SABADO Ť Ť DICIEMBRE Ť 2001

Ť Sí podemos con la autonomía, declara presidente concejal

Seguimos en lucha, pues nada ha cambiado: indígenas chiapanecos

Ť El pueblo nos manda lograr la autonomía, subrayan

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Municipio Autonomo San Andres Sakamch'en de Los Pobres, Chis., 30 de noviembre. "Seguimos con nuestra lucha porque estamos igual como anterior. De la pobreza, los compañeros y todo el pueblo de San Andrés, seguimos igual. Nuestra resistencia es por motivo de que no se han cumplido las demandas que hemos dado desde enero de 1994". Para Lucas Hernández Ruiz, presidente del concejo municipal autónomo, "el pueblo no se ha echado atrás, sino para adelante, pues aunque tenemos muchas necesidades hemos hecho un esfuerzo para cumplir el cargo y buscar la manera de seguir".

zapatistas-larrainzar-chis"Sí podemos con la autonomía, porque así sin recursos tenemos respaldo de la mayoría", enfatiza Lucas Hernández. "La orden del pueblo es que tomemos el cargo 3 años. Si echamos a fallar o cometemos algún problema nos pueden quitar. Nosotros no peleamos por tener el cargo, somos campesinos nada más. Por eso necesitamos trabajar turnados, 12 elementos que somos, y dos jueces, además las autoridades de los pueblos y la autoridad tradicional que trabaja con nosotros".

Lo acompañan esta tarde el síndico y el primer regidor autónomos. Los tres visten el chuj tradicional de lana negra, llevan sombreros a listones y el rostro cubierto con un paliacate, lo cual no deja de ser un tanto ritual, pues ocupan cargos públicos, y más tarde acompañarán desde el portal del ayuntamiento la fiesta patronal con el rostro descubierto.

"Nuestro objetivo es que el pueblo manda cómo quiere vivir con nuestros hijos y nuestras tierras", dice el primer regidor, el más joven de los tres. Y reconoce: "falta bastante de organizar junto con las mujeres zapatistas, pero el pueblo se organiza como puede en educación, salud, trabajo organizativo, para apoyar su autoridad autónoma".

El síndico interviene: "Quiero agregar cómo vive el pueblo. La verdad la pobreza sigue, pero trabajamos en el poco campo que tenemos nuestro maíz. No alcanzamos para todo el año. Las personas salen a buscar trabajo o rentar tierras para maíz y poco frijol". En seguida, el joven regidor aclara que para los que se sabe que son bases zapatistas es más difícil salir "porque siguen los cuarteles militares y los patrullajes de día y de noche en las carreteras".

Municipio autónomo y rebelde

No hay que olvidar que este municipio autónomo y rebelde opera en un territorio ocupado por miles de soldados del Ejército Mexicano. No recibe un centavo del gobierno y en una sociedad tradicional tan compleja como la de San Andrés, sus funciones están claramente delimitadas.

"El más trabajo que hacemos son problemas familiares o de las comunidades. Organizamos los compañeros para el campo, para sacar mejor provecho. Los problemas de tierras les tocan a los comisariados, no a nosotros", describe el presidente del concejo.

"Unos problemas son muy grandes, en veces tenemos que arreglarlos junto con el municipio oficial, pero sí podemos entendernos", agrega el síndico. "De la mayoría de la población, zapatistas y priístas, llegan a pedir acción y auxilio que les damos. Si se necesita, damos servicio las 24 horas."

El municipio constitucional, priísta por default en las siempre desairadas elecciones federales y estatales, recibe todo el presupuesto para gobernar 20 por ciento de la población. Este gobierno paralelo conserva el nombre de San Andrés Larráinzar (que no tan paradójicamente alude a Ramón Larráinzar, el antiguo dueño y cacique ladino de estas tierras) y trabaja fuera de las instalaciones municipales.

Según el presidente autónomo, "como los del municipio priísta tienen costumbre de pedir regalo en dinero o cervezas para resolver problemas, y eso que ellos cobran mensualmente, mucho priísta viene con nosotros". Y entonces sucede algo notable: "Los que tienen error, y saben que no tienen la razón, van con el municipio oficial para ganar su problema, porque con nosotros no pueden pagar la injusticia, y eso todos lo saben. En pueblos que están del PRI y zapatistas, cuando hay problema, los agentes rurales autónomos ayudan para poner acuerdo de los divididos".

Esta tarde, en el Aguascalientes de Oventic, los representantes del concejo autónomo, en entrevista con La Jornada, coinciden en que, como expresa el síndico, "para decir de final, "el pueblo nos manda hacer la autonomía y estar en la resistencia".

Como autoridades elegidas en asamblea multitudinaria no tienen otra alternativa: "Bien sabemos que no se han cumplido los acuerdos de San Andrés, el pueblo no ha logrado lo que pide su dignidad. Los compañeros siguen para adelante, y por eso seguimos también nosotros, hasta donde se pueda".

El santo patrono de los inconformes

La fiesta del santo patrono es de todos en estas tierras tzotziles, aun muy cerca de los mitos originarios. Zapatistas y priístas, en la plaza del viejo pueblo que siempre ha sido cabecera municipal y llevado el nombre del santo, van del baile y la merienda al recogimiento en el templo. El pueblo "batz'i vinik" (literalmente "hombre verdadero") hereda las guerras de San Andrés con el Rayo. Cada año, el 30 noviembre el Rayo manda aguaceros y chubascos para vengarse de los andreseros y hacerles difícil y peligroso llegar a la fiesta desde sus pueblos. Pero nada los detiene.

El fuerte carácter atribuido por los andreseros a su santo dice mucho de su propio modo de ser pueblo. Su apropiación del mito los lleva a decir, como lo registra el estudioso local Miguel Hernández Díaz, que al santo "le gusta vivir con mejoría, es decir, está siempre inconforme con lo que tiene". Es un santo caprichoso, ciertamente, y vestido con demasiada ropa siempre, pero todo tiene su razón.

Se le considera un santo cuidadoso con lo que tiene y protege con vigor sus criaturas. Según Hernández Díaz: "es valiente y centrado; al dialogar con los ángeles de la Tierra se muestra severo y confiado de sí mismo. Le complace vestirse con la ropa rudimentaria, tal como se visten ahora las autoridades en Larráinzar. De tal manera preserva una personalidad bien aseada, con barba, de pelo corto y lacio, con el sombrero de palma, la camisa tejida y huaraches para protegerse los pies de las espinas".

Esta noche, bajo una gran luna apenas cubierta por una telaraña de nubes, la fiesta andresera revienta de cohetes y cumbias, el cielo se baña de luces y en la plaza huele a pólvora. La neblina esta vez es de humo. A las puertas del ayuntamiento, las autoridades autónomas están allí, sentadas como siempre, cumpliendo el cargo, que hoy les manda acompañar los festejos. Bajo los portales que fueran escenario de los diálogos de San Andrés en 1995-96, un conjunto toca cumbias eléctricas. Cientos de indígenas hieráticos y ceremoniosos menean el bote a su tiempo y modo. De este lado es el baile del municipio autónomo.

El grupo musical contratado por el ayuntamiento oficial utiliza un gran templete junto a la iglesia y un equipo de sonido que suena el doble. En la fiesta por así decir priísta se baila menos. Prevalece una inquietud de bolos pendencieros y hay poca pelotera. Por regla general los más borrachos siempre terminan llorando y no pasan la fiesta tan "alegre" como debieran.

Entre futbolitos de mesa y modestos juegos de puntería para ganar champú, chicles o chocolates, la feria se nutre de tamales de carne, frijol o yerbasanta, charolas de nanche y tejocote en almíbar, dulces de coco, elotes asados o hervidos y ponche con posh y migas de pan.

Cuando el castillo empieza a estallar, la plaza se enciende por los petardos que escupen fuego en todas direcciones. Pero nadie se quita en la multitud, nadie corre, se quedan allí como si nada pudiera pasarles. Un bolito de plano se pone a bailar alegremente bajo la lluvia de luces. Los niños lo azuzan pero no lo siguen a través del fuego. A lo mejor comen luz, pero no lumbre.

Dentro del templo, que siempre es un recinto de extraordinaria fuerza, cientos de flamas resplandecen en el suelo e iluminan los suntuosos adornos de lienzo, papel crepé y cartón, las flores frescas de todos los colores, y el santo arropado junto con sus santos compañeros. Varios grupos de músicos velan sus arpas. La explosión de los cohetones y toritos llega muy matizada a la iglesia. Se escucha un involuntario coro de soledades y plegarias. Una mujer llora en tzotzil, ruidosamente, con mucho dolor, y se arrodilla ante cada uno de los santos apretándose el pecho. Los niños la miran con curiosidad.

La devoción religiosa entre música

Las arpas suenan luego, y las guitarras, desde la dorada y caliente vibración de las velas. Hay familias pacíficamente sentadas en el suelo, devotas y en paz. Este es un templo sin bancas, sólo hay piso. Grupos de arrodillados ceden al dominio de sus propios susurros. Un hombre baja la frente hasta el frío mosaico y allí la deja. El aire huele a copal y cera derretida. Los nativos (como se autodenominan, en vez de indios o indígenas; el municipio de San Andrés viene siendo su "nativo") viven el gusto de las fiestas. El casi pagano templo de San Andrés, erigido en 1911, es un lugar tan especial que a este enviado siempre le ha parecido más bien una nave espacial.

El viaje mítico de San Andrés, desde la Montaña Virgen donde nació, en Simojovel, hasta este sitio, demandó al héroe patronímico y a sus primeros hijos dejar atrás la Laguna Espantosa, que se secó y ya no existe, y guerrear continuamente con el Rayo. Fue un viaje largo y lleno de obstáculos, a causa del enemigo Rayo y del señor Ocote su socio. Miguel Hernández Díaz ha reconstruido los episodios del viaje fundacional, los mismos pasos que se han recordado hoy con las procesiones de los santos y las danzas de los capitanes. "La noche, qué alegre" me dice un anciano sonriente señalando los fuegos artificiales desde el atrio cubierto por hileras de papel picado.

En una de las noches de la leyenda, como las ocho dicen que era la hora, San Andrés y su gente hicieron un alto para reponer la fuerza. Debió ser una noche como ésta. ¿Por qué no, si hoy ni siquiera ha llovido como quisiera el vengativo Rayo? Dice el relator Hernández Díaz: "Tomaron una exquisita cena y los hombres y mujeres presintieron bien que esa noche sería como si fuera la vida eterna, sin hambre ni aflicción. Era, pues, sentir el alma de lo mejor".