JUEVES Ť 22 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

REPORTAJE

La situación en el campo está muy jodida y por eso se van de mojados: padre

Quintana Roo, de estado receptor a expulsor de jóvenes indocumentados a EU

Una mañana de marzo de 1994 el viejo Rosalino Zárate Márquez vio partir a sus dos hijos: Trinidad y Carlos, de 18 y 19 años de edad, quienes intentarían cruzar ilegalmente a Estados Unidos, porque el campo "no da para más". Lo lograron, pero retornaron, uno en abril de 1995 y el otro en noviembre de 2000. Todo el pueblo presenció el arribo de los féretros en que volvían y acudió a los entierros en el panteón del ejido Avila Camacho, municipio de Othón P. Blanco, ubicado a 95 kilómetros de Chetumal

JAVIER CHAVEZ CORRESPONSAL

Ejido Avila Camacho, Chetumal, Quintana Roo, 21 de noviembre. Como Trinidad y Carlos, quienes fallecieron en un accidente y en una riña, respectivamente, otros 60 jóvenes de este campo de sólo mil habitantes cruzaron el Río Bravo y permanecen en calidad de indocumentados en el país del norte.

Don Rosalino sintetiza del porqué de este fenómeno migratorio: "En el campo la situación está muy jodida. El gobierno nos tiene abandonados, aunque esto ha ocurrido desde que tengo uso de razón".

Con rendimientos inferiores a la tonelada, el maíz de temporal ha sido el cultivo predominante, seguido por la caña de azúcar; aunque se han efectuado experimentos que han acabado en fracasos, como el cultivo de arroz en el sur del estado.

En los años 70 el cultivo de esta gramínea fue impulsado en ejidos limítrofes con Centroamérica aprovechando la experiencia de colonos procedentes del norte del país. Se cultivó arroz en 20 mil hectáreas bajo condiciones de un errático temporal.

Los altibajos productivos eran frecuentes, pero la crisis inició con el arribo de la maleza conocida como zacate Johnson, de origen africano, que vino revuelto con la simiente. Desde entonces el declive fue inevitable aunque se canalizaron cuantiosos recursos en los gobiernos de Pedro Joaquín Coldwell (81-87) y Miguel Borge Martín (87-93).

En el gobierno de Mario Villanueva (93-99) los campesinos mexicanos rentaron sus tierras a menonitas beliceños, quienes cultivaron arroz en 500 hectáreas. También fracasaron.

Hoy esos campos permanecen invadidos por la maleza. "Quisieron cultivar arroz por decreto", dice Federico Hernández Amador, líder de la Unión Campesina Democrática.

Otros experimentos han fracasado, como el cultivo de sandía en el municipio maya de José María Morelos, hasta hace una década considerado "granero del estado".

El ejido Avila Camacho, de donde partieron Trinidad y Carlos, fue fundado en 1970 y tiene una superficie de 13 mil 500 hectáreas, ociosas en 80 por ciento. La sequía ha siniestrado los cultivos de maíz mientras la naranja se pudre en los huertos por falta de mercados.

Leovino Bernal Hernández, comisario ejidal de Avila Camacho, recuerda que los muchachos comenzaron a irse de mojados desde hace siete años.

"Se han ido 60, pero podrían irse más de 100 en los próximos años porque la sequía ha arruinado nuestras cosechas y el gobernador Joaquín Hendricks nos tiene abandonados a nuestra suerte", afirma.

"Pero no les importa el riesgo, porque la necesidad es mucha", prosigue. Y también recuerda lo ocurrido en octubre de 1998, cuando Marcos Tun Dávalos, tesorero y ex comisario del ejido, dejó a toda la familia con la promesa de volver al año siguiente. No cumplió.

"Viene peor el asunto. Yo mepanteon__kl5 largo", le confesó Marcos a Leovino, quien hoy presagia: "Sólo quedará la gente mayor".

Rosalino Zárate, quien perdió dos hijos, abandonó Oaxaca y se estableció un tiempo en Veracruz, hasta que decidió probar suerte en Quintana Roo. A sus 65 años todavía tendría fuerzas para sembrar tomate y pasto para el ganado si no fuera por el reumatismo.

"Tengo otro hijo que también se fue al otro lado, pero ya regresó. Le ha ido muy bien y es quien me mantiene", explica.

Afirma que en Estados Unidos hay jóvenes de varias comunidades del sur de Quintana Roo, incluso de Dziuché, poblado del municipio maya de José María Morelos, en la zona centro del estado.

No es muy optimista: "Como está la situación en este ejido se seguirá yendo la gente".

Hay focos rojos

"Algo está pasando en el sur de Quintana Roo", dice Manuel Aldrete Terrazas, director ejecutivo del Plan Piloto Chiclero al referirse a los mojados.

Considera patético lo que ocurre en Avila Camacho, pero incluye a otras comunidades del sur "que no cantan mal las rancheras": Chacchoben, Limones, Tres Garantías y Caobas, de donde el presidente del consejo de vigilancia del ejido "también se fue.

"Sólo de estas comunidades se han ido como 200 muchachos. Con 10 mil pesos se van a Estados Unidos. Muchos ya no vuelven.

"En Avila Camacho sorprenden los niveles de marginación. Ese ejido se está quedando tan sólo con los viejos y señores", concluye.

A su vez, Enrique Sosa Hernández, titular de Desarrollo Social, dice desconocer el fenómeno del bracerismo. Sin embargo, está consciente de la necesidad de atender la demanda de empleo en el sur del estado. Para ello considera básica la dotación de infraestructura a fin de atraer inversión privada.

-ƑQué ha fallado?

-Son varias cosas. Primero es la tenencia de la tierra, que impide la sociedad de la inversión privada con el sector social. Además el sector social está descapitalizado y hay un rezago en la producción agropecuaria.

Según cifras de Agricultura, "la superficie agrícola estatal se incrementó en 61 por ciento desde 1993".

Actualmente se cuenta con 125 mil hectáreas bajo cultivo. Destaca la superficie dedicada a cultivos no tradicionales, la cual aumentó en 62 por ciento, y la ampliación de las zonas cañeras. En tanto, la superficie dedicada al cultivo de maíz presentó un aumento de 60 por ciento, dijo.

Según estimaciones de delegados y comisarios de ejidos del sur y centro de Quintana Roo -municipios de Othón P. Blanco y José María Morelos-, unos mil jóvenes han abandonado sus comunidades para ir en busca del billete verde.

Salvo excepciones, sólo quedan en los ejidos los hombres maduros y los ancianos, quienes intentan hacer producir la tierra.