo mandan, con literalidad amoniacal que no pasaría ningún examen.

La tirana, en guardia y alerta extrema, deja pasar al del frasco que se traslada con parsimonia francamente graciosa y alcanza el portón del palacio durmiente. Que agarra el tipo entonces, bracea como lanzador abriendo turno y arroja una imbateable curva contra la caoba en puerta.

La tirana, parapetada tras los cascos de acrílico, hipa. Expectación. Qué pasa.. No pasa nada. Uf. Llamarada de petate. Falsa alarma. Se baja las caretas traslúcidas, suelta el gatillo de sus gases, se limpia el sudor de la cara.

En esas, un fuerte bum y es que de veras. En astillas de vergüenza el portón se disipa en un denso olor a qué, opuesto al gas mostaza: un penetrante olor a puerta abierta. Y le brota al túnel la inagotable canción de abajo.