GENERAL GALLARDO: LIBERACION YA
El
pasado miércoles, la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) demandó al gobierno mexicano que libere al general
José Francisco Gallardo Rodríguez, quien ha sido sujeto por
la justicia castrense a un hostigamiento que abarca ya dos décadas.
Gallardo permanece preso desde hace ocho años a consecuencia de
un amañando proceso penal realizado en su contra por haber publicado
un artículo en el que proponía la creación de un ombudsman
militar; y desde 1996, la CIDH exigió su inmediata liberación,
así como el castigo a los responsables de la campaña de hostigamiento,
difamación y persecución política en contra del general
encarcelado.
El gobierno de Ernesto Zedillo, cuya apatía ante
las violaciones a los derechos humanos fue subrayada por diversas organizaciones
no gubernamentales nacionales y extranjeras, mantuvo a Gallardo Rodríguez
en prisión. El actual presidente, Vicente Fox, ha ofrecido en repetidas
ocasiones, como candidato y como mandatario, revisar y resolver la oprobiosa
injusticia referida, pero hasta la fecha Gallardo sigue preso.
El pasado miércoles, la CIDH dio un ultimátum
al Ejecutivo federal mexicano para que libere al militar perseguido y anunció
que, de lo contrario, hoy presentará el caso ante la Corte Interamericana
de Derechos Humanos.
Con su incomprensible tardanza -casi un año- en
poner en práctica las peticiones del organismo internacional y sus
propias promesas en torno a Gallardo, el actual gobierno se ha colocado,
así, en una posición por demás incómoda: ahora
deberá liberar al militar no como muestra de su propia determinación
de hacer justicia y de respetar los derechos humanos, sino como resultado
de una presión política externa.
Lo anterior no implica, por supuesto, que exista la alternativa
de mantener al brigadier en prisión. Moral y legalmente, tal situación
sería inadmisible, pero además implicaría, para el
gobierno de Fox, un enorme costo político en el frente interno y
en el ámbito internacional. Tras el reciente asesinato de la abogada
Digna Ochoa, defensora de los derechos humanos, los ojos del mundo están
puestos en México, y un proceso en la Corte Interamericana de Derechos
Humanos resultaría desastroso para el Ejecutivo federal.
El indulto presidencial otorgado en días pasados
a los campesinos ecologistas Teodoro Cabrera y Rodolfo Montiel, quienes
permane-cían injustamente presos después de un proceso legal
impresentable y de declaraciones bajo tortura, puede, en cambio, dar una
clave a las autoridades para salir del actual atolladero y liberar a Gallardo
Rodríguez.
Ciertamente, tanto éste como los campesinos guerrerenses
ahora excarcelados merecen, más que un indulto, ser plenamente absueltos
de las acusaciones en su contra e indemnizados por los graves atropellos
a que han estado sujetos; asimismo, es necesario que el gobierno investigue
y sancione las irregularidades y las violaciones cometidas por servidores
públicos -tanto civiles como militares- en ambos casos. Pero, en
lo inmediato -hoy, hoy, hoy, para usar una expresión grata al Presidente
y para enfatizar el plazo dado por la CIDH-, el general Gallardo debe abandonar
la cárcel en la que nunca debió estar recluido.
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