LUNES Ť 26 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť Al regresar de un viaje a Washington recibió un par de telefonemas anónimos
Digna Ochoa confió a su médico dos episodios de amenazas que no denunció a las autoridades
Ť En una de las llamadas le dijeron que iban a aventar de una azotea a su pequeña sobrina
BLANCHE PETRICH
El doctor Jorge Arturo de León Rodríguez sonríe con ternura cuando recuerda cómo le hizo su ficha médica a Digna Ochoa. Le preguntó sus generales, su estado de salud, sus hábitos. Cuando indagó sobre si hacía deporte, ella respondió que sí.
-ƑQué deporte?
-Defensa personal. Es mi ejercicio matutino.
''No me la puedo imaginar como karateca. Todavía me pregunto si fue broma o fue verdad'', dice.
El 31 de agosto Digna Ochoa fue a consulta médica porque padecía insomnio. ''La exploré y no encontré nada en especial, excepto un cuadro de angustia aguda. La presioné, como médico, para que me explicara lo que le pasaba. Le dio un poco de vueltas al asunto pero finalmente, por la confianza y la amistad que hay entre los dos, me dijo: 'Te voy a decir algo que no le he dicho a nadie'''.
Lo que le contó fueron dos episodios de amenaza que no fueron denunciados públicamente. Se trataba de dos llamadas telefónicas anónimas. Al regresar de Washing-ton, adonde había ido para dejar que en México ''se calmaran las cosas'' y se desvaneciera el clima de hostigamiento y amenazas que había vivido el año anterior, un día alguien la llamó. La voz le dijo, palabras más, palabras menos: ''Tenemos a tu sobrina en una azotea. La vamos a aventar''. Por la bocina oyó una voz de niña que decía ''hola tía''. Luego escuchó gritos y después colgaron. Se estremeció. Meses antes, en un grupo de amigos había comentado que a ella no le importaba si le pasaba algo, ''pero si tocan a alguno de mis sobrinos me muero''.
Poco tiempo después se repitió la siniestra llamada. Le destrozaron los nervios.
''Lo que me contó es que por las noches le regresaba la pregunta una y otra vez. 'ƑPor qué siguen las amenazas? Ya no estoy en el Pro. Ya no estoy en los casos que motivaron las primeras agresiones'. Yo me acuerdo que le dije que era una pregunta importante que necesitaba esclarecer. Le aconsejé que hablara con su pareja y que se pusiera en manos de expertos, que no se quedara sola con eso. Que pidiera ayuda a quien tuviera facultades para hacer algo al respecto, que se considerara una víctima y no tomara en sus manos su propio caso, ni como abogada de casos apurados que era.
''No le receté ningún fármaco. No hay medicina alguna que te quite la angustia de estar amenazada de muerte. ƑPara qué sedarla?''
Dos chicas rudas
La última preocupación que pasó por la cabeza de Digna Ochoa el viernes 19 de octubre por la mañana, cuando habló por teléfono con su amiga Pilar Noriega, fue típicamente femenina: salió de su casa temprano y sin hacer la cama. ƑY si el novio llegaba y veía el tiradero? ''ƑTe imaginas? šDios no lo quiera!''. Las dos abogadazas, chicas rudas, hablaron de sábanas y lavadoras y cosas por el estilo. Colgaron después de quedar con un típico nos vemos luego.
Ahora, la primera visitadora de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal tendrá que rehacer la vida sin una amiga del corazón. A sus ojos, así aparece Digna Ochoa.
''Hay gente que te mienta la madre con tal dulzura que hasta le das las gracias. Esa era Digna. Ella y yo compartíamos la rigidez y la intransigencia como rasgo de carácter, cada quien en su estilo. Ella la dulce, yo la agresiva. Eso nos permitió ser una buena mancuerna''. Y lo fueron tanto en su práctica como penalistas como en la vida cotidiana.
Aunque no litigaran casos en común, las dos abogadas se frecuentaron mucho los últimos años. Quizá nadie conoce más los miedos íntimos de Digna después del secuestro exprés y del atentado dentro de su casa. Por eso la regañó tanto cuando supo que había sido una semana después de las amenazas que había aceptado que se levantaran las medidas cautelares que había ordenado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Juntas trataban de analizar lo que pasaba. ''Incluso ahora es difícil hacer un análisis frío. Esa forma de cercarla era todo un mensaje de prepotencia, un decir: 'hagas lo que hagas, yo hago contigo lo que se me dé la gana, cuando se me dé la gana'''.
Le consta el disgusto que le causaba traer cola, agentes que la seguían por todos lados. ''Eran mujeres de la Policía Judicial del DF, sin preparación, sin entrenamiento de ninguna especie para hacer frente a alguna contingencia. Como Digna era de camioncito, le servían de chofer. Pero le chocaba tenerlas. Creo que por eso aceptó que le quitaran las medidas cautelares''.
-ƑNo quiso nunca tirar la toalla?
-Aunque parezca increíble, no. Era lo sobresaliente de ella, lo natural.
Diana e Icaro, amor en tiempos del chat
Ella dijo que se llamaba Diana. El, Icaro. Ella dijo que era de México. El también. Eso fue en un chat de internet. Se ''pasaron'' a ''una ventana privada'', se hicieron cuates, emprendieron una relación epistolar cibernética y meses más tarde concretaron una ''cita ciega'' en un Vips por la colonia Plateros. Ella llevaba un vestido floreado. A él le gustó a primera vista. Ella le confesó que no se llamaba Diana sino Digna. El, Juan José. En abril se hicieron novios. En agosto él le propuso que vivieran juntos, en casa de su madre. Ella no quiso.
Juan José Vera dice que él no lee diarios, que no le interesa la política, que no está en el medio de derechos humanos ni de abogados y que no sabía quién era Digna Ochoa, ni que estaba en peligro su vida ni que había sido amenazada anteriormente y que por ello había tenido que salir del país.
Hoy él figura como una línea de investigación del asesinato de su novia. ''Es algo insultante, inmoral, ser considerado como sospechoso. Si yo también soy víctima. Yo soy el hombre que la amó.''
El 31 de octubre, 12 días después del asesinato, la policía ordenó la revisión del departamento de Digna. Para esta diligencia fue citado Vera. ''Yo vi todo intacto, todo en orden. En un cajón encontraron las últimas amenazas. Ahí me enteré que habían sido tres, no dos como ella me dijo. Eran como todas las demás. Majaderas, prosaicas. Nos hicieron volver al día siguiente, el primero de noviembre. Ahí tomaron algunas huellas, se llevaron algunos objetos, la computadora, documentos. No sé si las diligencias las hicieron bien o mal. Yo no tengo experiencia en estas cosas."
Ha sido llamado a declarar para la conformación de la averiguación previa en tres ocasiones. En la última los agentes fueron a la escuela particular donde imparte clases de matemáticas.
El no quería en ese momento abandonar el salón, pero los agentes hablaron con la directora del plantel, ''la presionaron'' y ella le dijo que tenía que ir.
Entre otras cosas, le han pedido en reiteradas ocasiones que narre cómo la conoció, cómo era su relación. ''Han estado machacando mucho sobre lo del seguro de vida. Yo les dije que sabía que tenía un seguro, pero no más. Y lo sabía porque ella me comentó que su agente de seguros era muy amable y que le hablaba cada año, en su cumpleaños, para felicitarla. Luego me enteré que es un seguro por 40 mil dólares y que yo era beneficiario por una parte muy marginal, apenas un 20 por ciento. Es decir, 80 mil pesos. Aunque no hubiera esta sospecha sobre mí, yo no quiero ni un centavo de ese seguro.''
Monja-abogada; síntesis fe-vida
Cuando Digna Ochoa empezó a trabajar en el Pro como voluntaria en los talleres de asesoría legal, en 1990, el centro era aún ''muy tierno'' y la abogada, a los 27 años, ''era todavía muy niña de provincia. Y novicia, además''.
Así la recuerda el jesuita Jesús Maldonado, El Chuche, primer director de la organización, que con el tiempo se convirtió en su cura confesor, además de compañero de trabajo.
''Al principio el énfasis era la capacitación de los movimientos populares en los aspectos legales. Lo nuestro eran los talleres de defensa jurídica en derechos humanos. Digna y yo los impartíamos en Asamblea de Barrios, en el Ajusco. Cuando el Pro se dio a conocer y los movimientos nos empezaron a contactar de todo el país, a Digna le asignamos esa tarea, atender esos contactos.
''Se me reveló como una mujer muy cristiana, con un concepto de Jesús al estilo de la Teología de la Liberación, una idea de un Jesús muy histórico, que trabajaba en su pueblo. Luego me comentó que quería ingresar a una orden. Yo no influí en ella, si acaso la ayudé a discernir, a distinguir sus motivaciones profundas. Ingresó a la orden de las Dominicas del Verbo Encarnado. David Fernández y yo, jesuitas, le decíamos de broma que si se iba a ir con las dominicas, que mejor se fuera al Fray (Francisco de) Vitoria o al Fray Bartolomé de las Casas, organismo no gubernamental de los dominicos.
''A Digna le gustó esa congregación porque son religiosas con muy buena formación, profesionistas en su mayoría y se les permite ejercer la profesión. Es algo poco común. Hizo su noviciado durante el tiempo que trabajamos juntos. Las dominicas estudian teología muy a fondo, son estudios que equivalen a otra carrera universitaria. En ese periodo sí estaba muy clavada. Leía los libros que yo le recomendaba más los que tenía que leer de su propia bibliografía. Como monja-abogada, Digna hizo una muy buena síntesis de lo que en teología llamamos fe-vida.''
Maldonado salió, estuvo fuera del Pro algunos años. Regresó a principios de 2000. ''El 6 de febrero, de madrugada, oí en la radio del desalojo de estudiantes de la UNAM. Me vine de volada. Digna también venía llegando corriendo. Nos fuimos a las oficinas de la policía judicial. Ahí volví a ver a Digna en acción. Nƀombre, qué tablas había adquirido. Había como 400 padres de familia afuera, ansiosísimos. Yo medio me corté. Fue ella la que me dijo, con mucha seguridad: 'Vamos a entrar'. En medio de la tensión se abrió paso. Al ratito nos sacaron. Nunca la había visto así de furiosa. Ahí yo la descubrí como una mujer que sabe lo que quiere, dispuesta a no permitir una injusticia. Claro que volvió a entrar.''
La ruptura con el Pro
Es un método probado y recurrido: defensores de derechos humanos en riesgo en países con altos índices de violencia -Colombia es el ejemplo por excelencia- suelen salir al extranjero a tomar cursos de capacitación en distintas áreas del derecho humanitario, a recibir apoyo sicológico para manejar el miedo, a tomar un tiempo razonable de descanso. Eso fue lo que Edgar Cortez, director del Centro de Derechos Humanos Agustín Pro, argumentó frente a la abogada Digna Ochoa.
También le dijo que dos años de presión y hostigamiento eran demasiado para su equilibrio emocional, ''que una situación tan prolongada de amenazas genera desgaste a la larga y que requería modificar sus circunstancias para rehacerse humanamente'', explica el jesuita que desde que asumió la dirección de esta organización contó con los servicios profesionales de la penalista en una de sus áreas estratégicas, la jurídica.
''Pero a ella no le pareció. Entre nosotros no hubo diferencias ni disgustos. Pero su salida del país sí se la impuse yo. Ella insistía en quedarse. Pensaba que podía sobrellevar la situación, no quería separarse de sus tareas. Yo volví a la carga. Insistí que con su partida nos ayudaría a preservar la seguridad de otras personas. Al final tomé solo la decisión. No hubo consenso. Nuestra idea es que se fuera una temporada. El Cejil ofreció una beca para que Digna realizara una investigación sobre el uso del sistema interamericano. Terminado este periodo ya veríamos. Se fue a regañadientes. Al poco tiempo me comunicó que había decidido terminar la relación con el Pro. Le pedí que lo pensara un poco más. Más adelante reiteró su decisión.''
En los últimos giros de la investigación policiaca, empecinada en encontrar sospechosos en el entorno social y personal de la abogada, ha surgido una nueva línea que escudriña con lupa la relación laboral de Ochoa y el Pro, y la supuesta ''ruptura'' entre ella y su jefe. Es decir, Edgar Cortez es uno de los sospechosos.
A esto, Cortez responde: ''Que investiguen esta línea, que la agoten. Supongo que será una línea a mantener para descartar. Sí me preocuparía si la convierten en un distractor que les impida enderezar la investigación hacia otras esferas. En todo caso, y esta es una de las deficiencias de nuestro sistema judicial, ya sabemos que el Ministerio Público siempre elige entre sus primeras opciones las así llamadas líneas internas. A pesar de que la experiencia les demuestra, una y otra vez, que no da resultados.''
Zacatecas 31, las puertas siempre abiertas
Serían las seis de la tarde, Lamberto González no recuerda exactamente, cuando recibió en su oficina, en la dirección de Asuntos Laborales del Gobierno del Distrito Federal, una llamada de su compañero de despacho, Gerardo González. ''No me acuerdo de sus palabras exactas. Sé que me dijo que había una situación grave, condiciones alarmantes en la oficina. No fue por lo que me dijo sino por el apremio de su voz por lo que salté. Tomé mi chamarra, le pedí a un compañero -Gonzalo Mejía- que me acompañara y salimos corriendo. En taxi llegamos rápido del Zócalo a la Roma. Frente al edificio nos esperaba Gera. Subimos y vimos el cuadro.''
El ''cuadro'' era una mujer con el cabello sobre la cara, sentada sobre la alfombra, con la cabeza recargada sobre el sillón, sobre una gran mancha de sangre. ''Algo pavoroso. La llamamos, no respondió. No nos atrevimos a acercarnos.''
Lamberto tomó su celular y marcó el teléfono de su amiga y compañera de tantos años, Pilar Noriega, que estrenaba esos días un espacioso despacho con vista a la avenida Chapultepec, en la Comisión de Derechos Humanos del DF. Le pidió que fuera a la oficina.
-No chingues, Lamberto. Tengo mucho trabajo -le contestó Pilar.
-Entonces llama a Digna. Estoy en la oficina y aquí hay el cuerpo de una mujer.
Pilar empezó a temblar. Sin colgar con Lamberto pidió que su secretaria marcara el número celular de Digna Ochoa.
Oyó la voz de Lamberto por el otro teléfono: ''Espera, está sonando un celular.''
Entonces supieron los dos que el cuerpo era el de su amiga.
Entre abogados, dice Lamberto González Ruiz -socio con Pilar Noriega del despacho Servicios Legales e Investigación Jurídica-, los hay de gran prestigio, no por los casos que defienden o su eficacia, sino por los honorarios que cobran. El conocido Juanito Velázquez, defensor de los Salinas de Gortari, cobra miles de pesos por cada minuto de trabajo, millones por cada actuación.
En Servicios Legales se compró la primera computadora con los 7 mil pesos que Noriega recibió cuando Javier Elorriaga, presunto zapatista, salió del penal de Cerro Hueco, en Tuxtla Gutiérrez. El primer fax fue obsequio de la comunidad de vascos residentes en México, agradecidos por la defensa desinteresada del par Noriega-González a tantos refugiados de Euskadi amenazados con ser entregados a la policía de España.
Así que los abogados de este despacho son gente de a pie: metro, pesero, camión, así sea hasta Almoloya el trayecto que haya que recorrer.
A ese mundo, a ese estilo de vivir la abogacía, pertenecía Digna Ochoa.
Lamberto es un hombre reservado. De pronto pronuncia algo sobre lo que parece estar reflexionando estas últimas semanas de duelo: ''En ciertos momentos de la historia surgen hombres y mujeres especiales que tienen que ver con lo ineludible. Doña Rosario Ibarra de Piedra es una. Digna Ochoa es otra.'' Se asombra frente a la gran ausencia: ''Era un gran personaje en la historia de México. No sabíamos ni con quién convivíamos. Trabajar con ella, frecuentarla como amigos, era simplemente grato. Lo que ahora me asombra es darme cuenta que conocí a una mujer trascendente. Será porque la tuvimos tan cerca, porque la conocimos de carne y hueso''.
Litigar y comer, dos prioridades
Era un trío curioso el que conformaba el departamento jurídico del Centro de Derechos Humanos Agustín Pro, entre 1997 y 1999. A raíz de su restructuración, Digna, Jorge Fernández y Mario Patrón quedaron al frente. Ella, de 34 años, era la ''veteranaza'' del grupo. Jorge y Mario tenían 23 y 24 años, respectivamente.
Le decían Di. O bien Ochoterena, si la cosa era formal. Ella les llamaba ''canijos'' o ''chinches''. Los saludaba picándoles las costillas, pero cosquilluda como era, se revolcaba si le devolvían el gesto.
Pero ese ángulo relajiento de su carácter quedaba a un lado cuando se trataba de enfrentar un litigio. Jorge la recuerda ''combativa y firme. Siempre checaba todo. Exigía que sus consideraciones fueran tomadas en cuenta. Era paciente en audiencias y diligencias que les tomaban seis y hasta ocho horas, más las antesalas. No se dejaba provocar. Se exaltaba sólo cuando era necesario''.
Fue con Jorge con quien realizó la famosa diligencia del caso de los campesinos ecologistas de Petatlán, en la que citó a declarar a los militares responsables del arresto. Eran el capitán Artemio Nazario Carvallo y los cabos Calixto Rodríguez Salmerón y José Calderón Flaviano, del Batallón 40, de Altamirano, 35 Zona Militar, novena Región.
''Nos fuimos un día antes a Iguala para estar bien temprano. Por la noche en el hotel repasamos la estrategia. Ella llevaba 60 preguntas para cada uno. Se presentaron al juzgado en uniforme. Primero pusieron cara de fastidio. Estaban incómodos. Pero en la medida en que avanzó el interrogatorio se sacaron de onda, estaban cabizbajos. Y preocupados, claro. No le sostenían la mirada a Digna. En sus respuestas se contradijeron en relación con sus declaraciones previas, sobre todo en lo referente a los tiempos, las formas de traslado. Para nosotros, como defensa, esas presentaciones ofrecieron datos muy valiosos para demostrar la fabricación de pruebas, la tortura, la detención ilegal. Quedó claro que Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera nunca fueron presentados a un Ministerio Público en Arcelia, que las supuestas actuaciones ahí fueron inexistentes.
''También el secretario del juzgado estaba incómodo. Nunca le había tocado actuar en un citatorio a militares. Digna estaba muy serena. Irradiaba seguridad. Sólo yo que la ví antes supe que había estado nerviosa al llegar a la audiencia. En los momentos de relax se ponía platicadora y simpática con todo el mundo, hasta haciendo bromas con los militares. Era una forma muy suya la de enfrentar las cosas, dura e intransigente si era necesario, pero nunca ofensiva.
''Salimos a las nueve de la noche y corrimos a la terminal a ver si alcanzábamos camión a la ciudad de México. Había uno de segunda clase a las dos de la madrugada. Compramos los boletos y nos fuimos a comer unos tacos de carnitas, allá cerca. Volvimos varias veces a ese puesto. Riquísimos. Ya en el camino platicamos de mil cosas, de todo menos de trabajo''.