sabado Ť 24 Ť noviembre Ť 2001

 Luis González Souza

Política exterior democrática, desde abajo

Pueden alegarse mil avances en la política exterior de México durante el primer año del gobierno foxista, pero todos ellos, cuantos sean, quedan ensombrecidos o anulados por su irresponsable posición ante la "nueva guerra" de EU, que ha colocado al mundo al borde del suicidio global. Y es que ?hay que reiterarlo? ni siquiera los siervos ofrecen un "apoyo incondicional" a sus amos.

Con ese antipolítico y servil "apoyo", el México de Fox se quedó sin política exterior, y ahora a éste no le queda más que recurrir al gastado truco de los gobiernos priístas, consistente en contraponer los "intereses" de México a los "principios" históricos de su conducta internacional. "Nada que pudiera contrariar a los reaparecidos halcones de la Casa Blanca, todo lo que ayude a su frenético accionar": he allí un breviario de la no-política o antipolítica del gobierno de Fox frente a EU, otra vuelta de tuerca al tornillo de la de por sí vergonzosa sumisión del salinismo-zedillismo. El mundo al revés, como bien diría nuestro reconocido Eduardo Galeano: una política exterior con cero política y un exterior neciamente reducido a un solo país, EU.

Regresemos, pues, a la brújula original que, para cualquier nación, es su Constitución política. Dice la nuestra (artículo 89, fracción 10) que todo presidente de México tiene la obligación de "dirigir la política exterior" en conformidad con siete principios, entre los que se incluyen: la solución pacífica de las controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; y la lucha por la paz y la seguridad internacionales. Nadie sino lo mejor de nuestra historia, y de la sabiduría resultante, inventó tales principios. Estos son el fruto natural de las incontables luchas que el pueblo mexicano ha librado a efecto de darse a sí mismo una nación tan digna como propia. Así, lejos de contraponerse a los mejores intereses de México, tales principios son su mayor o única garantía. Del mismo modo en que la única posibilidad de una relación sana y constructiva con EU pasa por la salvaguarda ?no el olvido ni la negociación? de esos principios constitucionales de México. Es lo menos que nos anima a aprender la accidentada historia de la vecindad entre ambas naciones

Pues bien, todos esos principios son descaradamente pisoteados tanto por la "nueva guerra" de Bush II, como por la no-política de Fox ante ella. Más aún, ambas cosas aniquilan ya buena parte del Derecho Internacional al tiempo que amenazan con prohijar el mayor desorden que la humanidad ha conocido en mucho tiempo. Un desorden que terminaría de hacer imposible cualquier proyecto de nación para países como el nuestro. Y hasta donde lo suponemos, el primerísimo interés de todo México sigue siendo el de preservarse como nación, así no más, y luego nos peleamos por los calificativos.

Más que nunca, pues, intereses y principios van junto con pegado, pero el "apoyo incondicional" de México a la guerra más terrorista de todas no hace sino desfigurar por completo cualquier proyecto de nación, de por sí harto desfigurado bajo los gobiernos priístas de antaño. Y eso nada tiene que ver con los intereses mayoritarios de nuestro país. ¿O acaso la mayoría votó por un país esclavo, aparte de pobre?

Esta caída tan bajo de nuestra política exterior tiene una gama muy amplia de causas: desde la sistemática desnacionalización auspiciada por los gobiernos priístas, hasta el pragmatismo a ultranza que ya caracteriza, fuera de toda duda, al dizque nuevo gobierno panista. Pero la causa de fondo es, autocríticamente dicho, la debilidad de las fuerzas cívicas y sociales de México; más concreto, su desdén por los asuntos internacionales. Ello, con tres notables excepciones, por lo menos: la RMALC, ahora convertida en motor de una alianza social continental que empuja una alternativa justa y razonable ante el ALCA clinton-bushiano; el Equipo Pueblo, fundador explícito de la vital "Diplomacia Ciudadana" y, desde luego, los indígenas zapatistas, incansables promotores de un mundo de veras nuevo: justo y digno para todos, donde todos quepan con la dignidad a salvo.

Lo que urge ahora es que toda la sociedad, y no sólo algunos, vuelva a asumir como suyos los principios de la política exterior de México. Y sobre todo, urge ponerlos en práctica, por cuenta propia y en todos lados: desde Chiapas, que sigue en espera de una paz justa y digna, hasta el mundo nuevo que la "nueva guerra" ha puesto como la máxima prioridad de todo el género humano. Un mundo democrático de cabo a rabo, y desde mero abajo. Ť
 
 

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