MARTES Ť 27 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
John PilgerŤ
Guerra contra el terrorismo: una falsa victoria
No hay victoria en la guerra tribal de Afganistán, sólo el cambio de un grupo de asesinos por otro. La diferencia es que el presidente George W. Bush llama a los últimos ocupantes de Kabul "amigos nuestros".
No importa cuán bienvenidas sean las escenas de gente tocando música y afeitándose las barbas, la así llamada Alianza Norte no es ninguna portadora de la libertad. Es la misma gente que fue recibida con escenas de júbilo similares en 1992, pero que luego asesinó un estimado de 50 mil personas en cuatro años de guerras intestinas. Los nuevos héroes hasta el momento han torturado y ejecutado al menos a 100 prisioneros de guerra e incontables otros, así como saqueado depósitos de alimentos y restablecido su monopolio sobre el tráfico de heroína.
Esta semana Amnistía International (AI) lanzó un mensaje inusualmente tajante que se ahogó entre el flujo de noticias, el cual debería estar encabezando cada primera plana y cada pantalla de televisión. "Al fracasar en apreciar la gravedad de las preocupaciones sobre los derechos humanos con relación a la Alianza del Norte, los ministros del Reino Unido, en el menor de los casos, perpetuan la cultura de impunidad de los crímenes cometidos en el pasado, y en el peor, se arriesgan a ser cómplices en la violación de los herechos humanos."
La verdad es que la última cosecha de criminales en "liberar" Kabul han recibido una segunda oportunidad de los países más poderosos de la tierra para convertir en polvo una de los naciones más pobres, en la que la expectativa de vida de la gente es de apenas poco más de 40 años.
Ni un solo terrorista implicado en los ataques contra Estados Unidos ha sido aprehendido o muerto. Osama Bin Laden y su red seguramente han escapado hacia las áreas tribales de la frontera noroccidental de Pakistán.
ƑIrán a bombardear Pakistán ahora? Y Arabia Saudita y Egipto, donde están las raíces del extremismo islámico y sus redes militares? Por supuesto que no. Los jeques de Arabia Saudita, muchos de los cuales son tan extremos como los talibanes, controlan la fuente de petróleo más grande de EU. El régimen egipcio, sobornado con miles de millones de dólares, es una importante fuerza subrogada de Washington. A ellos no les tocan las bombas cortamargaritas.
Había, y todavía hay, una "guerra contra el terrorismo". En lugar de eso hemos asistido a una variante del gran juego imperial de sustituir terroristas "malos" por otros "buenos", mientras cifras enormes y secretas de gente inocente han pagado con sus vidas: la mayor parte de un pueblo, familias enteras, un hospital, así como conscriptos adolescentes convenientemente deshumanizados por la palabra talibán.
Es perfectamente comprensible que aquellos que en occidente apoyaron este último terrorismo de Estados Unidos desde el aire, o alzaron sus apuestas, deberían ahora estar buscando cómo tapar la sangre que chorrea sobre sus reputaciones con absurdas afirmaciones acerca de que "los bombardeos funcionan". Díganle eso a los padres enlutados al pie de las tumbas recién hechas en lugares de pobreza miserable, de los cuales los amantes de las bombas de sofá no saben nada.
Los contorsionismos intelectuales y morales que requiere este triunfalismo no son un fenómeno nuevo. Dejando de lado a los terminalmente ingenuos, en su mayor parte viene de aquellos que gustan de jugar a la guerra; quienes no han visto nada de los bombardeos, como yo los he experimentado: bombas de racimo, cortamargaritas, todo. Qué apropiado el que el último misil estadunidense que cayó sobre Kabul antes de que sus "libertadores" llegasen fuese el que destruyó el transmisor de satélite de la estación de televisión Al-Jazeera, prácticamente la única fuente confiable de noticias en la región.
Durante semanas, funcionarios estadunidenses han estado presionando al gobierno de Qatar, el Estado del Golfo en el que Al-Jazeera tiene su asiento, para silenciar sus transmisiones, que han dado una imagen de la "guerra contra el terrorismo" distinta de la basada en las falsas premisas de los "cruzados" Bush y John Blair. El secreto sucio es que el ataque sobre Afganistán era innecesario. La prueba fresca del delito de todo este episodio es la evidencia de las mentiras del gobierno británico acerca de los fundamentos para hacer la guerra.
De acuerdo con Tony Blair, era imposible asegurarse que Osama Bin Laden fuera extraditado por otros medios que no sean los bombardeos. Sin embargo, a fines de septiembre y comienzos de octubre líderes de los dos partidos políticos islámicos de Pakistán negociaron la extradición de Bin Laden para que compareciese ante un tribunal por los ataques de 11 de septiembre. El trato era que él fuera sometido a arresto domiciliario en Peshawar.
De acuerdo con informaciones provenientes de Pakistán (y del Daily Telegraph), esto contaba con el consentimiento tanto del propio Bin Laden como del mullah Omar, el líder talibán.
La oferta era que él enfrentara un tribunal internacional, el cual decidiría juzgarlo o entregarlo a Estados Unidos. En cualquiera de los dos casos, él habría salido de Afganistán, y un intento de justicia parecería estar en progreso. Esto fue vetado por el presidente paquistaní Musharraf, quien dijo que "no podía garantizar la seguridad de Bin Laden".
Tomado de zmag.org y publicado por The Mirror