JUEVES Ť 22 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Margo Glantz

Contra el olvido, recordar Hiroshima

Hace unas semanas, en París, volví a ver Hiroshima, mi amor, película de Alain Resnais basada en un guión de Marguerite Duras, que recientemente también proyectó Canal 22. Texto escrito a finales de los años cincuenta, continuaba el proyecto iniciado por Resnais en su documental Noche y niebla, intento por romper, reiterándolo, el silencio, la afasia que durante décadas impidió pensar y verbalizar Auschwitz y otra de sus más terribles consecuencias, Hiroshima y Nagasaki, en un momento en que empezaba a levantarse la censura sobre el lanzamiento de la bomba atómica a partir de ese falso comunicado difundido en el otoño de 1945 que decía, a la letra, que ''todos los que habían sido atacados por la radiactividad ya habían muerto y que ninguna secuela fisiológica se había detectado en los sobrevivientes".

Hiroshima, mi amor era una de las rupturas del silencio, o mejor, de la censura; una película en la que el erotismo es inseparable de la política, una erótica del duelo, un texto que pone en escena los amores de paso de una pareja doblemente adúltera, un amor rápido e intenso, un amor declamado, un amor anónimo, un amor que se juega nada menos que en una ciudad devastada por una bomba atómica, un amor que cuesta trabajo imaginar por qué en Hiroshima ...''una aureola envuelve cada gesto, cada palabra, y le agrega otro significado a su significado literal. En efecto, uno de los designios más importantes de la película -reitera Duras- es terminar con la descripción del horror por el horror, empresa ya realizada por los japoneses mismos. Se trata de hacer renacer el horror de sus cenizas inscribiéndolo dentro de un amor, forzosamente individual y maravilloso, amor mucho más verosímil en Hiroshima que si hubiera sido filmado en otro lugar del mundo, un lugar que la muerte no hubiese conservado".

Unos días después vi otra película, La historia H (H. story), filme franco-japonés de Nobuhiro Suwa que pretende utilizar de nuevo, cuatro décadas más tarde, el guión de Marguerite Duras. Pero Hiroshima, como lo verifica su director en esta película experimental, ya no es una ciudad devastada, es una urbe nueva, totalmente reconstruida, donde las huellas del horror se han borrado.

ƑSe han borrado, me pregunto, nos preguntamos?

La historia de amor se banaliza, es más, se convierte en una historia imposible, imposible de filmar. Montándola en la vieja convención del teatro dentro del teatro, o del cine dentro del cine, el director le ha pedido a Beatrice Dalle que represente al mismo personaje que en el pasado representó Emanuelle Riva; el rostro de Dalle es bello, aunque angustiado, también devastado, extremo, y su manera de hablar es rápida, murmurada; contrasta de manera extraña con la manera rítmica y rigurosa con que en el viejo filme Riva cuenta -declama- su historia, ritualizándola. Beatrice Dalle, en cambio, altera el ritmo del texto, cancela el lenguaje y aunque repita las mismas palabras lo vuelve pastoso, desarticulado, ininteligible. La ciudad también parece haber anulado los vestigios del desastre y la voz de la actriz ayuda a embrollar los registros, a subrayar la imposibilidad de filmar una película que formó parte de la historia o que quiso entender una historia amorosa particular, enmarcándola dentro de la Historia, así con H mayúscula. Consigue apenas filmar (y en esto reside su mayor mérito) una película que sólo se realiza en el contexto definitivo de su fracaso: el fracaso de sentirse incapaz de reproducir una forma de erotismo cuya fuerza reside en el encuentro fortuito de dos cuerpos, enmarcados en un espacio devastado por la guerra, una guerra cuyo escenario de devastación ha sido producido por una bomba atómica y cuyas ruinas, sus cenizas, han dejado una inscripción -que creíamos indeleble- en los cuerpos y en la Historia.

Kenzaburo Oé, el laureado novelista japonés, reúne en su libro Hiroshima revisitado varios reportajes escritos durante las sucesivas conferencias que a partir de 1963 se realizaron en Hiroshima en torno al desarme nuclear y a la paz. En ese libro escribe: ''No puedo asegurar que Hiroshima, la que llevo dentro de mí, haya encontrado en esta publicación su forma definitiva. Es cierto, a menos de adoptar la actitud de quien no quiere ver, ni oír, ni escuchar nada, Ƒquién entre nosotros podría aniquilar esa parte de Hiroshima que todos llevamos dentro?''