Anexión o liberación
Una vez más, durante la decimoprimera Cumbre Iberoamericana. celebrada en Lima, Perú, triunfó la fraseología falsificadora de un puñado de gobernantes con mentalidad anexionista. Emergió la retórica sobre una democracia hueca, de mandatarios que administran Estados recolonizados y que practican un intervencionismo neoestatista en beneficio del gran capital. Otra vez afloraron la manipulación ideológica y los discursos vacuos sobre una "globalización con rostro humano".
La política populista de todo para el pueblo, pero sin depositar en el pueblo el protagonismo. La trampa semántica acerca del imperio de los derechos humanos en países donde, como el caso de México, rige un estado de contrainsurgencia, con paramilitares impunes, como en Chiapas. Episódico en la administración y manejo de la guerra sucia, como demuestra la reciente ejecución de Digna Ochoa. En países donde, como ocurre hoy en España, los torturadores impunes de la guardia civil son condecorados por su vesanía.
También reapareció en Lima la vieja retórica sobre la "integración", vía el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA, proyecto de las trasnacionales estadunidenses). Se trata de un viejo anhelo imperialista, plasmado en la Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América (1890), en los días del naciente expansionismo estadunidense. Sobre ésta dijo Martí a finales del siglo xix: "a todo convite entre pueblos hay que buscarle las razones ocultas". Ahora no hay posibilidad de engaño. El imperio está maduro y las razones del ALCA a la vista: es un proyecto asimétrico que pretende "integrar" a la nación más poderosa del orbe con las economías de países subdesarrollados, endeudados, débiles. La integración entre el tiburón y las sardinas.
En Perú, Vicente Fox habló sobre la mitología de la globalización y las ventajas del "libre mercado". Abogó por el ALCA como la panacea. De nuevo la trampa semántica neopopulista. ¿Por qué? Porque los países de América Latina llegan a la negociación en condiciones muy especiales de debilidad. Una debilidad que obedece, fundamentalmente, a dos razones. Una es la práctica casi generalizada y dogmática en la región de las políticas neoliberales. La otra emana de la propia crisis económica y social generada por dos décadas de políticas de ajuste estructural y sus condicionalidades.
Si las experiencias integradoras del último medio siglo latinoamericano estuvieron basadas en proyectos de defensa de los mercados internos, sobre todo del capital estadunidense ?era una integración con sentido proteccionista?, ahora, con la adopción dogmática del neoliberalismo, el gran objetivo es insertarse en las corrientes de comercio y flujos de capitales del mundo, abandonando la protección del mercado interno. La integración como subproducto neoliberal funcional a las fracciones hegemónicas de las burguesías trasnacionalizadas.
A lo largo de la historia, tres fueron las políticas que se nos ofrecieron en América: el panamericanismo, el latinoamericanismo y los acuerdos regionales. Monroe, Bolívar y Artigas.
De esas tres políticas, el panamericanismo significa, quiérase o no, vasallaje. El panamericanismo es la dirección hegemónica de todo el continente en manos de Estados Unidos, con su "doctrina", la Monroe. El panamericanismo es una farsa, pero su proyección ?hoy vía el ALCA? lo hacen una farsa peligrosa. Encubre una política de absorción o un protectorado peligrosamente real.
La segunda, el latinoamericanismo bolivariano, es una utopía que encubre una oratoria inofensiva; no es necesario demostrarlo. La única fórmula viable y realista es la última: la de los acuerdos regionales que pueden adoptar formas muy variadas. Partimos de la premisa de que la integración económica de América Latina es necesaria, incluso por razones de supervivencia. Una unión monetaria y la coordinación de las políticas económica, fiscal y social, por zonas o sectores, como objetivo estratégico; sin caer en los viejos errores de los mercados ultraprotegidos, pero sí con clara preferencialidad latinoamericana frente al tratamiento que se conceda a terceros países. Una integración regida por principios de concertación, coordinación, complementación, reparto equitativo de los beneficios, reconociendo la debilidad de los países de menor desarrollo, apoyo mutuo y solidaridad.
La coincidencia neoliberal entre Estados Unidos y América Latina hace posible el proyecto del ALCA, que de entrar en vigor significará una profundización de la dependencia y la subordinación de nuestros países. La salida panamericanista, neomonroísta. Lo opuesto de una integración liberadora.
Un objetivo del ALCA es minar y paralizar la integración económica latinoamericana. En particular, Washington quiere liquidar el Mercosur y todo intento de integración regional propia, autónoma, latinoamericana. Para nuestros países, será una integración periférica subordinada e integrada a los circuitos trasnacionales como productores de materias primas y de bienes intermedios. No es concebible la integración en la dependencia. La integración es un acto político de países soberanos. No habrá desarrollo sin integración, ni integración sin desarrollo, lo que significa que la integración es una medida entre otras.
Si el objetivo es la integración, el enemigo es el imperio y las trasnacionales. Esa ha de ser la estrategia para construir una nación de repúblicas. La otra integración posible, habrá que ir construyéndola con la acción consciente de las fuerzas populares