Sobre el escenario de Bellas Artes, el vuelo de Mozart y un spiritual con Barbara Hendricks
Ť Función casi exclusiva para asistentes de postín, pero ignorantes del arte sonoro
Ť Interpretó también la célebre aria de la carta de la ópera Eugenio Oneguin, de Chaikovski
PABLO ESPINOSA
La noche del miércoles ocurrió en Bellas Artes un prodigio: la soprano sueca Barbara Hendricks entonó un par de arias de Mozart, un pasaje operístico de Chaikovski y un spiritual a cappella y el efecto fue devastador: hubo un ligero aumento de luz en todo el cosmos.
Anunciada sin mayores aspavientos, la visita relámpago de una de las voces más bellas de hoy día marcó uno de los acontecimientos musicales mayores en el año que está por terminar.
Aplausos a destiempo
De manera similar a lo ocurrido en días recientes, con la visita de la Sinfónica de Berlín en una gira financiada por el Deutsche Bank, el público que resultó privilegiado fue otra vez el asociado directamente con la marmaja, la lana, la luz, los dineros, pues otra institución europea de primer nivel, el banco suizo UBS, patrocina ahora la gira latinoamericana de la UBS Verbier Festival Youth Orchestra, que acompañó a la señora Hendricks anteanoche en el Palacio de Bellas Artes.
En consecuencia, otra vez las butacas bellasarteanas se pusieron un tanto sartreanas con público de postín, de invitación ejecutiva y que por supuesto no ha leído, ni en francés, al autor de La náusea. Ahora los guaruras y los autotes de sus patrones (microbuses de lujo) tomaron hasta en triple fila la avenida Juárez con todo y sus banquetas. Puertas adentro, los osos villamelones de los aplausos a destiempo y los ''bravos" gritados como si estuvieran recitando El brindis del bohemio, como si creyeran que era una cena social donde podían pedir como complacencia su rola favorita: ''Soy totalmente palacio de marmomerengue". Si Juárez no hubiera muerto, Ezra Pound, desde su butaca, les leería en voz alta alguno de sus poemas acerca de la usura. ¿Está cambiando en México el público de los conciertos? ¿También se privatiza?
En altísimo contraste, lo que ocurrió en el escenario fue sublime: Barbara Hendricks aparece, flotando su sonrisa blanca sobre los meandros álbeos de su vestido blanco, en medio de los atriles de la orquesta y su rostro de epidermis africana pasa de la sonrisa amplia al ceño fruncido y de nuevo al rostro encendido por completo en mil sonrisas, pues lo que sale de entre la carnosa apacibilidad de sus voluminosos labios es una de las constataciones de que los ángeles existen: el dulce volumen de la música de Mozart.
Esto es, que Barbara Hendricks pone en sonidos su sonrisa y un sistema concéntrico de esferas se esparce en el ambiente a manera de polen sonoro. La cavatina de Las bodas de Fígaro mozartianas en el vestido de novia de la soprano nacida Barbara Stephens en Arkansas y naturalizada sueca es una ceremonia de iniciación cíclica porque incluye siempre a los ya iniciados. En seguida, un recitativo y una de las arias de Pamina terminan por iluminar el universo.
Siempre enfundada en girasoles de sonrisas, la señora Hendricks agradece las aclamaciones de un público extasiado y, en cuanto gira sobre su eje dando el dorso al público y su regazo y su frente a los adolescentes que ocupan los atriles, deja suspendido brevemente en el vacío un pedazo de ala: el vestido que porta la soprano que canta Las bodas de Fígaro es (¿casualmente?) una estilización de los vestidos de novia, de manera que cuando gira para volver la espalda al público y hacer una reverencia hacia la orquesta, lo que corresponde a la cola del vestido es en el atuendo de la Hendricks un mohín encantador de tela de textura semejante a las alas de ángel, y presenta un breve vuelo que corona una atmósfera de ensueño mozartiano y con lo cual deja científicamente demostrado que las novias, al igual que los ángeles, además de cola tienen alas.
Monumental línea de canto
Después del par de episodios mozartianos, Barbara Hendricks cantó la célebre aria de la carta de la ópera Eugenio Oneguin de don Pedrito Chaikovski con su monumental línea de canto, su impecable emisión de sonido, su inigualable poderío dramatúrgico, de manera enardecida merced a la prosodia de sable de la lengua de Tolstoi.
Luego del canto en italiano, en ruso, el idioma universal de la materia primigenia del blues sonó con una pieza fuera de programa: un spiritual de canto sin palabras, de sonidos a labios cerrados, de garganta envuelta en un collar de niebla y alba. ''Sometimes I feell like a motherless child", canta Barbara Hendricks y lo que suena contiene el inequívoco pathos de la más profunda piel.
La frase de ese viejo spiritual que cantó a cappella la señora Hendricks no podría traducirse jamás de manera literal, quizá solamente con posibilidades aproximativas como ésta: ''hay veces que me siento infinitamente huérfano".
Lo que no tuvo madre fue, en sentido negativo, la actitud prepotente de los adinerados asistentes y, en sentido positivo, la devoción melómana de los que sí escucharon el concierto y degustaron la interesantísima versión, asimismo pocamadre, de la Primera Sinfonía de Gustav Mahler con esta orquesta de jóvenes de 29 nacionalidades diferentes. La UBS Verbier Festival Youth Orchestra, por cierto, fue fundada a instancias de Barbara Hendricks, que es la hermosa madre de dos adolescentes.
Ah, al igual que las sopranos, las novias, los melómanos y Mozart, los ángeles además de alas tienen madre.