SABADO Ť 24 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Roberto Campa Cifrián
Los sostenes del Presidente
Cuando está por cumplirse el primer año de gobierno, y a la luz del enfrentamiento con la prensa y el agravamiento del clima de violencia, refrendado con el asesinato de Digna Ochoa, conviene preguntarnos: Ƒqué sostiene al presidente Fox?, porque si bien cuenta con una importantísima base, que es la legitimidad democrática, carece de otros amarres que dieron sustento a los gobiernos llamados de la Revolución.
A los presidentes priístas los sostenían tres asideros, con el paso del tiempo los amarres se desgastaron y al final se reventaron.
1. La fuerza legitimadora de la Revolución Mexicana, la primera de un siglo caracterizado por los movimientos sociales, que recoge las causas históricas de la nación: la Independencia y la Reforma.
Revolución que pierde fuerza ante el ocaso de los arquetipos revolucionarios en el mundo, principalmente los regímenes comunistas. Que se diluye cuando los socialistas se hacen de derecha, cuando se imponen las concepciones de democracia, libertad, globalización y alternancia. Desgaste mundial que se suma en México al abandono paulatino de los distintos gobiernos, a los principios y postulados del movimiento libertario. No sé francamente si hubiese sido posible para México mantener otro curso, lo que está claro es que no opusimos resistencia real.
2. La capacidad de cohesión del pacto posrevolucionario, pacto que concibe Calles y aplica Cárdenas. Que implicaba reglas, la mayor parte no escritas, que dieron origen a un régimen que la gente conocía como el sistema, auténtico juego de pesos y contrapesos, que se traduce en una liturgia que significaba poder, pero también restricciones.
La crisis del pacto comienza paradójicamente con el personaje emblemático del respeto a esas reglas, Gustavo Díaz Ordaz. Para él, sistema es igual a patria, por eso asume su defensa como un asunto sacramental, y cuando el movimiento estudiantil se manifiesta, se endurece, y ante las consecuencias asume la responsabilidad como si fuera un martirio. Su defensa de 1968 se basa ciertamente en el cumplimiento de la ley, pero no únicamente la escrita, también, de manera principalísima, la no escrita, la que constituía el pacto que había jurado respetar.
A partir de ahí las reglas las decide, solo, el presidente en turno. ƑPensando en el país?, seguramente, pero sin respetar código alguno. Al final, el último presidente priísta asume el mando dejando claro que dentro de sus obligaciones no está entregar el poder a uno de los suyos. El pacto queda completa y absolutamente roto.
3. La eficacia en el ejercicio del gobierno. Efectivamente, los gobiernos emanados de la Revolución fueron extraordinariamente exitosos en la construcción y consolidación de instituciones que significaron mejoras concretas en la vida de muchas familias. Educación, vivienda y ascenso social; tierra, empleo y asistencia en la vejez; servicios básicos, salud y cultura se hicieron realidad para millones de mexicanos.
Sin embargo, el régimen que puso al país en el lugar 12 de las economías del mundo no fue capaz de atender los problemas básicos de los pobres, y al final se le identificó sólo por lo que no hizo, y ya no por lo que logró. Sin sus amarres, el PRI perdió el poder.
ƑQué sostiene hoy al presidente Fox? Un gran pilar, la legitimidad democrática, la fuerza de su gobierno es la fuerza del voto mayoritario de los mexicanos y el reconocimiento internacional, nada menos pero nada más, porque esa legitimidad se desgasta rápido y se sostiene cotidianamente en la ley.
Los primeros 10 meses del gobierno han sido decepcionantes para millones de mexicanos que pensaron que las cosas iban a mejorar y pierden la esperanza día a día. Los desatinos son cada vez más graves y más frecuentes y han enfrentado a Fox, incluso, con sus aliados originales: el capital nacional y el foráneo, a los que ofreció una reforma fiscal que no ha podido cumplir, o la Iglesia católica, que le tiene prohibido el sacramento esencial de los católicos: la comunión.
El entorno mundial es adverso, pero en nada ayuda que ante la reducción de la demanda de productos nacionales en Estados Unidos, el Presidente anuncie que los va a colocar en Europa. En nada ayuda haber estado ausente del país 60 días en 11 meses, o jugar con el Congreso en el asunto de Chiapas, empujando lo que sin duda sabía estaba condenado al fracaso, en razón de la oposición de sus propios compañeros de partido. En nada ayuda la filantropía política de su esposa, que renuncia a encabezar la tarea institucional de la atención social y opta por un proyecto personal, con clarísimos tintes políticos. En nada ayuda un Presidente que no controla a su gabinete, que parece desconocer la gravedad de su encomienda, que todo frivoliza al hacer pública su vida privada.
Pero lo que es más grave, en nada ayuda poner en riesgo la legitimidad democrática, la que se gana en las urnas pero sólo se mantiene en el cumplimiento cabal del estado de derecho y en el respeto irrestricto a la crítica, y a los críticos.