SABADO Ť Ť DICIEMBRE Ť 2001

ƑLA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

Mexhincados

MEXHINCADO ES NEOLOGISMO que hace años me inspiraron esos taurinos que pretendiéndose mexicanos no tienen inconveniente en postrarse ante lo extranjero en general y ante lo español en particular. Desde los empresarios hasta los mozos de espadas, pasando por ganaderos, periodistas y autoridades, esta otra versión del malinchismo pretende revestirse de un falso refinamiento, ya por acomplejada convicción, ya por estímulos diversos.

RIGORISTAS Y DESCALIFICADORES al valorar a los diestros nacionales, su entreguismo exhibe una patológica disposición al éxtasis ante lo bueno, regular o malo que hagan los importados, con la ilusión de que ello les confiere estatus como aficionados y rango de conocedores cosmopolitas. Lo bueno que acá haga un coleta mexicano "tiene poca importancia, pues lo hace ante toros carentes de edad y trapío"; lo que ejecute un visitante "demuestra oficio, arte y profesionalismo", así haya sido realizado con esas mismas reses disminuidas.

COMO FOCAS AMAESTRADAS, estos mexhincados aplauden los dependientes criterios importadores de las empresas, con la mansa aceptación de que aquí, por inconfesadas pero evidentes razones, ya no pueden surgir toreros con arrastre -con sello, celo o seso- que hagan renacer los partidarismos y metan de nuevo a la gente a las plazas.

SI HOY RESULTA paradójico hablar de fiesta brava mexicana cuando el país padece -por falta de voluntad e imaginación empresarial- la mayor dependencia taurina de los últimos 50 años con respecto a España, bueno es recordar que, al igual que hace casi cinco siglos, los responsables de aquella conquista y de esta dependencia seguimos siendo los habitantes de estas tierras, no los que llegan e imponen sus condiciones. En los toros y en lo demás.

ANTE UNA GLOBALIZACION en la que unos debemos estar abiertos a todo, mientras otros lo están sólo a lo que les conviene, en materia taurina al mexhincado le resulta imposible ser internacionalista y a la vez localista, mexicanista lúcido e hispanista digno, admirador del arte sin fronteras sin denigrar el propio, y nacionalista sano sin avalar atracos e ineptitudes.

ESTE SERVILISMO DE espíritu, en lugar de una actitud de servicio recíproco con propios y extraños, da como resultado, entre otros errores, ociosos carteles de larga duración, con cuatro toreros -dos de ellos españoles sin imán de taquilla aquí- y ocho toros, que apenas atraen a unos 20 mil espectadores, medio aforo de la desprestigiada plazota.

PERO MIENTRAS LAS fuerzas vivillas del espectáculo -empresa, ganaderos, autoridades y crítica especializada- sigan adoptando y aplaudiendo tan vergonzoso coloniaje taurino, sustentado en la irresponsabilidad de anunciar toros cinqueños sin trapío y, lo más grave, sin bravura, pero dóciles para el toreo bonito; mientras los jueces de la plazota, por temor o por compromisos, continúen abaratando las orejas concediendo premiaciones abyectas, y mientras la Comisión Taurina del DF prefiera llevar la fiesta en paz, habrá que repetir con el soso ripioso: "En la ciudad de la esperanza ni para el post mortem alcanza".