MIERCOLES Ť 28 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

REPORTAJE

"Norteamericanizar los mercados energéticos", compromiso de Quebec

México, en la ruta del vasallaje

CARLOS FAZIO/ Y III

Según el Plan Cheney, "México es una fuente primordial y confiable de petróleo, y su enorme base de reservas, aproximadamente 25 por ciento más grandes que las probadas de Estados Unidos, lo convertirán en la próxima década en una fuente adicional de productos petroleros"

Con eje en la "seguridad energética" de Estados Unidos, el Plan Cheney recomienda a la administración de George W. Bush "fomentar que el sector privado estadunidense considere inversiones con base en el mercado", lo que en el código de los industriales del petróleo se llama "rédito de inversión basado en índice". Es decir, un mecanismo de compensación con pagos indicados a los resultados de la inversión". Si hay mayor rendimiento, el pago al inversionista será mayor.1

El documento de la NEPD (siglas en inglés del Grupo para el Desarrollo de una Política Energética Nacional) muestra un mapa de la República Mexicana que identifica las cuencas de Burgos, Sabinas y Pedregosas, en el norte de México, frente a Texas (dominios del clan Bush), como las principales reservas de gas no explotado. En esa región, sugiere, podría darse una interrelación energética "natural". Por eso recomienda que el presidente Bush instruya a sus secretarios de Energía y Estado para que, en consulta con la Comisión Federal Reguladora de Energía, se revisen los "permisos presidenciales" para la construcción de infraestructura que permita el cruce de petróleo, gas natural y electricidad, y se propongan las reformas a las regulaciones que sean necesarias para hacerlas compatibles con el comercio intrafronterizo.

La desafiante estrategia energética de la llamada Texas Conection (Bush-Cheney), busca convertir a México en exportador de gas natural hacia Estados Unidos. Pero según un análisis de la Secretaría de Energía mexicana, en su prospectiva del sector eléctrico, en el año 2009 México tendrá que importar un volumen de gas natural equivalente a alrededor de 80 por ciento de su producción total actual, para alimentar numerosas centrales eléctricas que se proyecta construir en el norte del país, amén de que requerirá muchos ductos nuevos.

El mensaje de la Casa Blanca antepone la "seguridad energética" de Estados Unidos al hecho de que México sea deficitario en energéticos; de lo que se trata ahora es que México produzca mucho más y que el gas y la electricidad fluyan de sur a norte. De paso Washington presiona para abrir el sector energético mexicano a las compañías privadas estadunidenses, con el objetivo final de abatir el monopolio de Petróleos Mexicanos (Pemex). Algo es seguro: dinero no faltará. Como reveló en febrero pasado George Baker, directivo de Mexico Energy Intelligence: Bush podría ofrecer los fondos para convertir Pemex en la mejor empresa petrolera del mundo. "Por supuesto, tendría que ser una propuesta del presidente Fox, que no corresponde plantear al presidente Bush, porque surgirían diferentes problemas".2

La política del torniquete

Desde que llegó a la Casa Blanca, las presiones de Bush para "asociar" al gobierno de Vicente Fox en un "plan energético regional" no han dado respiro. Pero la idea de un "TLC energético" venía de antes, de la época de Ronald Reagan, cuando el tema del petróleo y gas entre México y Estados Unidos era casi tabú en la diplomacia bilateral y regional. Desde entonces, las trasnacionales petroleras y las sucesivas administraciones de la Casa Blanca han insistido en el tema.

Durante su campaña electoral, el gobernador republicano de Texas mencionó la idea en su debate televisado con el demócrata Al Gore. "Le hablé (a Fox) de cómo sería mejor apresurar la exploración de gas natural en México, y transportarlo aŤpemex-plataforma-campeche Estados Unidos para que seamos menos dependientes de fuentes externas de petróleo crudo", dijo Bush.3 En marzo de este año, ya como mandatario, no tuvo empacho en afirmar que el gas encontrado en México es "hemisférico" y debe beneficiar a Estados Unidos. "Una buena política energética es aquella que entiende que tenemos energía en nuestro hemisferio y cómo explotarlo mejor y transportarlo a los mercados", afirmó Bush.

Pocos días antes, con Fox de anfitrión, el secretario estadunidense de Energía, Spencer Abraham, había logrado introducir en la Declaración de México -suscrita por los ministros de Energía de las Américas- una frase que abogaba por la "integración energética" del continente. Allí quedó formado un grupo de trabajo trilateral, integrado por los ministros Ralph Goodale, de Canadá, el estadunidense Abraham y Ernesto Martens, de México. "Encontramos que hay dependencia mutua, sin socios minoritarios ni socios mayoritarios", dijo entonces un entusiasta Abraham, desafiando la ley que rige la fábula del tiburón y la sardina.

La idea de crear "redes" o "corredores energéticos" a través de gasoductos transfronterizos para el intercambio de hidrocarburos, así como una integración eléctrica entre Estados Unidos, Canadá y México, fue retomada en la Cumbre de Quebec, donde participaron 34 jefes de Estado y de gobierno de América.

Uno de los compromisos de la cumbre fue "norteamericanizar los mercados de energía"4 -ante la deficiencia de Estados Unidos en la materia, esgrimida por Bush-, para lo cual se requiere cambiar "el marco legislativo y regulatorio" de los países involucrados. De paso, y a puertas cerradas, Bush y Fox resucitaron el viejo proyecto de un gasoducto para que fluya gas mexicano de la costa del Golfo hacia California, en la costa oeste de Estados Unidos.

De manera recurrente, las presiones cíclicas de las corporaciones estadunidenses han ido marcando el paso de la reforma energética mexicana, con base en la apertura integral al capital privado de electricidad, refinación de petróleo, petroquímica básica y producción de gas no asociado al petróleo. El argumento oficial es bien conocido: los recursos públicos no alcanzan para la inversión en energía.

Según la Secretaría de Energía se requiere "desmonopolizar" del gobierno actividades determinantes (industria petrolera y eléctrica) "para impulsar el crecimiento económico". Para alentar al cambio, el 23 de marzo un apanicado Raúl Muñoz Leos, director de Pemex, esgrimió el escenario del "colapso" financiero en la paraestatal; un discurso "politizado y exagerado", según académicos, dirigido a crear las condiciones de opinión pública que agilicen el camino hacia la semiprivatización de Pemex.

En vísperas de la visita del presidente Fox a Estados Unidos (del 4 al 7 de septiembre) se especuló que uno de los temas clave sería la "interdependencia energética". Así lo hizo saber un informe de la Oficina de Programas de Información Internacional del Departamento de Estado estadunidense; aunque no se preveía la firma de una declaración formal sobre la creación de un mercado común de energía para América del Norte, que según el documento, ya existe de facto. Pero las pláticas sobre energía entre Bush y Fox transcurrieron en el más absoluto hermetismo, y quedaron sepultadas después del 11 de septiembre entre los escombros de las Torres Gemelas.

Durante el encuentro en Washington, ambos mandatarios recibieron la propuesta del Consejo Binacional México-Estados Unidos de llevar a cabo, cuanto antes, la integración energética de Norteamérica. Aunque el principal destinatario de la solicitud fue el presidente Fox. A él le recomendaron aumentar la inversión privada en Pemex; abrir el sector de refinación de crudo al capital foráneo; dividir en varias compañías la red de oleoductos mexicanos, y acceder a una pronta integración eléctrica con Estados Unidos. Para todo ello, señalaron, hay opciones: "liberalizando los marcos regulatorios y legales".

Incluso mencionaron un punto de arranque: la cuenca de Burgos. Entre los peticionantes figuraban el industrial Alfonso Romo, de la trasnacional Pulsar; el ex secretario de Hacienda, Jaime Serra Puche; el ex secretario de Energía, Jesús Reyes Heroles; el ex secretario de Comercio de Estados Unidos, Brian O'Neill, director de J. P. Morgan Latinoamérica, y Paul Volcker, ex director de la Reserva Federal estadunidense. También directores ejecutivos de Motorola, Delta Airlines, Hewlett-Packard y Grupo Desc.

En los aciagos días posteriores a los atentados, luego de que el titular de Tlatelolco dijera que no era momento de "regatear" apoyo a Estados Unidos porque "podríamos arrepentirnos", el presidente Fox declaró al presentador Larry King, de la cadena estadunidense CNN, que México estaba preparado para apoyar a Estados Unidos "hasta el final". Sobre un eventual aumento del suministro de hidrocarburos, afirmó: "tenemos petróleo listo para vender a Estados Unidos". "Fox: a EU, el petróleo que quiera", tradujo el titular de La Jornada del 29 de septiembre.

La moraleja marca la ruta de la dependencia: si la ofensiva del presidente Bush sobre las áreas petroleras del planeta (México, Asia central, los países del golfo Pérsico) parece confirmar la tendencia hacia un "imperialismo energético" (del que hablara Michael Klare), la participación subordinada de México en el proyecto geopolítico y geoeconómico de Washington es un signo de vasallaje. De ahí al anexionismo hay sólo un paso.

1 Jim Cason y David Brooks, "Más inversión de EU al sector energético mexicano", La Jornada, 19 de mayo de 2001.

2 "Daría Bush fondos para impulsar la paraestatal", cable de Notimex fechado en San Diego, California, el 15 de febrero de 2001.

3 José Carreño, "México en el debate Gore-Bush", El Universal, 4 de octubre de 2000.

4 Roberto González Amador, Jim Cason y David Brooks, "Norteamericanizar mercados de energía, entre los compromisos de Quebec", La Jornada, 23 de abril de 2001.