REPORTAJE
La ciudad también es considerada el paraíso gay de Europa
La Zona roja de Amsterdam, escaparate del sexo y el erotismo a precios familiares
Los cafés dedicados a la venta legal de mariguana y hachís, la prostitución integrada a la industria turística y la eutanasia en un país carente de médicos son temas secundarios y en cierto modo intrascendentes para sus habitantes. Esta es la primera de tres partes de un reportaje sobre esta pequeña nación erigida en el fondo del mar, cuyos habitantes suelen decir a menudo con orgullo: "Dios creó al mundo, pero a Holanda la hicimos los holandeses".
FABRIZIO LEON DIEZ ENVIADO
Amsterdam, Holanda. ¿Qué le duele a Holanda? El problema de los derechos humanos de los inmigrantes, el crecimiento de la población ilegal africana y la integración cultural y laboral de los turcos. Pero más que otra cosa le duele el tráfico de cocaína y heroína en las calles, notorio sobre todo en la zona roja de Amsterdam, que al igual que los tulipanes y los molinos de viento constituye uno de los principales atractivos turísticos del país.
Ubicado a unas cuantas calles del centro de esta ciudad, establecido sobre las dos orillas del canal Voorburgwal, el también llamado barrio de la luz roja ofrece día y noche el espectáculo de sus vitrinas. En una profusión de jaulas de vidrio, cientos de mujeres exhiben su carne envuelta en prodigios de lencería, a lo largo de dos calles de arquitectura clásica en la que abundan hoteles, bares, tiendas de artículos sexuales, cabaretes tipo burlesque, un museo del erotismo y una institución dedicada a investigar los beneficios de la mariguana.
¡Family prices! (¡precios familiares!), gritan los merolicos al paso de las parejas de visitantes extranjeros que vagabundean ante las puertas de los negocios donde cada media hora bellos cuerpos de uno y otro sexos copulan en vivo, aunque no todos son tan bellos, pues hay también enanos, gordas gigantescas, bailarinas venidas a menos y todas las variantes que caben entre estos extremos.
La Zona Rosa de Amsterdam es el escaparate del reventón público, pero detrás del ancho mundo de la prostitución, organizada en este lugar como un parque de atracciones, hay una amplia red de empresas que venden compañía femenina por horas, días o meses, o publicitan sofisticados burdeles instalados en mansiones del siglo XIX con termas romanas para compartir y salas de masaje oriental.
Sólo en la guía Erotic Map Amsterdam aparecen 150 opciones de divertimiento sexual que anuncian sex-shops, cabinas de pep-show (sexo en vivo), para mironear novias momentáneas (escort service), cines porno, museos especializados e incluso playas nudistas.
Las variantes de los sueños sexuales que se quieran realizar dependen, por supuesto, de las tarifas. La compañía de una mujer te cuesta 100 dólares por hora, pero el precio baja a mil dólares si la contratas un día entero, y cae hasta 2 mil 500 si la alquilas toda una semana. Para elegir a las chicas puedes consultar un variado menú en las páginas de Internet, o atenerte a los buenos gustos de los conseguidores que, dicen, no fallan.
Todo aquello que los curiosos o los ávidos pretendan hallar en materia de diversión heterosexual, Amsterdam lo ofrece igualmente en el barrio de los homosexuales, donde al parejo de la industria del comercio carnal especializado se desarrollan diversas organizaciones interesadas en la lucha contra el sida. Por su avanzada tolerancia en casi todos los aspectos de la vida, Amsterdam es considerada también como el paraíso gay de Europa.
Sex shop show
Llamadas "jugueterías para adultos" en Japón, los sex-shops de Amsterdam te brindan la más variada mercancía. Un anillo de hule ajustable para retrasar la eyaculación te cuesta 70 florines (280 pesos), pero te sale más barato el paquete de condones extra largos y extra anchos de factura alemana, aunque también puedes adquirir el novedoso dildo, prótesis con la forma del apéndice masculino, de 9 pulgadas de largo y 2 de ancho hecha con absoluto realismo a base de un material que te da una sensación muy semejante a la que brinda el contacto directo con la piel. Y no es muy caro. Por 100 florines más (400 pesos) te llevas una vagina eléctrica y con un poco de lubricante puedes alcanzar la satisfacción que buscabas si pagas para que, en una cabina individual, una de las chicas de las vitrinas se introduzca en tus sueños o te haga soñar sentado nomás de mirarla.
La ventaja de la pornografía es que no se necesita mucha imaginación para encontrarse en los cientos de videos, cabinas y revistas algo que nos interese y a la brevedad se nos olvide, pero es buen preámbulo para ingresar a la zona y desatar la calentura y excitación permanente que ofrece, sobre todo para los hombres, el distrito rojo de Amsterdam.
Casas de muñecas
Las vitrinas son los espejos donde uno mira lo que quiere poseer. Uno las observa y te observan. Son ventanas y puertas que miran, a su vez, a los que pasan ante ellas. Adentro las mujeres regalan una deliciosa sonrisa y exhiben las piernas mas espigadas y los pechos más prominentes, aunque cueros vemos y silicona no sabemos.
Vitrinas que se alquilan como ventanas y puertas de hermosos edificios dentro de las calles de una ciudad ordenada. En su interior, sentadas, hincadas, peinadas y generalmente hermosas, están las putas, que parecen más modelos de Vogue o de Elle, pero son tan reales que por sólo 100 florines puedes estar un rato con ellas, en un cuarto oloroso a buen perfume, aunque no se encueren. Eso vale, mi señor, 50 florines más.
Atrás de la Vieja Iglesia (o Nieuwe Kerk, edificio construido en 1400), hay estrechos callejones de dos metros de ancho y en lugar de paredes hay vitrinas, o puertas y ventanas donde posan varias muñecas bellísimas, aunque también las puede haber horribles, mutiladas y deformes; en materia de gustos eróticos no hay nada escrito y reciben por igual la visita y el dinero de jóvenes y viejos procedentes de todo el mundo.
Existe claramente un sector oriental ocupado por jóvenes asiáticas por demás esculturales, vestidas o más bien desvestidas con una lencería de concurso. Hay otro callejón para el personal africano, donde las muñecas son de jade y lucen radiantes y musculosas. Seguramente huelen a gloria. Entre ellas hay tres vestales negras de pechos antológicos, enfundados en un sostén blanco que los hace más ostensibles. Pero tienen mal carácter y ahuyentan a la clientela con sus agrios modales.
En las vitrinas de la calle principal se muestran las mujeres más cotizadas y apegadas al canon occidental y hollywoodense, que comparten la atracción de los curiosos con algunas colegas enfundadas en trajes de cuero y provistas de látigos y cadenas que invitan al juego de la sumisión que fascina a los adictos pasivos a la tortura.
Sexo en vivo, sexo contigo
Los shows en vivo son la prolongación natural de las tiendas porno y éstos, junto a los pep-shows (exhibición de mujeres masturbándose frente a un espejo que cubre nuestra identidad), son los locales con mayor audiencia. En pequeños foros-bares con capacidad para 100 personas se presenta un espectáculo corto en el que una guapa stripper baila y se desnuda al compás de una rítmica melodía.
Al término de la tercera canción, juega con una vela encendida, cuya base poco a poco introduce en su cuerpo, la cual permanece dentro mientras la artista hace piruetas en el suelo cubierto con una manta de su propiedad. El público, formado por hombres jóvenes, mujeres-esposas, viejos y abuelas, observa entre divertido y acalorado cómo la mujer-vela se consume. Luego sube al escenario una pareja desnuda y ella, tras breves minutos de faje reglamentario, toma el órgano del maduro cuarentón y con dedos y labios lo toca virtuosamente como una flauta. Este es el preámbulo de una coreografía que incluye tres o cuatro posiciones combinando los lugares comunes del Kama Sutra con una rutina casi aeróbica, en la que lo más inquietante es el arete vaginal de la muchacha.
A las tres de la mañana la Zona Rosa es un hervidero de idiomas, canciones y olores. Luces rojas, azules y blancas inundan de reflejos el agua del Voorburgwal, que cruza la calle. Entran y salen los orientales de los cuartos, con amplia cara de satisfacción o enojo. Los alemanes esperan a sus amigos para aplaudirles cuando abandonan las vitrinas y varios rucos ejecutivos aguardan a que se desocupe la mujer que les gustó. Mientras los clientes pululan, ellas hablan por teléfono celular al tiempo que se peinan y bailan y se contonean.
A espaldas de los policías que recorren el bullicio,
deambulan los turcos ofreciendo cocaína y el perfume del hachís
endulza el aire; mientras, en la vitrina de más allá, Sonia,
la prostituta mas hermosa del mundo, acaricia a su perrito blanco y el
animal parece más atento a los mirones que los ojos ausentes de
su dueña.
Hoy por hoy, Holanda es el país que más atención presta a las "empresas del sexo", buscando la situación que menos perjudique a los empleados. Desde el pasado mes de octubre de 2000, en el código penal holandés entró en vigor una ley que despenaliza los burdeles, establecimientos que se habían mantenido prohibidos desde 1912. La administración holandesa ha optado por aplicar esta medida para tener mayor control sobre el sector y "de esta forma poder dirigirlo y sanearlo". Entiéndase por dirigirlo y sanearlo no únicamente en el terreno legal, laboral, de higiene o salud, sino también en la vigilancia de las penadas redes de prostitución infantil y los flujos de inmigrantes ilegales para este fin. Con la legalización de los prostíbulos, Holanda se convierte en el segundo país europeo, después de Dinamarca, en adoptar esta medida. Antes en este país la prostitución estaba permitida, pero los prostitutos/as trabajaban en las calles, en zonas establecidas por los ayuntamientos denominadas Tippelzonne (habitaciones de alquiler), en los famosos escaparates del Barrio Rojo o en locales adheridos a la Asociación de Explotadores de Empresas de Descanso.
Al aplicar esta medida, el Ministerio de Justicia holandés ha podido obtener algunas cifras sobre las personas que se dedican a este tipo de servicio, mismas que antes, por la condición de ilegalidad y clandestinidad de los burdeles, hubiese resultado muy difícil conseguir. El estudio afirma que 6 mil mujeres trabajan de prostitutas en Holanda, de las cuales 3 mil 500 lo hacen en los 700 prostíbulos que se han contabilizado en el país, otras 2 mil se exhiben en los escaparates del Barrio Rojo de Amsterdam y de otras 11 ciudades holandesas, mientras el resto trabaja en sus casas o en sitios indefinidos. La prostitución masculina, así como la homosexual o transexual, aún no está contemplada en dicho estudio, pero algunos estudios extraoficiales manejan cifras superiores a las 20 mil personas.
Pero al tiempo que Holanda adopta esta ley proteccionista y progresista respecto a los burdeles, por otro lado endurece las penalizaciones contra la trata de personas, la prostitución involuntaria y la de menores con una condena máxima de ocho años de prisión.
Esta ley delega en los ayuntamientos la obligación de velar por el cumplimiento de las normas básicas de funcionamiento de burdeles, entre las que figuran reglas de higiene, tiempo de trabajo y seguridad.
Pero esta ley tiene dos talones de Aquiles. Uno: a pesar de que los trabajadores de este ramo cotizan a la Seguridad Social y están obligados a realizar la declaración de ingresos, no tienen derecho a subsidio de desempleo. Dos: los beneficiados por esta medida son los prostitutos/as holandeses y originarios del resto de la Unión Europea. Por lo tanto, esta ley perjudica a los extranjeros que ejercen la prostitución en Holanda sin permiso de residencia, procedentes en su mayoría de países latinoamericanos y africanos, los cuales, en caso de ser localizados ejerciendo la prostitución, podrán ser deportados.
Hay algunos países que han empezado a seguir los pasos de Holanda. En Alemania, por ejemplo, los trabajadores sexuales están contemplados dentro de la legalidad pero no reciben beneficios laborales como seguridad social. Las actuales tendencias abolicionistas no tienen intención de mejorar la vida laboral del trabajador sexual.
Desde que esta ley se aplica en Holanda, se ha avivado una candente polémica en la que predominan dos tendencias: una, procedente de la moral más tradicionalista, argumenta que la prostitución no es un acto inmoral porque esté prohibida, sino porque vender sexo es atentar contra la dignidad humana. Dos: una posición progresista que ve necesario regular y controlar todo lo que existe dentro y fuera de la legalidad. Esta tendencia está convencida de que lo legislado se sanea y pierde los riegos que conlleva la clandestinidad. Sea juego, droga o prostitución, siempre y cuando se aplique a personas mayores de edad.
(F. LEON Y M. NORANDI)