Ť El momento cumbre de un actor es cuando buscas al personaje: José Carlos Ruiz
''Tuve que pelearme conmigo mismo para salir del estereotipo de Juárez''
Ť Durante nueve meses interpreté al Benemérito; después no me querían dar otro papel, recuerda
Ť El verdadero actor siempre estará ahí, así tenga 80 años; los demás son flores de un día
ROSA ELVIRA VARGAS
En José Carlos Ruiz hay una honestidad que desarma cualquier pretensión de malicia en el interlocutor, como cuando asegura: ''tuve que pelearme casi a patadas conmigo mismo para poder salir del estereotipo de Juárez''.
Detrás de esa afirmación está no sólo la voluntad y la lucha del actor por evitar que la historia mexicana literalmente lo aplastara, sino también por algo más simple y tangible, como conseguir trabajo.
Por fortuna lo logró, pues de otro modo quedar marcado como la rencarnación del Benemérito de las Américas nos hubiera privado de verlo en filmes tan importantes para el cine mexicano como Goitia, Los albañiles, El apando, Fuego en el mar, Dos crímenes, Vidas errantes y muchas otras. Ubicarlo, en síntesis, entre lo mejor que ha dado la actuación en México en las últimas décadas.
Con todo, José Carlos Ruiz no resuelve aún
el dilema de en qué consiste ser primer actor. Pero sí sabe
otras cosas de su oficio: ''en la actuación, como no hay cornadas,
hay un montón de gente que se gana unos centavos, se liga a la muchacha
y, si le va bien y el productor es su amigo, le dará un estelar
y andará por ahí medrando''. Y puntualiza: ''Pero el verdadero
actor siempre estará ahí y no se morirá de hambre,
así tenga 80 años y se le caigan los dientes, esté
calvo y arrugado. Mientras memorice y hable, estará vivo. Los demás
son flor de un día''.
En la vehemencia que acompaña su voz grave están
expuestas además las razones de la que llama su pelea incesante
por estar vivo ''y hacerlo sin que te pese porque estás en lo que
te gusta'', y por esa vía alcanzar lo que para él representa
el placer, la cumbre, lo sublime: ''encontrar a tu personaje''.
Como muchas de las cosas que marcan y definen, él también llegó al teatro por accidente. ''Deambulando por los pasillos de la academia donde estudiaba guitarra, en una puerta leí: Salón de teatro. Me metí y vi a un muchacho y a una muchacha que estaban peleando y al final se abrazaban, se daban un beso. Yo me dije, '¡hijole, como en el cine!' Y me quedé en esto desde hace 43 años. Descubrí mi vocación y mi vida, mi porqué y mi sino.''
Sin embargo, algo parecido a la timidez lo invade cuando el diálogo lo separa del tema de la actuación. Comenta que ha escrito mucho, que le apasiona la poesía, pero que todo lo hace sin mayor pretensión. ''Seguramente soy mejor lector que escritor, pero lo hago para salvarme de la desesperación, de la pausa, del no servir para nada. Un actor que no está ejerciendo debe sentirse muy desolado, inútil, triste, pobre diablo. Eso sí, siempre lo salva el llamado de mañana.''
De Bellas Artes a El apando
-En sus inicios usted hizo sobre todo teatro...
-Empecé en las compañías de Bellas Artes ?soy egresado del instituto? y seguí en la del Seguro Social. Ahí se hizo lo que llamo la época reina del teatro en México, dirigido por Ignacio Retes, aunque también llegaron por ahí como invitados Pepe Solé, López Moctezuma y otros... hicimos lo mejor de la dramaturgia universal. Lo que sucede es que me empacho de teatro. Diario, diario, diario durante 15 años es mucho tiempo de la vida, aunque eso, claro, me dio una gran solidez como actor, me enseñó muchas cosas. Pero llego al cine, ¡y no tiene nada que ver con el teatro!
-¿Trabajó en lo que también se llamó entonces el nuevo cine mexicano?
?Sí, fue la apertura de Echeverría en los 70. Se abrieron las puertas a directores, a una nueva temática. Yo había entrado al cine un poco antes, pero no había hecho nada importante. Viento negro, si acaso. Es en El apando cuando realmente empiezo a hacer el mejor cine de mi época. Entran nuevos directores: Araiza, Fons, Felipe Cazals, Juan Antonio de la Riva, Olhovich, un montón de gente. Y entramos también los actores que tenemos el tipo de mexicanos y que antes no teníamos cabida en el cine nacional.
-¿Por qué? ¿Cómo define el cine de la etapa anterior?
-Una especie de híbrido. Seguramente hay por ahí alguna película que se salve, ¿no? Siempre hay cine bueno y cine malo. Pero en la apertura que hace Echeverría se tocan las ficheras, la infidelidad, la traición, el asesinato, la religión, la economía. Un montón de cosas que no se habían tocado antes.
-Era casi todo cine financiado por el Estado, que al mismo tiempo se encargaba de censurarlo...
-Puede sonar paradójico o contradictorio, pero así era. No se podían decir malas palabras ni tocar determinados asuntos. No había desnudos integrales, no se podía tocar al Estado, como pasó después en Rojo amanecer o en La ley de Herodes.
''Las películas tenían que situarse en otra época y la gente daba por entendido que estaba haciéndose crítica social, pero nunca de manera directa ni franca como ahora se puede. Yo tuve la fortuna o la desgracia de trabajar con el Estado todo el cine que hice. Pero a éste además, nunca le ha interesado hacer cine. Hace política. De ese modo, financiaba películas, digamos como El apando, que es muy importante, pero la mandaba a exhibición sin diez centavos de publicidad.
''Entonces, al final del sexenio, el gobierno decía: 'hicimos El apando y costó tanto dinero y quién sabe qué'. Hoy veo las páginas enteras de los periódicos anunciando una película nueva. Esto es muy importante, pues al cine hay que publicitarlo, decir 'vengan, aquí estamos'''.
-Aquel se volvió cine de culto...
?Pues sí, porque lo veían veinte personas y después en cineclubes. No importaba que esas películas hubiesen costado muchísimo. Así el gobierno podía informar: ''se produjeron tantas películas durante el ejercicio de fulano de tal; aquí están los dineros''. ¿Cómo les fue? No importaba. Ese era el resultado.
''¡Yo soy actor, no Juárez!''
-¿Es el momento en el que entra a la televisión?
-Incluso antes que en el cine estuve en la televisión y combinaba con el teatro porque había manera de hacerlo; además, yo no hacía papeles importantes sino muy breves en televisión. Hasta que hice Juárez, a lo largo de nueve meses, todos los días.
-¿En El carruaje?
-Sí, y de ahí empiezan a salir las cosas de cine. Curiosamente Felipe Cazals hace la película Aquellos años sobre una semblanza de Juárez y su época. Con Juárez, todo mundo le dijo al director ''háblale a José Carlos porque tiene un año de publicidad en la televisión'' (con ese personaje). Felipe no me habló a mi, sino a Jorge Martínez de Hoyos. Duraron cuatro días en cartelera. Tronó miserablemente.
''Claro, yo tampoco quería haber hecho a Juárez toda mi vida, no me interesaba estar haciéndolo una y otra y otra vez. Tuve que salirme y pelearme a patadas casi conmigo mismo para poder salir de ese estereotipo.''
-¿Qué le pasa a un actor ante una situación así?
?Creo que es más lo que pesa en la gente que en uno mismo. Yo no estudié para hacer Juárez. Vamos, si hubiese estudiado para eso, ya hubiera terminado. Ya la hice, ya triunfé con Juárez y mi carrera hubiera terminado. Yo soy actor, pero la gente no me daba trabajo porque pensaba que yo era Juárez.
''Los productores me decían, 'aquí no trabaja Juárez. No hay chamba para ti'. En Televisa mismo, ya murió el argentino, ¿cómo se llamaba? Astor, sí, Raúl Astor. El daba los papeles y me decía: 'hermano, qué te doy. No hay nada de Juárez'.
''Y yo le respondía: '¡Yo no soy Juárez, mano! ¡Perdóname! Ustedes me metieron en este pozo, sáquenme por favor de él.'''
-Un drama para usted...
-Sí. Me fui a hacer Noches tapatías, a decir versos, a cantar canciones, corridos, a hacer sketches y todo. Luego hice venturosamente Los albañiles en teatro; cinco temporadas, con un papel maravilloso, el de don Jesús, el viejito; luego El apando. Todo para salirme.
-Pero inicialmente debió significar un honor hacer a ese personaje.
-Maravilloso. Para mí fue un premio enorme en mi vida haber hecho Juárez.
-Claro, como mexicano...
-No, ni siquiera por esas cuestiones patrioteras. Simplemente como actor era un reto. Se trataba de un personaje demasiado hermético, enclaustrado en su propia personalidad, en su carácter. Hacerlo con todas esas limitaciones, cero gestos, cero ademanes, cero inflexiones de voz, era muy difícil. Entonces, en Televisa se pensó qué hacer para desmitificar a esa piedra que es Juárez. Y se hicieron libretos muy humanos con un director que es muy inteligente, Raúl Araiza, y con Ernesto Alonso como productor, también muy inteligente.
''Y empezamos a hacer de Juárez no la piedra sino el ser humano, el que se enamora, el que es débil, el que duda, el que en un momento dado recula. De ahí el éxito del personaje, que hicimos de él un ser humano común y corriente.''
-¿En qué año se hace El carruaje?
-En 1972, para la conmemoración del triunfo de
la República de 1872. Pero luego de ahí, para zafarme de
este compromiso, de ese estereotipo, no mío, no estaba en mí.
A mí me hicieron subir ocho kilos para dar el personaje, me quitaron
la ceja, me cortaron el pelo, me plancharon luego la levita. ¡Pero
yo no soy Juárez! Me costó mucho trabajo. Todavía
a 30 años de distancia hay quien me dice: ''¡ah, cómo
lo recuerdo haciendo Juárez!'' o ¡señor licenciado!
o ¡don Benito!
-¿Usted fue sólo Juárez en El carruaje?
-Primero lo hice en una telenovela que se llamó Maximilano y Carlota, nada más que ahí ocurría una cosa chistosa, la serie trataba del perfil romántico de Maximiliano y Carlota y de pronto por ahí aparece Juárez y manda matar al emperador. Entonces, quedaba como villano. Luego, el Juárez de La tormenta es sólo un personaje episódico.
''Llega El carruaje, donde sí se da toda la gesta maravillosa de don Benito Juárez y donde participo de una manera abierta, estelar. Luego, María Elena Marqués, que hacía de mi esposa, y yo, nos fuimos de gira con una obrita que yo armé ?pedí permiso a Televisa y a los autores para ensamblar escenas?. La gente la recibió maravillosamente bien. Regresamos al Distrito Federal con gran éxito y dije: 'bueno, se acabó Juárez hasta el próximo centenario'.''
''Los estereotipos me vienen holgado''
-Ha hecho muchas otras telenovelas.
-Sí, ahora por ejemplo llevo siete telenovelas casi de manera continua. Tengo exclusividad con Televisa y he hecho papeles muy importantes en María Isabel, Soñadoras, La casa en la playa, Morir dos veces, Mas allá del puente y, la última, Atrévete a olvidarme.
-En las telenovelas se observa que usted ha ido cayendo en otro estereotipo, el de villano. ¿Es así?
-En realidad ya no le tengo miedo a los estereotipos. Mira, ¡después de Juárez, me vienen holgado! No es así. En María Isabel no hacía de villano sino del papá de ella, un viejo bondadoso y muy tierno. En Más allá del puente, también. En Soñadoras sí era el villano, un hombre enamoradizo, narcotraficante pero filántropo también, bondadoso, generoso... en fin, un personaje muy rico en emociones.
''Hay villanos románticos, villanos enamorados, villanos crueles, villanos bondadosos, etcétera. Siempre le busco al personaje algún asegún que equilibre la maldad; que no sea sólo el terrible que ve y mata y se ríe y se relame el bigote. Ese tipo de personajes lineales, cuadrados, a mí no me interesa.''
''En telenovelas no sabes lo que quiere la gente''
-¿Por qué vemos a los actores de primera línea sólo como elementos de soporte a los nuevos rostros, a las caras bonitas?
-La telenovela es un género que tiene un estilo, una forma y un diseño donde por lo general un joven y una joven son los protagonistas. Hay muy pocas oportunidades para que ese rol corresponda a un actor maduro, viejo, porque eso no es comercial. La gente está esperando siempre a la güerita, a la bonita de los ojos verdes, al joven guapo, alto, bien parecido, buen mozo.
''Pero además, la televisión tiene un compromiso muy grande. El programa de hoy a las ocho de la noche lo ven veinte millones de personas, ¿sabes cuántos años se necesitan para que El apando lo vean veinte millones? Mil años. Entonces, no hay que menospreciar ese compromiso, aunque lo que ocurre es que no siempre el producto es muy importante.
''A veces se han hecho cosas como, qué te diré, Pueblo chico, infierno grande, la telenovela de Verónica Castro. Un asunto nuevo, con nombres nuevos, con todo nuevo. Fue un fracaso. A la gente no le gustó.''
-¿Ocurrió lo mismo con Atrévete a olvidarme?
-Igual. No sabes qué quiere la gente. La telenovela tronó. ¡Y mira que tenía reparto! Jorge Salinas, Adriana Fonseca, Alexis Ayala, Adriana Roel, Raquel Olmedo, Ignacio López Tarso. Y fue el rating. No dio.
-¿Cuántos capítulos llevaban ya grabados?
-Ciento diez.
-¿Y cuántos se transmitieron?
-Cinco semanas, 25 capítulos.
-¿Qué sucede entonces?
-Creo que estamos en una época de transición. No sé si tengamos que atrevernos a más. Si por mí fuera yo estaría tocando a Rulfo, a Arreola, a Rojas González, Cortázar, García Márquez, lo que fuera. ¡Imagínate qué maravilla hacer una telenovela de Pedro Páramo! Pero, ¿jugar a perder?
''Me muero por hacer comedia"
-¿Cómo se hace un personaje?
?No puedo hablarte de la receta universal sino de mi manera de encontrarlo. Lo primero que hago es leer muchas veces la obra para enterarme realmente de qué se trata, qué quiere decir el escritor. Después, cómo es mi personaje y los demás personajes en relación conmigo y yo con ellos; luego, cómo viste, como habla, qué edad tiene, cómo camina, cómo duerme, por qué es neurótico, por qué es bondadoso.
''Uno de los momentos cumbres del actor, de los más placenteros, al menos para mí, es el laboratorio, cuando buscas el personaje, cuanto te preguntas. Es gratificante, es laborioso, es emocionante, romántico.''
-Usted fácilmente volvería al cine, ¿y al teatro?
?No es difícil ni fácil, m'hija. Lo que sucede es que si en este momento no hay más que televisión, pues qué te queda sino hacerla, pero eso sí, ¡con toda tu alma! ¡Nada de salirse por la torera! Yo no respeto a ese actor. Si me hablan de una obra de teatro maravillosa, ahí voy; si me sale una película bellísima, pues a ver qué hago pero le entro.
-¿El caso es actuar?
?Yo estoy a expensas de que me llamen mañana a trabajar. Es para mí el máximo premio de la vida tener llamado mañana y si no, buscarlo, propiciarlo. Por lo menos hacerles ver que estás vivo, que quieres trabajar, que estás a la disposición, que no tienes compromisos.
-¿Nunca hizo comedias?
?Me muero por hacer comedia... siempre me he quedado en la puerta, en la antesala de la comedia que me gusta tanto, pero ¡con esta cara de inglés!, de jijo de tal por cual, nada más me hablan para puras cosas terribles.
-Dice que cuando no está actuando suele escribir.
-No creo que mis intentos sean fallidos. Escribo para salvarme de la desesperación, de la pausa. Llega el momento del trabajo y mando al diablo el lápiz, el cuaderno, porque mañana tengo llamado. Me echan a andar, me dan cuerda.
''A los mexicanos nos han engañado mucho''
-Y el país ahora, ¿cómo lo ve?
-Yo vengo de los 40, de los 50, que para mí representa la época dorada del mundo, la posguerra. México era de eso que ya no hay en el mundo. Este Coyoacán donde estamos era maravilloso. Hoy hay un puesto cada dos metros y pasa un camión cada 30 segundos. Coyoacán era evocador, romántico, bucólico, húmedo, bello. Y así era todo México.
''En realidad creo que el problema consiste en que el mexicano no se ha dado cuenta que es más barato un condón que un hijo y los tiene a lo tarugo. Y ya que tiene muchos le echa la culpa a Dios, porque dice que los hijos que Dios quiera. La explosión demográfica es una de las enfermedades de la humanidad.''
-¿Cómo somos los mexicanos, según usted?
-Somos resentidos. Nos han engañado mucho. Desde la conquista, la insurgencia, la Revolución, Tlatelolco. Todo esto ha sido una vil pachanga a todo dar. Lo importante es que cada uno asumamos nuestra responsabilidad, que yo decida cómo quiero vivir, que no tire la basura, que no raye las paredes, que no desperdicie el agua, que no arranque los teléfonos, que no pinte la pared con grafiti, que no me eche a correr sin pagar el café, que no asalte al que trae su pobre salario de 15 días porque tengo hambre, él también tiene hambre. Yo creo que todo esto no necesitamos ir a la universidad para comprenderlo.
Sin duda, su congruencia desarma.