SABADO Ť 1Ɔ Ť DICIEMBRE Ť 2001
Juan Arturo Brennan
Mucha música, poca gente
En fechas recientes se ha agudizado un fenómeno que, además de preocupante, es descorazonador. Poco a poco nuestros escenarios musicales se quedan vacíos; con frecuencia creciente, más músicos están tocando y cantando para menos personas. Una parte importante de este estado de cosas se debe sin duda a la actitud conformista de un público que sólo va a escuchar caballitos de batalla, sin importar quién los interprete, o que sólo se aparece por las salas de concierto cuando se presentan divas y divos de prestigio garantizado, siempre y cuando no aborden repertorios fuera de lo común. Sin embargo, los mecanismos de promoción y difusión también comparten la responsabilidad de estos vacíos musicales. Por ejemplo...
Ante una concurrencia tristemente escasa, se presentó hace unos días en la Sala Nezahualcóyotl la Orquesta Percutoris de la Escuela Nacional de Música de la UNAM, bajo la dirección de Julio Vigueras, para ofrecer un concierto que merecía mayor difusión y mayor respuesta de público, tanto por el repertorio como por la calidad de las interpretaciones. Cabe recordar que hace un par de décadas, la Orquesta de Percusiones de la UNAM (germen y raíz original de la actual Percutoris) ocupaba un lugar destacado en el quehacer musical de México, a través de sus propias temporadas, sus participaciones en el Foro Internacional de Música Nueva, su colaboración con la Compañía Nacional de Repertorio Nuevo, etcétera.
Al paso del tiempo, la visibilidad y proyección de la Orquesta de Percusiones de la UNAM disminuyeron de manera notable, en buena medida debido a políticas miopes y mezquinas de funcionarios universitarios de aquel tiempo, aunque también ocurrieron algunos conflictos internos en el grupo. Algunos de aquellos buenos percusionistas hicieron carrera de solistas, y del núcleo original de la orquesta surgió el grupo Tambuco, que hoy tiene entre nosotros una presencia relevante. El caso es que, con perseverancia singular, Julio Vigueras ha mantenido el dedo en el renglón, y con la Orquesta Percutoris sigue hoy una línea de conducta musical semejante a la planteada originalmente con la Orquesta de Percusiones de la UNAM.
El programa en cuestión se inició con una versión seca y austera (como debe ser) del cuarteto de cuerdas Música de feria, de Revueltas, en cuarteto de marimbas. La ejecución fue rítmicamente precisa y de buen control dinámico para permitir claridad en las diversas voces.
Después, Juan Carlos Cirujeda se hizo cargo, con aplomo y seguridad notables, de la parte solista del sabroso Concierto para marimba y percusiones de Ney Rosauro, que en su segundo movimiento ofrece un refinado tejido colorístico. Enseguida, Vigueras dirigió la compleja obra Momentum, de William Kraft, compositor especialista en asuntos percusivos. La partitura, ejercicio compositivo más intelectual que sensorial, contiene algunos elementos estructuralistas no lejanos en su concepción a los que pueden hallarse en la Toccata para percusión de Carlos Chávez.
Y después, el plato fuerte de la noche: la Cantata para América mágica, una de las obras más importantes del periodo maduro de Alberto Ginastera. A una línea vocal compleja, angulosa, expresiva, de grandes intervalos (bien cantada por la soprano Irasema Terrazas) se añade un enorme grupo de trece percusionistas, dos pianos y celesta, a través del cual Ginastera alterna acumulaciones sonoras enormes y poderosas con refinadas y sutiles combinaciones colorísticas; es el caso, por ejemplo, de los movimientos segundo, cuarto y quinto de esta sólida obra del gran compositor argentino.
Para concluir, la Orquesta Percutoris hizo una ejecución sabrosa y extrovertida del Blues and chaser, de Jared Spears, en la que Vigueras y sus músicos soltaron las manos para meterse de lleno a la síncopa y el contratiempo, demostrando entre otras cosas que una orquesta de percusiones puede tener un repertorio más amplio y variado de lo que el público puede imaginarse.
Durante este buen concierto de la Orquesta Percutoris fue posible ver y oír a un grupo de jóvenes percusionistas de nivel técnico alto y homogéneo y con buena capacidad de adaptación a repertorios diversos. Ello es, sin duda, el resultado de la paciente labor pedagógica de Julio Vigueras, quien a lo largo de los años ha puesto énfasis en el entrenamiento disciplinado de numerosos percusionistas. En suma, un muy buen concierto de percusiones que merecía mayor atención.