SABADO Ť 24 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

James Petras

Carta abierta a friends of America de Francia

Las imágenes y realidades en la ex-periencia intelectual y política estadunidenses, tal como quedaron re-flejadas en las columnas de periodistas de derecha en Europa, están sumamente simplificadas, pero no francamente distorsionadas. Por ejemplo, el director de Le Nouvel Observateur, Jacques Julliard (El Mundo, noviembre 16, 2001, página 14), ataca a los intelectuales franceses de izquierda por su "antiamericanismo mal intencionado".

De manera similar el académico de derecha Bernard-Henry Levy dirigió una áspera "carta a los que están equivocados", con lo que aludía a los intelectuales occidentales que se han mostrado críticos hacia la guerra de Estados Unidos en Afganistán.

Ambos escritores defienden la operación de Washington (y se refieren erróneamente a los "americanos", olvidando a la otra mitad del hemisferio) en Afganistán, y acusan a los críticos de ser "antiamericanos". Ambos escritores son profundamente ignorantes de la historia y de las actuales opiniones divergencias que existen en "América" (del Norte).

Para Julliard, criticar las intervenciones destructivas de Estados Unidos en América Central, el Sur de Africa e Indochina, que costaron más de 7 millones de vidas, proviene de una "lógica delirante". Bernard-Henry Levy, celebra los exitosos bombardeos intensivos contra Afganistán y denuncia a los intelectuales occidentales por no reconocer los efectos liberadores de varios millones de toneladas de explosivos y de 5 millones de refugiados desplazados.

Estos intelectuales franceses de derecha y que se proclaman "pro americanos", son en realidad promotores de una tendencia histórica en la política de Washington. En su ardor político confunden su propia retórica ideológica con las complejas y contradictorias realidades en Estados Unidos. En cierto sentido, no son más que apologistas de los "americanos" que ejercen el militarismo y el poder político.

Hoy en día, en el Estados Unidos real y existente, hay millones de "americanos" que se oponen a la guerra, incuso si son una minoría.

En segundo término una mayoría del público estadunidense, incluidos abogados académicos, periodistas y líderes religiosos a todo lo largo del espectro político, se oponen a los poderes dictatoriales asumidos por el presidente George W. Bush; específicamente critican su iniciativa de establecer tribunales militares secretos para juzgar a extranjeros sospechosos de estar asociados con terroristas.

La guerra, el ascenso de autoritarismo y la erosión de libertades democráticas está dividiendo a "América". La pregunta que enfrentan los mal informados apologistas franceses de la guerra es: ƑA cuál "América" están apoyando? ƑLa de los tribunales militares y bombardeos intensivos o la de habeas corpus, la Declaración de Derechos Fundamentales o de la libre determinación de las naciones?

El actual conflicto entre los poderes democráticos-republicanos y los autoritarios e imperiales tiene una larga historia que se remonta a la fundación del país. La tradición democrática-republicana comenzó con aquellos que lucharon contra la Inglaterra colonial, con los que pelearon la guerra civil contra la esclavitud y los que se opusieron a la invasión Estadunidense de Cuba y Filipinas. Están también los primeros que se enfrentaron a los nazis para después oponerse a la guerra de Vietnam.

Julliard y Levy no apoyan una abstracta (aunque oficial) "América", sino que apoyan a la "otra América" -la de la conquista de los débiles, la del encumbramiento de los poderosos y la de la injusticia hacia la mayor parte de su población. Su servil postración ante el poder de las bombas de Washington los coloca en la misma posición de aquellos que defendía al imperio británico de la revolución anticolonialista de Estados Unidos, los propietarios de esclavos en América del Sur y los antibolcheviques estadunidenses, como Henry Ford, quien consideraba que las bombas de los nazis eran un poderoso antídoto contra el comunismo.

Nosotros, los intelectuales de Estados Unidos que vivimos en el país, rechazamos este sangriento "pro americanismo". Somos pro americanos en el sentido que lo son muchos intelectuales europeos y latinoamericanos que apoyan al Estados Unidos que se basa en la tradición democrática-republicana. Estamos en contra de participar en "contubernios extranjeros", tal y como aconsejó George Washington en su discurso de despedida, y en favor de la Carta de Derechos Fundamentales. Nos unimos a la vasta mayoría de estadunidenses que rechazan la violación de nuestra Constitución y la usurpación de su mandato a través de leyes.

A los señores Julliard y Levy, y sus colattack_afghan_vi23nlegas en Francia, nuestra respuesta es que preferimos por mucho a los demócratas franceses (a los que ustedes tildan tramposamente de "antiamericanos") a sus lisonjas hacia la poderosa maquinaria de guerra y los tribunales militares que se establecerán para defenderla.

Tal vez Washington "gane esta guerra" en Afganistán, pero los gangsters y narcotraficantes que serán llevados al poder gracias a ella provocarán nuevas guerras y rebeliones. Las mayorías de hoy se convertirán en las minorías de mañana. El terror de Estado engendrará terror individual.

Esto es lo que asusta a muchos estadunidenses, lo que Julliard y Levy ignoran desde sus cafés parisinos. Después de to-do, no son los simpatizantes de Washington en el extranjero quienes pagan el precio de las guerras de Estados Unidos, sino el pueblo estadunidense. Ya tenemos suficientes problemas al defender nuestras libertades de las tretas del Ejecutivo; no necesitamos "simpatizantes" que golpe-teen los tambores de guerra para guiarnos por el camino de la "justicia" militar.

Actualmente ser "pro americano" implica defender los valores democráticos-republicanos. Los verdaderos antiamericanos son aquellos que, en nombre de esta guerra nada santa, han confundido la política de un Estado imperial con la soberanía del pueblo.

En Estados Unidos, y particularmente a aquellos que nos concierne la libertad, nos damos cuenta de que las guerras injustas en el extranjero erosionan la democracia en casa. El poder arbitrario no conoce fronteras. Como lo dijo uno de sus ilustres filósofos (Jean Paul Sartre) durante su guerra en Argelia, "las guerras coloniales son el cáncer de la democracia".

La responsabilidad de sus intelectuales -incluidos sus compatriotas- es ir más allá de la propaganda y develar el poder de la destrucción encaminada a la ganancia material.

La Alianza del Norte está siendo financiada y dirigida por el gobierno de Washington, como un útil instrumento político, sin importar las ejecuciones sumarias, el pillaje y las violaciones.

Distraer la atención de estas nuevas barbaridades en nombre de la liberación es patológico, es un ejemplo de profunda perversidad en el que las víctimas son acusadas de los crímenes que se cometieron contra ellas; fue una práctica perfeccionada por la Francia de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial.

Levy y Julliard no son fascistas; sólo imitadores. Y desde luego, no son "pro americanos", al menos no en la tradición democrática-republicana.

Traducción: Gabriela Fonseca