lunes Ť 26 Ť noviembre Ť 2001

Armando Labra M.

Presupuesto, terror; talento macabro

En tiempos del tlacuache Garizurieta todo, o casi, era gobierno y quedar fuera de la nómina oficial significaba vivir en el error. Ahora, dentro o fuera del presupuesto, pocos tienen esperanza de eludir el terror.

En primer lugar porque con el paso de los años y merced a la persistencia del llamado "adelgazamiento del Estado", el presupuesto representa cada vez menos dentro de la economía. En efecto, a partir del golpe de Estado civil dado por los tecnócratas neoliberales en 1982, momento en que se metió al cajón del escritorio el proyecto nacional y se puso encimas el modelo neoliberal, el gasto público diminuye sistemáticamente: en 1982 representaba 44.6 por ciento del producto interno bruto, actualmente sólo 24.4 por ciento. El año entrante, de aprobarse el presupuesto enviado a la Cámara de Diputados, 1.4 millón de millones de pesos significará apenas 22.8 por ciento del PIB.

En segundo lugar porque el presupuesto para 2002 es menor que el actual y no es que la cobija no alcance sino que, como dice un ilustre diputado, está llena de hoyos que es necesario parchar para que a todos abarque. Un botón de muestra para ilustrar la novedosa y certera tesis del diputado: se prevé gastar en educación superior 50 mil millones de pesos más durante todo el presente sexenio respecto al anterior, pero tan sólo al rescate bancario se le aplican 70 mil millones en dos años. Quiere decir que primero hay que distribuir mejor lo que se tiene y luego pedir más. Y que la prioridad, en efecto, no es la educación.

En tercer lugar el presupuesto enviado a los diputados sacrifica el gasto social que decaería de 10.7 a 9.6 por ciento del PIB, supeditándole a una reforma fiscal que, aun cuando se aprobara tal cual -cosa que no sucederá- tendría un magro efecto recaudatorio si considera que actualmente los ingresos tributarios representan 11 por ciento del PIB y cuando mucho aumentaría a 13 por ciento. Esta proporción es de 20 por ciento o más en países como el nuestro.

Es claro que se requiere un reforma fiscal. El primer paso serio en esa dirección, que por cierto nadie ha planteado siquiera, es administrar mejor el fatal sistema impositivo existente para cobrar los gravámenes que se evaden y se eluden, principalmente el impuesto sobre la renta causado por los mexicanos más ricos. Los menos somos cautivos de Hacienda. En segundo lugar, se tendría que plantear un manejo inteligente, prudente y conveniente del servicio de la deuda pública (211 mil millones de pesos), que absorbe 16 por ciento del gasto total presupuestado para 2002. En tercer lugar, se tendría que plantear con claridad, seriedad y precisión en dónde se aplicarán los recursos disponibles, y al final, y sólo entonces, hablar de nuevos tributos. Sería injusto achacar sólo al actual gobierno el marasmo hacendario que vivimos, pero ciertamente no se ven cambios que apunten hacia algo mejor. Causa franco estupor que el proyecto de presupuesto se apegue a una política económica ortodoxa, convencional, inerte, concebida para combatir la inflación cuando todos vemos que prevalece la recesión. Y que nuestros socios del norte expanden el gasto público y sus déficit para reanimar la economía y salir del bache generalizado.

Las inercias de la política económica surgen hace 20 años. Bien hizo la presidenta del PRI en reconocer el lento aprendizaje al darse cuenta que su partido se inclinó ante el gobierno en vez de hacerlo a favor del pueblo. Pero se quedó corta. No fue lento aprendizaje sino franca prevaricación sostenida, consciente y nada inocente. Mucho cuidado deberán tener hoy los legisladores priístas de no reincidir en propuestas fiscales o económicas de vocación neoliberal como las que los empinaron a perder el poder.

Finalmente lo que no ha cambiado desde hace dos décadas es la política económica, pero sus resultados son cada día más alarmantes. Mire usted, hacer que una economía como la mexicana, la número diez del planeta, que venía creciendo a razón de 7 por ciento anual, se desplome a 0 por ciento en tan sólo nueve meses y siga cayendo, requiere talento, macabro, pero talento. Es verdad que el entorno no es favorable mas tampoco lo fue muchas otras veces y se supo sortear las atonías, los baches, etcétera, incluso con precios petroleros más bajos. Este año es notorio: el primer trimestre la economía creció en 1.9 por ciento, el segundo fue 0 por ciento, el tercero decreció en -1.6 por ciento. El trimestre del año pasado en que menos creció la economía lo hizo en 5.1 por ciento.

Es fácil entender que hay que ponerse a trabajar en una opción imaginativa, novedosa, viable, al menos para torear la coyuntura. El secretario de Hacienda comentó en su reciente comparecencia ante la Cámara de Diputados que no había plan de contingencia. ƑQuién gobierna, pues? Ojalá los diputados ofrezcan una vía política, social y económica a la nación. Tienen la oportunidad y la posibilidad de hacerlo. Ojalá.