LUNES Ť 26 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

TOROS

Ť En la quinta corrida, desfile derechista con mansos y problemáticos toros de Reyes Huerta

Jerónimo llenó la plaza de sentimiento; el juez Lanfranchi, de nuevos desatinos

Ť Bella labor con su primero Ť A Finito le obsequió dos orejas Ť Menos de media entrada

LEONARDO PAEZ

Como señaló el Dr. Charles Bonnafoux, viejo amigo y prestigiado investigador de la Universidad de Lovaina, al término del festejo: "¿Qué querían, repetición o bravura?".

dibujo toros-jeronimoPara la quinta corrida de la temporada la empresa, celosa vigilante de sus procedimientos, volvió a destapar el frasco de la generosidad para obsequiarnos con otra combinación -segunda del serial- de larga duración, no sólo por poner un alternante extra y dos toros de pilón, sino por la variedad de expresiones artísticas y técnicas disfrutadas y la miríada de emociones vividas.

Es muy probable, entonces, que para la apoteósica celebración del 55 aniversario de la plaza más grande y cómoda del mundo, el imaginativo promotor vaya a confeccionar lo que sin duda constituirá un hito en la historia del espectáculo: seis, no toros sino toreros, y 12, no apóstoles sino toros, del hierro más prestigiado, para una afición que abarrotará expectante el magno escenario.

Transcurridos 13 minutos, tiempo que los monosabios emplearon en retirar de la arena un horrendo arreglo floral que rezaba: "Bienvenida afición, suerte para todos", la dichosa afición hizo menos de media entrada, pues lo que para los conocedores era un cartel con interés, para el grueso del público no.

Nada fue suficiente para que el coso se llenara. Y no es que sacaran a la gente, sino que solita se fue saliendo de la plaza, luego de varios años de emoción a cuentagotas.

Resurge el sentimiento

Tras padecer la autoridad senil de Heriberto Lanfranchi, quien sin que hubiera petición regaló a Finito dos orejas del primer toro y ordenó arrastre lento para sus despojos, no obstante que, como el resto de la corrida, no empujó en varas, saltó a la arena en cuarto lugar Agradecido, con 472 kilos, al que Jerónimo recetó verónicas de la casa, con hondura y dilatado temple, para rematar con media superior.

Llevó al reyeshuerta al caballo a la manera de Ortiz, vio como el burel salía con la cara arriba y aun así quitó por gaoneras más voluntariosas que quietas. Raúl Bacelis se desmonteró para agradecer la ovación por un lucido par, como lo harían en el séptimo Alfredo Acosta y en el octavo Pablo Miramontes por idénticos motivos.

Lo verdaderamente memorable de la tarde no fue el brindis del octavo al obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda -quien a pesar de su taurinismo no ha aprendido a descubrirse en estas ocasiones-, sino lo provocado por la privilegiada muleta jeronimiana con Agradecido en series por la derecha con un sentimiento que casi no se podía soportar y que reiteraron lo que subyace en la memoria colectiva del público: el buen toreo también es expresión genuina de México, no sólo de diestros importados.

Dejó Jerónimo una entera en lo alto que bastó, por lo que la oreja fue otorgada por el mexhincado juez. El octavo de la tarde-noche, quesque con cinco años 11 meses de edad pero discreto de cuerna, terminó desparramando la vista pero permitió constatar los avances técnicos que sustentan el excepcional sello de Jerónimo.

Paco González pechó con Romancero, débil de remos y agarrado al piso, aguantó como pudo las descompuestas embestidas, y salió al tercio luego de riñonuda estocada. Con su segundo, Zafiro, se empeñó en torear por naturales a un astado que traía la oreja por el lado derecho. Escuchó un aviso y volvió a salir al tercio entre división de opiniones.

Finito y Caballero

Juan Serrano Finito de Córdoba, como su apodo lo indica, es un torero elegante y solvente -102 corridas en siete meses- que tuvo la suerte de toparse con Coplero, que abrió plaza, el de mejor estilo de la corrida, sin que tampoco haya empujado en varas. Instrumentó un fino trasteo derechista y dejó media estocada en buen sitio para que el susodicho usía mexhincado soltara dos apéndices, convirtiendo la México en plaza de trancas, no digamos de feria pueblerina. Con su segundo, Finito devolvió tan excesiva premiación, acusando la autocomplacencia del que supone que ya triunfó.

Y el albaceteño Manuel Caballero, cuyo torerismo es inversamente proporcional a su personalidad, hizo lo que pudo con el soso Heredero, sobre todo tres naturales en un palmo, bajando mucho la mano, para que a la postre la faena se diluyera por falta de estructuración. No estuvo mejor con su segundo, Sorprendido, claro y con recorrido, en el que prevalecieron los unipases carentes de unidad, pero el soberbio volapié que cobró, lo hizo acreedor a merecida oreja.