SABADO Ť Ť DICIEMBRE Ť 2001

Ť Jaime Sabines cantó al árbol, al platanar, a las raíces, a la tierra, a la lluvia...

La Lacandona, defensa de una selva desde las trincheras de la poesía y el activismo

Ť Montes Azules es un sistema ecológico fascinante, frágil e irremplazable

CLAUDIA GOMEZ HARO ESPECIAL PARA LA JORNADA

Para Jaime Sabines (Chiapas, 1926), nacido en el sureste de México, la escritura es nada más un testimonio de lo que pasa, jamás un acto premeditado; acontecimiento humano que se encuentra en todos los escenarios: la calle, el parque, el burdel, la habitación, el lecho amoroso, la selva... donde la vida ocurre igual que la poesía: impúdica, sorpresivamente, a todas horas. En su poesía hay esa llamada de atención que advierte sobre lo apenas visto en la naturaleza que sabiamente nos arropa y nos da la vida. Que nos descubre y deslumbra respecto de todo aquello que concierne a nuestro hábitat.

Francotirador de las letras, lo llamó Fernández Retamar, y francotiradores llamo yo a todos aquellos que, como Sabines, realizan titánicos esfuerzos en la defensa de la Selva Lacandona, defensa guerrera y poética a la vez si entendemos poesía como principio creador. Sabines cantó a la naturaleza: al árbol, a las hojas verdes, al platanar, a las raíces, el agua, el follaje, la tierra, el aire, la lluvia...

 

šQué fresca es la sombra del plátano! De una hoja de plátano se desprenden infinitas hojas de agua que están descendiendo siempre. Me gustan las hojas verdes, acanaladas, y, los racimos, y los retoños unánimes, agudos, como una bandada de peces hacia arriba.

 

En estos días visitamos la Estación de Chajul, en Chiapas, a orillas del río Lacantún, en tierras propiedad de la comunidad lacandona, y dentro del polígono que delimita la reserva de la biosfera de Montes Azules.

Las áreas naturales protegidas son porciones terrestres o acuáticas del territorio nacional representativas de los diversos ecosistemas, donde el ambiente original no ha sido esencialmente alterado por la mano del hombre. Nacen mediante un decreto presidencial que regula estrictamente el uso del suelo y las actividades que pueden llevarse a cabo.

Deforestación sin freno

La reserva de Montes Azules en la Selva Lacandona es un sistema ecológico fascinante, producto de miles de millones de años de evolución y de cuya presencia y funcionamiento se derivan productos y servicios ambientales necesarios, valiosos e irremplazables.

Es un sistema frágil que hemos destruido en 70 por ciento y seguimos destruyendo, a pesar de voces como las de Jaime Sabines y Julia Carabias, Mario Gómez y algunos más, quienes desde la trinchera de la poesía y el trabajo inteligente y responsable demandan la urgente comprensión de toda la sociedad para conservarla.

''La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra", nos dice el gran jefe Seattle de las tribus aliadas de la Soda de Puget (1854).

Sabines, en el canto VI de Adán y Eva escribe: ''...árbol continuo, nos atraen tus hojas instantáneas, tu tronco permanente. Déjanos estar junto a ti (...) Déjanos estar en tus párpados incesantes".

Ellos sabían que así como la tierra es nuestra madre, todo lo que ocurre en ella repercute en nosotros que somos parte de la trama de la vida, ya que todos los seres respiramos un mismo aire y saciamos nuestra sed con la misma agua: el hombre, la bestia, el árbol, la planta, el fruto...

Las selvas altas perennifolias ocupaban originalmente cerca de 12 millones de hectáreas, extendiéndose desde el sur de Tamaulipas hasta Chiapas, incluyendo buena parte de Veracruz, Tabasco, Campeche y algunas porciones de San Luis Potosí, Hidalgo y Oaxaca. En la actualidad ha quedado reducida a 10 por ciento de su extensión original. En el transcurso de pocas décadas hemos perdido cerca de la mitad de los bosques templados.

La deforestación de bosques, selvas y zonas áridas avanzó en la década pasada a un ritmo estimado de cerca de 600 mil hectáreas al año, según datos de la entonces Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, el año pasado.

Familiarizarse con la selva de Chajul y aprender de la gran diversidad biológica que caracteriza ese ecosistema fue fasclagoinante; árboles inmensos y plantas que viven encima, debajo, alrededor y dentro de ellos, nidos de termitas; ''carreteras" de hormigas arrieras, tucanes, garzas, trogones, oropéndolas, carpinteros, loros y guacamayas rojas. Arboles de gran tamaño: ceibas, ramones y matapalos que se elevan sobre un sotobosque (vegetación de poca estatura que crece debajo de los árboles) poco denso. Hules, en cuya corteza se ven cicatrices hechas por los chicleros para recolectar su látex. Palmas, pitas, calateas y corozos, cuyos frutos, al fermentarse, sirven de alimento embriagador a la guacamaya roja en un frenesí tropical único.

Subir por el río Lacantún era como volver a los principios, cuando la vegetación se amotinaba y los árboles eran reyes, como decía Joseph Conrad.

Sin embargo la selva tropical es mucho más que una colección de especies animales y vegetales. Como bien nos explicó Laura Warman, es un espacio donde tiene lugar un sinnúmero de procesos ecológicos e interacciones, cuyo producto son las especies.

De hecho se podría decir que la biodiversidad es una manifestación del universo de interacciones que se dan en ese lugar, basta conocer la relación mutualista que establecen las acacias con algunos tipos de hormigas. En esta asociación, las plantas utilizan energía para producir una secreción que alimenta a las hormigas, además de proporcionarles un lugar donde anidar. A cambio, éstas atacan violentamente a los animales y plantas que ponen en peligro a quien las hospeda. Así la selva se me reveló en toda su increíble riqueza, complejidad y belleza.

El agua, protagonista del siglo XXI

De día y de noche la selva presenta una serie de retos para los organismos que ahí viven. Hay pocas cosas tan fascinantes como sentarse a observar el amanecer; los sonidos cambian, las aves diurnas cantan otra melodía, los grillos y mil insectos más salen de sus refugios e inundan con sonidos matutinos; las chicharras modifican su volumen. Las lianas y trepadoras buscan llegar al sol del dosel, abrazando, enredándose, trepando por los árboles en un súbito acto amoroso. Cada familia de saraguatos anuncia enfáticamente que está por amanecer.

La Selva Lacandona en Chiapas contiene 20 por ciento de la biodiversidad de México en una superficie que representa tan sólo 0.16 por ciento del territorio del país. En 14 años la cobertura vegetal ha disminuido 41.8 por ciento respecto de su superficie inicial a un ritmo promedio de 33 mil 500 hectáreas anuales. Hoy la Lacandona tiene una superficie de un millón 879 mil 528 hectáreas, de las cuales 465 mil están en buen estado de conservación porque son áreas naturales protegidas. Si consideramos que la tasa de deforestación en esta zona (3.8 por ciento anual), es de las más altas en el mundo y la más alta del país, de no hacer algo por frenar este deterioro, la superficie de boguacamayasques y selvas originales desaparecerá para el año 2015.

Otro de los aspectos relevantes del área consiste en que aquí se encuentra la mayor captación de agua en México; la precipitación media anual es de 3 mil mm. Además es el macizo montañoso de selva más importante de Mesoamérica, junto con el Petén guatemalteco, Belice, Campeche y Quintana Roo. Si bien el petróleo fue el recurso natural protagonista del siglo XX, en el siglo XXI será el agua.

A lo largo de la historia hemos considerado inagotables los recursos naturales. Pero es claro que de ahora en adelante debemos tomar conciencia de que los recursos naturales son finitos, entender las múltiples consecuencias de este hecho y cambiar irremisiblemente nuestros enfoques, visiones y manera de hacer las cosas para ceñirlos a esta nueva realidad.

Bajo las consideraciones anteriores, vale la pena reflexionar sobre los posibles escenarios en un futuro relativamente cercano. No es posible pensar que la especie humana progrese mientras el medio natural que la nutre perece.

Así como Sabines, el gran jefe Seattle y otros preocupados por el tema, debemos emprender el rescate de nuestra biodiversidad amenazada, reconociendo su extraordinario valor, ya que la responsabilidad de su conservación y permanencia atañe a todos los sectores que conforman la sociedad y no sólo a los gobernantes, pues es parte de nuestra cultura y necesidad vital.

Termino esta breve crónica peregrina compartiendo con ustedes, queridos lectores, el canto III de Adán y Eva de Jaime Sabines que dice:

 

-ƑHas visto cómo crecen las plantas? Al lugar en que cae la semilla acude el agua: es el agua la que germina, sube al sol. Por el tronco, por las ramas, el agua asciende al aire, como cuando te quedas viendo el cielo del mediodía y tus ojos empiezan a evaporarse.

Las plantas crecen de un día a otro. Es la tierra la que crece; se hace blanda, verde, flexible. El terrón enmohecido, la costra de los viejos árboles, se desprende, regresa.

ƑLo has visto? Las plantas caminan en el tiempo, no de un lugar a otro: de una hora a otra hora. Esto puedes sentirlo cuando te extiendes sobre la tierra, boca arriba, y tu pelo penetra como un manojo de raíces, y toda tú eres un tronco caído.

-Yo quiero sembrar una semilla en el río, a ver si crece un árbol flotante para treparme a jugar. En su follaje se enredarían los peces, y sería un árbol de agua que iría a todas partes sin caerse nunca.