MEMORIAS Y UTOPIAS DE LA CIUDAD DE MEXICO
Fue interrumpido por la república de Juárez
El plan urbanístico de Maximiliano en 1864
El profundo estudio de Esther Acevedo, integrado en Testimonios Artísticos de un episodio fugaz, 1864 a 1867 (1995) describe las principales ideas y proyectos que alimentaron las imaginaciones del efímero emperador
JORGE LEGORRETA
Inspirado en la Viena imperial gobernada por su hermano Francisco José, Maximiliano diseñó durante su efímero imperio, un plan urbanístico para la ciudad de México que, por fortuna, la restaurada república de Juárez sólo le permitió realizar en forma mínima. El profundo estudio de Esther Acevedo, integrado en Testimonios artísticos de un episodio fugaz, 1864 a 1867 (1995), revela las principales ideas y proyectos que alimentaron las imaginaciones del efímero emperador. No pudo completarlas. El tiempo fue su principal enemigo.
En dicho plan, Maximiliano contó con la colaboración de su esposa Carlota y un equipo de urbanistas y arquitectos, entre los que destacaron Lorenzo de la Hidalga, Ramón Rodríguez Arangoity y el austriaco Carl Gangolf Kaiser. Su propósito fue convertir a México en una ciudad imperial, similar a las grandes urbes del mundo. En realidad, sus ideas fueron expresión de las primeras eras de la globalización, en el siglo XIX.
De haberse concluido el plan hubiera destruido en forma definitiva la estructura urbana virreinal, pues implicaba la sustitución de innumerables espacios, debido a su concepción de "abrir la ciudad" mediante un trazado en diagonal. En México se vivían todavía los tiempos de una ilustración que arrasaba con todo el arte barroco que encontraba a su paso.
Desafortunadamente se cuenta con pocas imágenes sobre las diversas propuestas arquitectónicas y urbanísticas del plan. Acevedo ha rescatado las más significativas; entre ellas un plano de 1864 con los trazos de Maximiliano en color rojo, como al parecer gustaba expresar sus ideas, y uno sobre la remodelación del Zócalo, ambos resguardados en la Mapoteca Orozco y Berra.
Los majestuosos bulevares
Entre sus principales ideas, hay que mencionar un ambicioso plan para construir cinco bulevares con glorietas, cuya inspiración fue el novísimo proyecto de amplias avenidas que el arquitecto Haussman, preferido de Napoleón III, realizaba por ese entonces en la ciudad de París.
El primero y más grande pretendía crear un circuito alrededor de toda la ciudad. Este bulevar era semejante al de Viena, edificado en lo que fueron las antiguas murallas medievales. A los lados de esta calzada con amplio camellón al centro se colocarían majestuosos museos, plazas y jardines públicos. El segundo y más ancho de todos, se propone unir el castillo de Chapultepec, en aquel entonces recién adaptado como residencia imperial, con El Caballito, ubicado al inicio del Paseo de Bucareli. Hoy se le conoce como Paseo de la Reforma.
El tercero, al que denomina de la Emperatriz, se traza para unir el Zócalo con la iglesia de Tlaxcoaque. En la parte posterior de dicha iglesia pretendía edificar el Colegio Militar, de tal manera que la calzada sirviera de marco para los desfiles militares de aquí hasta el Palacio Imperial. El trazo del bulevar se adelantaría casi un siglo a su apertura, realizada en la década de los años treinta del Siglo XX. El cuarto se trazó para abrir igualmente un amplio bulevar, que arrasaría todas las manzanas ubicadas entre la actual Cinco de Mayo y Madero, desde el Zócalo hasta El Caballito, desapareciendo parte de la Alameda. El quinto y más pequeño de todos se abriría para unir el actual Paseo de la Reforma con la residencia de los Condes de Buenavista, hoy Museo de San Carlos. Salvo el actual Paseo de la Reforma, ninguno de estos bulevares fue construido.
La remodelación del Zócalo
Otra de sus propuestas centrales fue una amplia y radical remodelación del Zócalo y sus alrededores, llamado en aquel entonces Plaza de Armas. En el plano citado se aprecian los espacios y edificios a desaparecer, entre los que destacan los barrocos adosados a la Catedral Metropolitana: el sagrario, el seminario y la biblioteca (marcados sobre el plano en retículas color rojo). Además, la construcción de dos plazas, la primera suprimiendo la parte poniente de la manzana del Arzobispado y, la otra, atrás del Palacio Nacional, sobre el frente oriente de la calle Correo Mayor.
"...Se debía aislar la Catedral y en consecuencia demoler el sagrario, el seminario y la biblioteca. Alrededor de la Catedral iría una plaza rectangular que concluyera en el alineamiento de las calles de Plateros para dejar el paso libre a los coches que salieran de esa calle...
Al este de la plaza se derrumbarían las casas del Arzobispado, formando otra plaza que le cedería jardín a dicho edificio."
En la parte central de la Plaza se edificaría un gigantesco monumento a la Independencia, ocupando casi la mitad de la plaza; sería éste, atribuido a Lorenzo de la Hidalga, el antecedente del actual monumento, inaugurado por Porfirio Díaz en 1910, diseñado por Antonio Rivas Mercado. Vale señalar las similitudes entre ambos, tanto en su concepción estética como histórica. En el centro de la plaza aparece a una columna rematada con "un águila en el momento de romper las cadenas y remontar el vuelo" y en su base esculturas de Hidalgo, Morelos, Iturbide y Vicente Guerrero.
La remodelación del Palacio Imperial
A Maximiliano y Carlota debe atribuirse la transformación del viejo y decadente Palacio Virreinal, que fue durante la inestable primera década del siglo XIX, por ese ambiente imperial conservado hasta nuestros días. Durante el efímero imperio, el palacio de gobierno se transformó en una de las más dignas residencias para protocolos internacionales; se construyeron espacios para teatros, capillas, amplias escaleras y pasillos, así como majestuosos jardines.
Las remodelaciones interiores no alcanzaron los exteriores. La propuesta para desaparecer la antigua fachada barroca del arquitecto Pedro de Arrieta no pasó del papel. La nueva fachada ecléctica, correspondiente a las vanguardias euro-peas de aquel entonces, se hubiera adelantado 30 años a los cambios que las arquitecturas del poder experimentaron durante el porfiriato. El proyecto para remodelar la fachada del palacio, rescatado por Acevedo, aparece en el libro citado.
Otros proyectos
Entre otros, habrá que mencionar las primeras maquinarias hidráulicas para las fuentes de la Alameda, incluyendo un grupo de esculturas clásicas; nuevos mercados en las plazas de San Juan, Santa Catarina y San Fernando; nuevo empedrado, alumbrado con gas y los primeros relojes eléctricos en edificios y lugares públicos. Todos se han transformado o bien desaparecido a medida que las nuevas ideas modernizadoras del siglo XX se apropiaron de la ciudad.
Sin embargo, antes de enfrentarse a las balas republicanas, Maximiliano tuvo conocimiento y de hecho autorizó, el inicio del proyecto del Gran Canal del Desagüe del Valle de México. Esta obra, sueño de los españoles del principios del siglo XVII para desecar la cuenca de México, fue inaugurada por Porfirio Díaz 30 años después, el 17 de marzo de 1900.