Luis González Souza
Fernando Carmona vive
Calladamente, sin aspavientos -igual que su sencilla, vertical y fértil vida-, Fernando Carmona de la Peña se nos fue. Murió hace un mes apenas, y ya lo extrañamos. Pero sólo murió biológicamente, tras larga y tenaz lucha contra el infarto, como lo fueron todas sus luchas, toda su vida-lucha por un México tan independiente como justo y próspero.
Pero Carmona vive, y harto vivirá, en lo mero principal, es decir, en el terreno de las siembras y las enseñanzas, de los ejemplos y los ideales, de los afectos y las emulaciones. Sencillez, congruencia y perseverancia, es el legado que nos deja, si hubiese que resumirlo mucho. Carmona aún vive y harto vivirá en los corazones de quienes contamos con el honor de ser sus amigos.
Por desgracia, nosotros lo conocimos más bien tarde, hacia fines de los setenta del siglo pasado. Para entonces él ya tenía unos 30 años de haber regresado de su impactante y fructífero encuentro con la verdadera economía -la economía política- en la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, donde también nosotros estudiamos en 1976 y 1977. También Carmona ya había concluido su meteórico y vertical paso -a la Narciso Bassols- por el servicio público. Y habían concluido sus pininos en la lucha revolucionaria de nuestro país, a través de un amplio abanico de esfuerzos desde la revista Indice, dirigida por el mencionado Bassols, hasta el Movimiento de Liberación Nacional, decisivamente animado por el general Lázaro Cárdenas, a principios de los años sesenta, cuando comenzaba a arreciar la necia y artera ofensiva de Estados Unidos contra Cuba. Tuve el honor de conocer, pues, a Fernando Carmona cuando su militancia, siempre hombro a hombro con Alonso Aguilar, otro ejemplar luchador de nuestra época, ya se plasmaba en las páginas de la inolvidable revista Estrategia, así como de la Editorial Nuestro Tiempo, y cuando terminaban de sembrarse las semillas de frutos tan variados como el Movimiento del Pueblo Mexicano (MPM) y su sencilla revista En marcha, el Comité de Solidaridad con la Revolución Sandinista de Nicaragua, la Academia Mexicana de Economía Política y, en cierto modo, hasta la Asociación por la Unidad de Nuestra América (AUNA).
En suma, tuve el privilegio de iniciarme como su amigo cuando ya el nombre de Fernando Carmona era sinónimo de intelectual comprometido. El ya había sido director del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, donde además coordinó el seminario de teoría del desarrollo, lo mismo que su reconocida revista Problemas del Desarrollo. Y ya había puesto por completo todos sus conocimientos al servicio de la transformación de México.
Siempre visionario, muchos años y aun décadas a.F. (antes de Fox), sobresalieron las preocupaciones y las tesis de Carmona sobre la "dependencia estructural" y "trasnacionalizada" de México, algo siempre relacionado con el carácter "dominante/dominada" de la clase dirigente de nuestro país: dominante frente a los pobres de México, dominada respecto a los capataces del extranjero, sobre todo de Estados Unidos.
"Muy valiente ante los débiles, muy cobarde ante los poderosos". He ahí no un muy probable epitafio del gobierno foxista, sino un sabio y breve epílogo de los numerosos estudios de Fernando Carmona.
También Carmona fue -es- sinónimo de análisis propositivo. Nunca se cansó de exigir a otros, y ofrecer él mismo, "el remedio y el trapito". Así, su tesis de licenciatura en economía (UNAM) se intituló Hacia un desarrollo nacional independiente, y uno de sus últimos y mejores libros, Una alternativa al neoliberalismo. Difícilmente Carmona se atrevía a exigir de otro lo que él mismo no estaba en condiciones de hacer. En él siempre fueron junto con pegado: la prédica y el ejemplo, el pensamiento y la acción, la firmeza y la sencillez, la intransigencia y la apertura ideológicas, la vocación magisterial y la insaciable sed de aprender, rectificar y volver a enseñar.
Por eso y mucho más el parcial derrumbe de la utopía socialista a Carmona le hizo "lo que el viento a Juárez" (otra de sus frases favoritas). Más que una lápida ese derrumbe le resultó un último acicate en su interminable brega por una sociedad mejor, llámese ésta como se quiera.
Más que nada, y después de todo, Fernando Carmona de la Peña fue un humanista verdadero y un precursor de la ética revolucionaria. Más que indiscutible maestro, para nosotros fue un "segundo padre", y por supuesto, amigo de los primeros.
Gracias a su ejemplo, que ojalá se multiplique pronto y por todos lados, hasta una muerte tan dolorosa como la de Fernando Carmona de la Peña tiene un remedio y un trapito. Nuestro remedio -desde aquí se lo prometemos- será el continuar nuestra lucha por un México y un mundo dignos. Y nuestro trapito será tener siempre presente su vida y su obra. Usaremos esto como una especie de seguro contra extravíos y claudicaciones. desde aquí solicitamos su acuerdo y su permiso.
A cambio, sólo le pedimos que no claudique, se encuentre donde se encuentre, porque ?lo sabemos? hasta san Pedro, san Pablo y sus cuates sin duda son más zapatistas que bushianos y foxistas. ¿O qué no? Descanse en paz, o descanse en Marx, si todavía así lo prefiere. Ť