LUNES Ť 3 Ť DICIEMBRE Ť 2001

Ť León Bendesky

Ensamblar

Cuando el filósofo inglés Alfred Whitehead publicó en 1938 una serie de conferencias en el libro titulado Modos de pensamiento, colocó en primer término la noción de importancia. La identificación de lo que es importante se presenta como primer paso en el proceso de pensar; es una actividad esencial para ordenar y jerarquizar los hechos y plantear nuestra posición ante ellos. No es, entonces, una actividad trivial reflexionar sobre los asuntos que son relevantes y la relación que tiene con otras cuestiones que caracterizan una situación determinada y los aspectos que la definen.

En el discurso cotidiano es usual afirmar la importancia de los hechos que uno trata o de los argumentos de los que se vale para exponerlos, sin sentir la necesidad de confirmar o demostrar dicha condición. Lo mismo ocurre con el discurso del poder y la selección que hace de los temas de su atención que, además, son difundidos por el aparato de propaganda oficial y recogidos por los medios de comunicación. La definición de lo que es importante conforma así la agenda del quehacer político, de la promoción de sus propios intereses y de las restricciones que enfrenta.

Para pensar y ubicar la importancia de los hechos y las posiciones que se adoptan ante ellos, dice Whitehead, hay que proceder con el método de ensamblaje como primera etapa. Ensamblar, señala el filósofo, es un proceso inagotable y lo que se consigue es el énfasis en unas cuantas nociones de gran escala, junto con la atención a una variedad de otras ideas que surgen mientras se exponen aquéllas. Hay distintos grados de importancia en las cuestiones que se consideran y una forma en que ellas se conectan. Si este modo de pensar a partir de ensamblar nuestras ideas sirve para ordenar la mente y evitar visiones demasiado particulares, como nos advirtió, ayuda también, sin duda, a escapar un poco de nuestra ignorancia.

Imagino el proceso de ensamblaje de las ideas como modo de pensar, a la manera de esos espléndidos artesanos ebanistas que pueden construir un mueble acoplando de manera perfecta sus diversas partes, sin usar ningún medio extraño al propio material con el que trabajan, sin perforar la madera con clavos ni otros elementos extraños. El ensamblaje del pensamiento es un proceso de trabajo mental que se apoya en la sospecha y va en contra de la certeza. Tal vez por eso signifique una exigencia reconocer dos cosas: primero, que no hay una sola manera de hacer las cosas y que la fatalidad está reservada precisamente a lo que es fatal, y segundo, derivada de aquélla, que existen otros que tienen su propia idea de lo que es importante.

El cambio político en México modificó en principio la imagen de la importancia de las diversas cuestiones nacionales y abrió la posibilidad de actuar en función de un nuevo ordenamiento de los problemas nacionales. Esa posibilidad no se ha manifestado en todas sus dimensiones y hay mucho lugar para replantear lo que esta sociedad considera hoy importante, cuando menos a escala suficientemente general como para hacer que la nación se mueva en una dirección que no sea constantemente cuestionada. Si la sociedad junto con el gobierno y las instituciones que hoy tenemos y otras que se deben crear, son capaces de definir y establecer sobre bases legítimas las cosas importantes y en qué grado lo son, esta transición política tendrá mejor futuro. De otra manera es previsible que aunque se resuelvan algunos problemas de manera coyuntural, no se superen los conflictos que acarrea esta sociedad desde hace muchos años y que no son difíciles de proyectar hacia el futuro.

Hoy todavía no alcanzamos consensos básicos sobre lo que se quiere en México y cómo se puede alcanzar. Ambas cuestiones, qué y cómo, son necesarias, pues de otro modo se pierde la capacidad de acordar las pautas básicas de la convivencia. Esos acuerdos abarcan las pautas del crecimiento y el desarrollo económicos, de la gestión política del gobierno, los partidos y las organizaciones y, sobre todo, de la cohesión social que está cada vez más amenazada por la desigualdad, la inseguridad, la ilegalidad y el achicamiento de horizontes.

La agenda política en el país está aún esencialmente definida por el gobierno. Esa definición debe ampliarse de modo efectivo y ello involucra por necesidad el planteamiento de la importancia relativa de las condiciones que se enfrentan. Esa agenda tiene hoy todavía para la población un contenido negativo, está cuestionada y no es creíble. Alcanzar cierta cohesión en cuanto a esa agenda en el sentido positivo del término parece condición para garantizar un mínimo de convivencia civilizada, que garantice la integridad de las personas y la seguridad como sociedad. Hoy no queda claro cómo se ensambla el pensamiento sobre el país y cómo se fijan las categorías de lo importante, ésa es una de las cosas que está detrás de los reclamos que se hacen al gobierno, incluyendo al Congreso. Hay una alternativa, que es dejar que las contradicciones se agraven tanto que las cosas cambien por otros medios.