VIERNES Ť 23 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť Espejea un viaje al infierno de la cultura occidental, señala José Ramón Enríquez
La ópera Alicia, de Federico Ibarra, es un prisma de la Divina Comedia, dice el libretista
Ť La partitura del compositor mexicano sonará en Bellas Artes a partir del 2 de diciembre
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
La ópera Alicia del compositor mexicano Federico Ibarra no intenta ser una versión exhaustiva de la obra de Lewis Carroll, sino una recreación, y ''eso significa crear otra vez'', señala José Ramón Enríquez, autor del libreto de esa obra que se restrenará el domingo 2 de diciembre en el Palacio de Bellas Artes, seis años después de su primera presentación.
En el libreto para esta ópera en dos actos, basada en Alicia en el país de las Maravillas y Alicia a través del espejo, ''parto de los elementos carrollianos, de una lectura muy profunda, de muchos años, de un enamoramiento del personaje de Alicia, de lo que significa Lewis Carroll en la literatura'', autor que ''anuncia lo que sería la literatura moderna y se anticipa al propio James Joyce en el manejo del non-sense. Hay una fascinación lógica dentro de lo a-lógico'' del escritor y matemático inglés (1832-1989).
Para Enríquez, Alicia hace un viaje al infierno, aunque ''siempre lo hemos visto como algo infantil, pero no es así, es una especie de Divina Comedia al revés que es de una enorme crueldad. Pensemos que la Reina de Corazones es la reina Victoria, por ejemplo, y no se queda ahí, sino que es la imagen del poder''. A final de cuentas, el de Alicia ''es el viaje al infierno de toda la cultura occidental''.
La Alicia de la ópera, relata, ''cae con mucha más conciencia, menos mágicamente que con Lewis Carroll, y sufre lo que es este viaje hacia el centro del poder. Esa sería mi Alicia: mientras por un lado es un homenaje fascinado a la fascinación de Carroll, por otro es una traición porque no soy capaz de jugar con los espejos'' como lo hizo el narrador.
Inabarcable, el personaje de Lewis Carroll
La Alicia de Carroll ''es inabarcable, es un prisma. Es esa Alicia que es un personaje histórico perfectamente reconocible, que conocemos en fotografías, y con quien Carroll juega de distintas formas. Alicia es un juego de espejos, y es la música de Ibarra lo que da prismas a esa obra''.
Enríquez, quien ya ha trabajado en varias ocasiones con Ibarra, aclara que la Alicia del libreto para esta ópera, escrito en 1990, ''es probable que no sea mi Alicia de hoy o la de otro día''. Es un personaje cambiante: ''mi Alicia es la cultura occidental y mi Alicia soy yo, es este viaje mío hacia lo más recóndito, no de la conciencia, sino de los lugares en los que el poder entra en la conciencia''.
En la ópera Alicia el personaje principal es el único que no habla en verso, pero lo hace con una prosa propia; ''con eso jugamos muy bien'' y es que otra de las cosas fascinantes de Carroll ''son las posibilidades que me da para experimentar con el lenguaje. Es el juego del non-sense y me permite jugar con un castellano sin sentido, pero con un sentido muy antiguo''.
Alicia, concluye, ''es una obra fascinante en la que Carroll nunca se imaginó lo que estaba haciendo y hasta dónde iba a llegar. No es un descubrimiento personal y único, sino que me fue heredado sobre todo por mi generación'', y a la par de ella hay otros personajes que le han fascinado todo el tiempo como el gato Chesire, la gran duquesa, Tweedledee y Tweedledum, el pájaro Dodó, que no es otro que Lewis Carroll burlándose de sí mismo, y que son parte invariable de ésta ópera''.