martes Ť 27 Ť noviembre Ť 2001

Alberto Aziz Nassif

El foxismo, Ƒapuesta perdida?

La alternancia en la Presidencia de la República fue posible, entre muchas variables, debido a la amplia expectativa de cambio que ofreció en campaña el hoy presidente Vicente Fox. A un año del primer gobierno de la alternancia la sociedad quiere ver resultados. Pero por una u otra razón la acumulación de los éxitos es demasiado frágil y delgada, y la suma de errores, propios o ajenos, reales o inventados, pequeños o grandes, importantes o intrascendentes, se ha abultado en el transcurso de los primeros 365 días que se cumplen el próximo viernes.

Un gobierno se puede analizar desde muchos puntos de vista; en esta ocasión sólo nos vamos a remitir a dos aspectos: por una parte, el debate ideológico, la operación y el signo dominante de la administración, y por la otra, el carácter conservador o progresista del proyecto de gobierno, es decir, qué cambios podemos esperar y cuáles no.

De forma constante se escucha una sentencia afirmativa: "el 2 de julio de 2000 ganó la derecha". Con este referente se hace un análisis de las coordenadas en las que se mueve el gobierno foxista. Sin negar la afirmación, podemos acotarla con un interrogante: los gobiernos priístas desde José López Portillo hasta Ernesto Zedillo, Ƒeran de izquierda? Desde el punto de vista ideológico hubo en el año 2000 dos opciones de derecha con posibilidades de triunfo: PRI y PAN, porque la izquierda no tenía los votos suficientes para ganar.

De acuerdo con el criterio de Norberto Bobbio, la diferencia entre la izquierda democrática y la derecha democrática, ambas al centro del espectro político, está dada por la manera de enfrentar el problema de la desigualdad social. Otro criterio que hace diferente el signo ideológico de los gobiernos es la dimensión que se da a la capacidad regulatoria del Estado frente al mercado. Aquí los indicadores señalan que el foxismo mantiene la misma ortodoxia económica del pasado; para unos es positivo, para otros condenable.

Otra dimensión importante tiene que ver con el signo dominante de esta administración, que frecuentemente se llama empresarial, pero en realidad se trata de una administración gerencial, lo cual muestra visiones tecnocráticas y conservadoras. La agenda progresista con la que Fox se comprometió en campaña se encuentra completamente empolvada y en el olvido. En la política social ganaron las posiciones del Banco Mundial; en ciencia y tecnología hay una visión estrecha y tecnocrática; en el mundo laboral las prácticas expresan el conservadurismo corporativo de antaño; la política macroeconómica sigue la ruta de la disciplina fiscal, y el proyecto es subir los impuestos fáciles al consumo; con el viejo régimen se ha establecido un pacto de respeto, con lo cual se reproduce una impunidad que amenaza seriamente la transición, tanto en la versión del crimen organizado, como en la parte dura del aparato. En el lado de los resultados legislativos hay dos importantes iniciativas de reforma que no han tenido éxito: la de derechos y cultura indígenas, severamente modificada por una alianza conservadora entre el PRI y el PAN, lo cual cerró la posibilidad de resolver el problema indígena y el conflicto de Chiapas; y la reforma fiscal, que está atorada en el Congreso de la Unión. La reforma del Estado quedó olvidada y en su lugar se firmó un acuerdo con los partidos, que es en realidad un amplio catálogo de buenas intenciones. Los grandes proyectos del foxismo, como el fiscal, el de desarrollo del sur, el educativo y el de la transparencia gubernamental, no marchan y no se sabe si despegarán.

Estamos claramente ante una transición no pactada. El primer año de gobierno foxista ha sido muy costoso, la imagen presidencial ha bajado considerablemente en sus niveles de aceptación; el contexto económico internacional se ha complicado de forma severa y ha golpeado a la economía mexicana con menos inversión y caída del empleo; las relaciones de la Presidencia con el Poder Legislativo muestran claros desencuentros y falta de pactos; la relación con los medios y la opinión pública expresa tensiones permanentes, a pesar de los amplios niveles de libertad de expresión.

Todavía faltan cinco años y no hay que perder de vista que los márgenes de maniobra son estrechos, que los interlocutores de la oposición son difusos y que los números en el Congreso se muestran adversos. A pesar de los errores y obstáculos, tal vez todavía es posible recuperar la iniciativa de cambio y pactar las reformas que den a la alternancia sustento institucional. Si el foxismo fracasa, las expectativas democráticas podrían lastimarse de forma importante ante el peligro de una restauración. ƑEstamos ante una apuesta perdida?