SABADO Ť 17 Ť NOVIEMBRE Ť 2001
Ť Se presenta hoy en el Zócalo junto con Celso Piña
El Flaco Jiménez cimbró el Salón 21 con el poder de su acordeón
JORGE CABALLERO
El Flaco Jimenez, al ver la escasa cantidad de público reunida en el Salón 21 para la primera de sus presentaciones, no se agüitó. Amablemente se dirigió a la concurrencia: "Gracias por asistir a este evento, agradezco mucho que estén aquí y lo primerísimo que vamos a hacer es complacer para que bailen todos. Vamos a cantar, tocar y beber, que es lo principal"; en eso su vocalista pregunta: "Ƒhasta cuándo Flaco?" "Hasta las 7 de la mañana"; y se arrancan con La múcura. Los dedos del Flaco surcan/navegan las teclas del acordeón; sale a la pista la primera pareja, la secunda otra. Después llegó un rocanrolito norteño, provocando que más parejas en la pista bailaran como Dios les dio a entender.
Al llegar La jaula de oro se estandarizó el baile; el Flaco canta. Después vino una polka desconstruida que acabó con la uniformidad del baile y sólo tres sombrerudos se batieron como debe ser en las tarimas.
Ni sus cinco premios Grammy, ni el calificativo de leyenda y de el mejor acordeonista sobre el planeta Tierra, ni la amplia cobertura que dieron los medios de comunicación a sus presentaciones lograron que el público se interesara en asistir al primer concierto del músico texano Flaco Jiménez la noche del jueves en el Salón 21. "Hay más prensa que público", resumió socarronamente una voz femenina al ver las desiertas mesas, barras y pistas del inmueble; es más, ni el apoyo de Radio Sinfonola 1410 AM, "la más perrona", despertó el interés por ver al Flaco.
Eso, por supuesto, no impidió/limitó/mermó la actuación del Flaco, que resultó toda una delicia para las escasas 300 personas que le llegaron, con la amplia muestra de country, ranchero, rocanrol, blues y norteño. Para cerrar el concierto estuvo El rebelde del acordeón Celso Piña y su Ronda Bogotá, quien logró llenar las pistas con sus vallenatos y cumbias colombianas, a pesar del sonido sucio y descuadrado en su instrumentación. La sonorización de la banda de Monterrey no impidió que el palomazo de acordeones entre Jiménez y Piña deviniera en ruido por más empeño de los músicos en blandir sus instrumentos, en el ocaso del concierto.
La presentación inició por ahí de las 23 horas, esperar inútilmente tras el arribo de la gente. Leonardo Jiménez y sus músicos: bajosexto, guitarra, batería, bajo y voz, se presentaron con sus trajes coordinados: chaleco, pantalón y botas en color negro y camisa roja con vivos negros. Después llegó el turno del blues fundido con la música texana, resultó el momento más emotivo de la presentación del recital: los dos géneros sureños estadunidenses -el negro y el agricultor- fundidos de manera impecable. La genialidad musical del Flaco y su conjunto se impusieron. Unos, dándole al taconazo en la pista; otros, moviendo tímidamente piernas y cabeza en la mesa, y otros más únicamente observando, pero nadie permaneció ajeno al sonido prolongado del acordeón que ejecutó el Flaco Jiménez.
Después llegó Celso Piña, que vació las mesas para colmar las pistas con su sonido de barrio, aunque las bebidas etílicas ayudaron un poco.
En el palomazo no faltó el espontáneo que, sin seguridad que resguardara el escenario, subió y abrazó eufórico a los músicos.
Al final, el público asistente buscaba una explicación al desdén al Flaco; las cavilaciones fueron: "A lo mejor fue el día"; "pero hoy fue quincena"; "es la ignorancia de la gente que no sabe la talla de músico que es el Flaco Jiménez"; "el boleto estuvo muy caro, 350 pesos"; "lo mismo pasó en el primero de Baaba Maal"; "tan siquiera hubieran venido por Celso, que está en su momento, y se hubieran dado cuenta de lo bueno que es el Flaco"; pero todos sabían la respuesta correcta: el Flaco Jiménez se presenta gratis hoy en el Zócalo.