SABADO Ť 24 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

José Luis Manzo

Petróleo y gobernabilidad

La recesión económica mundial, agudizada por los ataques terroristas del pasado 11 de septiembre a Estados Unidos, ha provocado una grave crisis en la economía mexicana, que no cuenta con mecanismos de defensa pues no ha construido bases propias para apoyar su crecimiento sólido. La contracción económica mundial se profundizará aún más durante 2002, de manera que la situación de México será peor de lo que ya es ahora. Y para complicar el panorama, otra amenaza aparece: el derrumbe del precio del petróleo, del que dependen en gran parte los ingresos y gastos del gobierno.

Durante los últimos meses la oferta de petróleo se ha mantenido al mismo nivel mientras que la demanda disminuye, lo que ha producido un exceso de oferta en el mercado mundial, que sólo puede eliminarse si se reducen en dos millones de barriles diarios las exportaciones actuales. Debido a esa sobreoferta, el barril de crudo mexicano ya ronda los 13 dólares, y pude caer aún más si se desata una guerra de precios entre la OPEP y los principales productores independientes, entre ellos México, Rusia y Noruega, que se niegan a reducir sus exportaciones en 500 mil barriles diarios, tal como lo exige la OPEP, a cambio de que esa organización absorba la reducción por los 1.5 millones de barriles diarios restantes. De no hacerlo, la OPEP amenaza con mantener su nivel de exportaciones, por lo que la sobreoferta crecería aún más y el precio del petróleo mexicano caería por debajo de los diez dólares el barril.

Ante esta perspectiva, diversos analistas y funcionarios del gobierno de Fox proponen reducir de 17 a 13 dólares el precio estimado del barril de crudo mexicano para 2002, y recortar en 50 mil millones de pesos el proyecto de Presupuesto de Egresos que ya se envió a la Cámara de Diputados. Sería precipitada actuar de esta forma. Existen posibilidades reales para que el precio promedio del barril de petróleo mexicano se mantenga por arriba de los 17 dólares durante 2002. Ello dependerá en gran parte de lo haga el gobierno de Fox.

Al igual que con Carlos Salinas, durante el gobierno de Ernesto Zedillo todos los esfuerzos que hizo Pemex para incrementar la plataforma de producción petrolera tuvieron como finalidad casi exclusiva atender la demanda de los consumidores externos. Entre 1995 y 2000, la producción de petróleo se incrementó en 395 mil barriles diarios. De ese incremento, casi el 90 por ciento se destinó a la exportación, sobre todo a Estados Unidos, mientras que el 10% restante se canalizó al consumo interno. Con esta política, México ha contribuido a saturar el mercado petrolero, provocando el derrumbe de los precios. Fox va por el mismo camino. A pesar de que la contracción económica se presentó desde el año 2000, en cuanto tomó posesión incrementó el volumen exportado, que supera en más de 60 mil barriles diarios el registrado en 2000, contribuyendo a agrandar el problema de la sobreoferta petrolera mundial, cuyas consecuencias hoy padecemos.

ƑCuál sería el impacto para México de una guerra de precios con los otros exportadores de petróleo? Sería el desastre, pues el precio del barril mexicano caería por lo menos en diez dólares, lo que a los niveles actuales de exportación representaría pérdidas diarias por 17 millones de dólares, equivalentes a 6 mil 250 millones de dólares anuales. Esto agudizaría los problemas que ya enfrentamos: recortes significativos al gasto público y menor actividad económica; cierre masivo de empresas; caída de las exportaciones y mayor déficit en la balanza comercial; creación de condiciones propicias para la especulación cambiaria y fuga de capitales; aumento en las tasas de interés y mayor inflación e inestabilidad financiera. Todo esto se traduciría en mayor desempleo, inseguridad pública e irritación social. Ante un gobierno que no gobierna, que no reacciona a tiempo y con eficacia para atemperar los conflictos, esto puede desembocar en mayores y más profundos estallidos de inconformidad social. Los machetes y los rifles aparecen nuevamente en las calles, no en desfiles del 20 de noviembre, sino en manos de enardecidos pobladores de San Salvador Atenco que se oponen al despojo de sus tierras para construir en ellas el aeropuerto alterno de la Ciudad de México; pero el gobierno de Fox no se da por enterado.

Ante este negro panorama, que sería alimentado por el derrumbe del precio del petróleo, cabe preguntarse ƑQué camino le queda a México? ƑSólo seguir sacando petróleo aceleradamente para malbaratarlo en un mercado internacional saturado? O, por el contrario, Ƒes posible evitar la guerra de precios entre los países exportadores de petróleo? ƑMéxico puede hacer algo para lograrlo? Por supuesto sí es posible. En una situación similar registrada a principios de 1999, el Secretario de Energía de México, Luis Téllez, impulsó un acuerdo entre los principales países exportadores de petróleo pertenecientes y ajenos a la OPEP, a fin de reducir ordenadamente las exportaciones y con ello eliminar la sobre oferta existente, que ya había provocado el derrumbe de los precios. Aunque el gobierno de Estados Unidos presionó para frenar esa iniciativa, el gobierno de Zedillo la llevó adelante, más por un instinto de sobrevivencia política que por racionalidad comercial o patriotismo. La iniciativa fue exitosa. En pocos meses, el precio del barril mexicano subió de menos de diez dólares a más de veinte dólares.

En la coyuntura actual, fue el presidente venezolano Hugo Chávez quien tomó la iniciativa y propuso reducir las exportaciones; propuesta que Fox rechazó tajantemente en un principio. Sin embargo, parece que Fox ya modificó su posición, al enviar a su Secretario de Energía a buscar acuerdos con Rusia y Noruega para repartirse la reducción de exportaciones por 500 mil barriles que les exige la OPEP. Ese es el camino. El gobierno de Fox no puede evitar la recesión económica mundial, pero sí puede contribuir a evitar el derrumbe de los precios del petróleo. Si no lo hace, y si además no se pone a gobernar en serio, el estallido de la violencia social estará a la vuelta de la esquina, al igual que su salida de la presidencia; acontecimientos que nadie desea.

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