MIERCOLES Ť 28 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť Memorias de la rosa circula en México

Consuelo Sucin revela a un Saint-Exupéry más humano

Ť El escritor y aviador se convirtió en leyenda desde 1944

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Los seres humanos no son perfectos. Naturalmente, Antoine de Saint-Exupéry no lo fue. Pero desde su desaparición, en 1944, la figura del autor de El Principito quedó envuelta en un aura legendaria. Su vida, su obra y su muerte lo convirtieron en símbolo de humanismo, idealismo, valentía y talento artístico.

Al paso de los años la leyenda se consolidó inmaculada e intocable, hasta 1999, cuando surgió del olvido la mujer más importante en la vida del escritor francés, su musa por antonomasia: Consuelo Sucin. Con ella compartió sus últimos 13 años. De esto quedó constancia en unas memorias de Sucin que se creían perdidas e incluso inexistentes. Hace dos años, durante los preparativos para conmemorar el centenario del escritor, fueron encontradas y publicadas en el libro Memorias de la rosa, que ya circula en librerías mexicanas bajo el sello de Ediciones B.

La relación entre Consuelo y Antoine -escribe Alain Vircondelet en el prefacio- ''es fundamental para conocer al escritor. Sin Consuelo, Ƒsería realmente Saint-Exupéry? La aparición de estos documentos lo devuelven a su propia humanidad. Después de todo, Ƒqué más da si el mito se resquebraja un poco? ƑSi el retrato ya no es exactamente el mismo que el que se dibujó para la eternidad, como esas máscaras de cera que cubren el rostro embalsamado de los santos?"

Según Vircondelet, ''pocos biógrafos han comprendido bien la historia de la pareja y la influencia que tuvo Consuelo sobre Saint-Exupéry: faltaban las claves esenciales. Nadie había llegado a sospechar los arcanos oscuros de esa relación. Es preciso leer Memorias de la rosa en relación con esa carencia. Leer este libro lleno de pistas; este libro lleno, sobre todo, de espera.

''Porque la espera inaugura el relato de los recuerdos y lo cierra. Todo el libro es la historia de un hombre que parte y huye, que esquiva y atrapa, que escapa y regresa, que se busca y no se encuentra. En el centro de la problemática: amar, pero sobre todo ser amado. Presencia de la madre tutelar, guardiana del hogar, la madre que preside una infancia encantada, la madre imagen de la fidelidad y de la permanencia. Fantasmización de esos motivos y transferencia a las mujeres. No todas. Hay muy pocas mujeres ideales (...)"

Extraño e intenso amor

Antoine de Saint-Exupéry y Consuelo Sucin se conocieron en Buenos Aires, en 1930. Ella, salvadoreña, era una viudaprincipito joven y hermosa. El, un escritor en ciernes, apasionado de la aviación; un hombre simpático y avasallante. El mismo día en que se conocen Antoine invita a Consuelo a hacer un vuelo sobre la capital argentina: ''es un vuelo temerario -se anota en la contraportada del libro-, lleno de piruetas con las que pretende impresionarla para que acceda a darle un beso y responda afirmativamente a su repentina petición de matrimonio". Se casaron en 1931, ella se fue a París con su esposo y en la ciudad luz pronto se hizo de nuevos amigos: Gide, Breton, Picassso, Dalí, Miró... Desde entonces pasó a habitar el mundo de los libros, del arte y de los aviones.

Entre las dos guerras mundiales -escribió el colombiano Germán Arciniegas- ''todo el mundo hablaba de Consuelo como de un pequeño volcán de El Salvador que arrojaba su fuego sobre los techos de París".

El 31 de julio de 1944, al hacer un vuelo de reconocimiento, el avión de Saint-Exupéry se pierde. Empieza la leyenda. Dos años después Consuelo escribe sus memorias -apunta Vircondelet- ''de un tirón, con la gracia exuberante que pone en todas las cosas. Aparece en ellas impulsiva y enamorada, ingenua y sumisa, rebelde y enérgica, fiel e infiel, resistente y desanimada. Escribe como habla, como seguirá hablando hasta el día de su muerte (1979), y graba sus recuerdos en cintas magnetofónicas que reproducen fielmente su voz. Voz de cuentista, comparable en acento y modulación a la de Salvador Dalí, de quien fue amiga en Nueva York".

Consuelo guarda sus memorias en un baúl junto a cartas, documentos, acuarelas, menús pintarrajeados, telegramas, postales, libros, manuscritos, textos inéditos, diplomas, etcétera. En 1999 son descubiertas. Dan cuenta del extraño e intenso amor que la unió a Saint-Exupéry, ''pero sobre todo demuestran lo mucho que pueden llegar a ocultar las leyendas y las construcciones demasiado perfectas: Saint-Exupéry necesitaba este manuscrito olvidado durante más de 50 años para revivir de otro modo, para aparecer más humano. Estas memorias nos acercan a él, nos lo hacen más emocionante y menos sentencioso, más verdadero y atractivo".