DESAPARECIDOS: LA HORA DE LA JUSTICIA
Ayer,
en una breve reunión con integrantes de la Comisión de Derechos
Humanos del Senado de la República, el titular de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos (CNDH), José Luis Soberanes, adelantó
algunos puntos del informe y la recomendación que esa institución
debe entregar hoy al presidente Vicente Fox, sobre los cientos de desaparecidos
políticos del país.
A reserva de un análisis detallado de ese documento,
hay, en la investigación y resoluciones de la CNDH, aspectos que
debe subrayarse.
Por principio de cuentas, es la primera ocasión
en que un organismo oficial menciona, sin tapujos, la responsabilidad del
Estado mexicano en las desapariciones de personas, principalmente opositores
políticos, luchadores sociales y militantes de organizaciones guerrilleras,
hechos que ocurrieron en los años setenta y ochenta.
Asimismo, es la primera ocasión en que un documento
oficial refiere abiertamente la participación de las fuerzas armadas
en desapariciones forzadas, algunas de las cuales fueron perpetradas en
instalaciones castrenses como el Campo Militar Número Uno, la base
aérea Pie de la Cuesta, el cuartel de Atoyac y el Fuerte San Diego,
en Acapulco. El tercer punto relevante es que, por primera vez en su historia,
la CNDH emite una recomendación dirigida al Presidente de la República.
Tal recomendación estipula la creación de
una fiscalía especial para investigar y sancionar las desapariciones
y delitos cometidos en torno a ellas; la indemnización a las víctimas
de estos abusos o a sus familiares, así como el compromiso expreso
del Poder Ejecutivo para que atrocidades como las estudiadas no vuelvan
a ocurrir.
Por los aspectos mencionados y por la sistematización
de información sobre las desapariciones del pasado reciente, el
documento de la CNDH puede ser el paso más importante emprendido
hasta ahora para el esclarecimiento de la guerra sucia emprendida por el
gobierno durante los sexenios de Luis Echeverría y José López
Portillo.
Pero no es suficiente. Se requiere además de una
efectiva voluntad política de la Presidencia de la República
para acatar, poner en práctica y asegurar el cumplimiento efectivo
de las recomendaciones de la CNDH, particularmente en lo que se refiere
a la constitución de una fiscalía especializada que investigue
las gravísimas violaciones a los derechos humanos perpetradas por
los cuerpos de seguridad del Estado en décadas anteriores.
Sin embargo, para que el trabajo de esa fiscalía
tenga posibilidades reales de hacer justicia, es necesario, además,
que el actual gobierno envíe al Senado, para su ratificación,
los instrumentos legales internacionales que establezcan la imprescriptibilidad
de los delitos cometidos durante la guerra sucia.
De otro modo, las investigaciones que pudieran desarrollarse
se estrellarían en la mayor parte de los casos con la impunidad
de los 74 servidores públicos responsables de torturas y desapariciones,
los cuales podrían ampararse en la prescripción de los delitos
que establece la legislación nacional.
Al presidente Fox se le presenta, así, una nueva
oportunidad para manifestar su compromiso con la vigencia de los derechos
humanos en el país, renglón en el cual su gobierno tiene
dos circunstancias que lo descalifican: el asesinato --hasta ahora impune--
de la abogada Digna Ochoa y la permanencia en prisión del general
José Francisco Gallardo. Del titular del Ejecutivo y de su equipo
depende que el momento presente se convierta en la hora de la justicia
o en el refrendo de la impunidad.
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