sabado Ť 24 Ť noviembre Ť 2001

Alberto J. Olvera

El PRI: peligroso renacimiento

El PRI celebró su asamblea nacional en un contexto y en una forma inéditos. El partido que nació desde y para el poder tuvo que confrontarse a sí mismo por vez primera como un partido en la oposición. Su principal reto era transformarse, a partir de un mero aparato electoral y clientelar, en un verdadero partido. La asamblea avanzó un poco en esa dirección. En este proceso el PRI cuenta con la ventaja de la pusilanimidad del Presidente, del PAN y del PRD. Hay una oportunidad de restauración que no debe ser ignorada.

La asamblea, en sus diversas sedes, fue en realidad un notable ejercicio de validación de los acuerdos ya tomados por las corrientes internas, con la excepción de unos cuantos puntos relevantes. El gobernador de Veracruz, por ejemplo, tenía un interés muy particular en el levantamiento de los "candados" que cierran el camino a las candidaturas a gobernador y a la Presidencia a quienes carezcan de pedigrí en materia de cargos de elección popular, dado que pretende imponer a uno de sus delfines en las elecciones de 2004. Mostrando los límites de la supuesta libertad de los delegados para decidir, toda la delegación veracruzana votó en bloque por disciplina y no por convicción, al igual que lo hicieron los demás grupos.

Ahora bien, en un contexto de parálisis política e indefinición de los contornos de un pacto de transición, el otrora partido oficial omitió abordar explícitamente su política frente al nuevo gobierno. Más allá de declaraciones abstractas, la táctica real del PRI para el periodo no fue discutida. Lo mismo puede decirse del programa y declaración de principios, que no sufrieron cambios importantes. Ello no era problema antes, pues el programa era un mero símbolo y la línea política la definía el Presidente en turno. Pero desde la oposición el programa adquiere relevancia, y más aún un posicionamiento táctico claro en la coyuntura. Este vacío permitirá a los futuros líderes partidarios decidir las políticas con gran discrecionalidad.

El PRI carece de líderes naturales creíbles, pues los que había eran designados desde arriba. Roberto Madrazo aparece como la opción casi única debido a que posee el mérito de haberse opuesto a Zedillo, carece de principios y ha cortejado a la maquinaria partidaria. Pero es el líder menos indicado para transformar al PRI en un partido que renuncie a su pasado autoritario y corrupto, pues él mismo es el paradigma de esos vicios. Sin embargo, puede mantener la ilusión interna de que el PRI volverá por sus fueros por las únicas vías que conoce: el clientelismo y el fraude.

Esta ilusión tiene un anclaje real: el PRI conserva aún una gran cohesión en sus bases microlocales, gracias a que sus dirigentes han aprendido a renegociar la gestión cotidiana de los subsidios con los nuevos funcionarios y son aún la intermediación necesaria para la aplicación de diversas políticas públicas. Este hecho explica el buen desempeño electoral del PRI en las recientes elecciones estatales y locales, ya que le permite tener un voto duro enorme, cosa que el PAN no ha podido (y tal vez no pueda) lograr, y que el PRD sólo puede hacer en menor escala y con menos eficiencia. La desclientelización de las políticas públicas es un proceso que toma tiempo, y que además es bloqueado por el PRI en los estados y municipios que gobierna, que aún son muchos. Es por ello que el PRI aparece aún para amplios grupos sociales como una red de intermediación segura y predecible, en un contexto de relativa incertidumbre frente al nuevo gobierno.

El gobierno del presidente Fox ha ayudado al PRI notablemente al no tener la capacidad ni la imaginación para transformar los aparatos del Estado y el tipo y carácter de las políticas públicas. Además, el PRI aún controla grandes áreas del aparato de Estado. La política timorata de Fox de no tocar al PRI ni con el pétalo de una rosa ha evitado que el viejo partido oficial sea plenamente deslegitimado frente a la sociedad. Cero avances en materia de combate a la corrupción del pasado, ninguna crítica de fondo a la irresponsabilidad criminal en las políticas agropecuaria, industrial y cambiaria, ninguna persecución real de los violadores de derechos humanos: el PRI duerme tranquilo y no padece la crisis moral que merece.

El PRI tiene una oportunidad de restituir su poder gracias a que todavía no ha habido una destitución del viejo régimen ni una construcción de uno nuevo. Si Fox y su partido y el PRD siguen sin ver más allá de sus narices, el viejo aparato clientelar priísta se fortalecerá a pesar de carecer de ideas y de líderes decentes. Ť