SABADO Ť 24 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Ť Entregan al escritor el Premio Juan Rulfo en la apertura de la FIL de Guadalajara

Conocer la opinión de un solo lector es un gusto supremo: García Ponce

Ť Tengo 69 años, pero recibo el galardón como si fuera un niño de seis, expresa el narrador

Ť Cree en la inspiración; hay cretinos que no creen en ella y lo peor es que se les nota, dice

CESAR GÜEMES ENVIADO

Guadalajara, Jal., 23 de noviembre. Tiene a su lado un ángel de la guarda que desempeña, además, funciones de asistente literaria. María Luisa Herrera toma al dictado los avances literarios de Juan García Ponce, quien recibirá aquí el Premio Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y del Caribe, dentro de la Feria Internacional del Libro (FIL), que comienza este sábado. Como siempre, la tarea primordial de García Ponce es escribir: está a punto de presentar, editada por Océano, su autobiografía, y ya trabaja en otro proyecto narrativo. No descansa, no para, no quiere dejar de ser el novelista que ha sido desde que por primera vez tuvo un papel a mano para contar sus historias.

-¿Cómo consideras el momento en que te llega el premio?

garcia_ponce_4rr-Por naturaleza me lo dan siendo ya un tanto cuanto viejo. Tengo 69 años, pero lo recibo como si fuera un niño de seis años. O sea, me sorprende y me halaga, como a los pequeños les alegraban los regalos del niño Jesús en mi época. Soy ateo, debo reiterarlo, pero me acuerdo de cuando todavía tenía fe en el niño Jesús. Todavía tengo muchos objetos religiosos, como puedes ver, y los conservo sólo por su valor estético.

-Suponemos que el premio te encuentra escribiendo.

-Así es, todavía escribo con regularidad y hasta con disciplina. En cuanto regrese de Guadalajara voy a continuar con mis tareas cotidianas que giran siempre en torno de la literatura.

Musil es Dios

-Océano dará a conocer durante esta FIL de Guadalajara una autobiografía. ¿Es un material nuevo?

-El diseño y ciertas imágenes son nuevas, pero es la vieja autobiografía de siempre, la precoz.

-¿No hubo añadidos?

-Ninguno. La cuestión es que era una autobiografía de mi vida cuando muy joven y quise dejarla así. Trata, más que de cuestiones de la existencia, sobre el carácter de la literatura y la obligación y fidelidad del escritor para con la palabra y la forma.

-Si sigues escribiendo, ¿de qué se trata el nuevo libro?

-Claro, trato de hacer un amplio relato. Bueno, no sé con precisión cuántas páginas tendrá. Con suerte, pocas, con más suerte se convertirá en una novela.

-Tus lectores son más cada vez. ¿Qué sensación te despierta el hecho?

-¿Son más, de veras?

-De veras.

-Me da gusto saber que crece la población que me lee. Me hace ser feliz porque casi sólo me dedico a escribir. Aunque matizo: siempre he creído que un solo lector representa a todos los lectores. Si uno tiene la posibilidad de conocer a ese lector, es un gusto supremo saber su opinión. Por mi parte siempre le pregunto a María Luisa qué le parece lo que voy escribiendo, es mi primera lectora.

-¿Ha variado la temática de tu obra en los años más recientes?

-No, desgraciada o felizmente, no. Aspiro a que cada novela sea distinta y la misma.

-De modo que vives en una especie de burbuja que conforman los temas de que te alimentas.

-Sí, aunque esa burbuja tiene resquicios por los que me asomo todo el tiempo.

-Seguramente eres el mejor lector de Musil en México. ¿Así te ves incluso ahora?

-Para mí, Musil es Dios.

-Podrías desarrollar esa idea.

-Claro. Todo lo que le debo de enseñanza es fundamental y me resulta terrible pensar que él nunca conoció el éxito en vida, pues el reconocimiento fue posterior. A principios de este año, en Alemania, decidieron que el alemán más fino era el que Musil utilizaba. Por mi parte tengo un libro sobre él y una buena cantidad de ensayos sueltos. Es un dios y el dios merece toda mi atención.

-Si bien trabajas en el relato, ¿habrás abandonado la novela?

-Ojalá no, pero no puedo asegurarlo. A lo mejor al rato me cae un rayo y se acabó el narrador.

-Cuenta para los lectores cómo transcurre un día de trabajo cotidiano.

-Escribo poco, la verdad. Llego a escribir cuando mucho tres cuartillas a lo largo de un día. Aunque hay jornadas en que sólo hago una. Le dicto a María Luisa todo lo que escribo y, para colmo, debo lograr que entienda mi voz deteriorada.

-Esta forma de escribir, en cierto sentido indirecta, ¿ha modificado tu estilo de escritura?

-No, absolutamente no, en nada. Empecé a dictar a partir de cierta parte de Crónica de la intervención, que como sabes es una novela muy larga. Y reto a cualquiera a que descubra en qué momento empecé a dictar.

-Eso implicaría que tienes toda la novela concebida desde el principio.

-No del todo. Creo mucho en la inspiración. A veces llega, a veces no. Hay que tener paciencia y más paciencia. En ese tenor mi ejemplo preferido es Rilke, que escribió el primer verso de cierta obra, un solo verso, en 1912, y hasta 1922 pudo continuar. Esperó pacientemente y luego escribió en 15 días el resto del trabajo impulsado por una energía feroz. Cuenta que al terminar, era tal su felicidad que le pegaba a los muros del castillo medieval donde vivía. Golpeaba los muros diciéndoles ''gracias, gracias". En mi caso, no tengo castillo y sería incapaz de pegarle a María Luisa.

-Es singular que un hombre ateo crea en la inspiración.

-Es absolutamente normal. Musil era ateo, como Joyce o Thomas Mann, y los tres tenían en alta estima a la inspiración. En cambio, hay cretinos que no creen en la inspiración y lo peor es que se les nota.

-Recibes el Juan Rulfo, ¿cómo recuerdas su cercanía contigo?

-Lo respetaba mucho. Lo recuerdo muy tímido. No puedo decir que fuera su amigo, pero sí era su admirador, nada más.