ENTREVISTA
Gonzalo Vega, actor y empresario
Las escuelas de teatro son una asquerosa mentira; todo lo aprendí en la profesión
En las décadas de los sesenta a los ochenta, el país vivió culturalmente inmerso en el esnobismo, apuntó, y al director español Carlos Saura lo define como "un invento''
ROSA ELVIRA VARGAS
Es lapidario e implacable. Gonzalo Vega no parece conocer la hipocresía de lo políticamente correcto. Despotrica contra algunos de sus compañeros actores y actrices, aunque luego pida no publicarlo y grita para decir que el periodismo de espectáculos es ''vergonzante''. Tampoco se muestra muy entusiasmado ante la aparente originalidad del cine mexicano actual y se defiende como actor y empresario: "Tengo un altar para la Señora Presidenta, ante el cual me persigno todos los días''.
No se detiene. Reniega de las escuelas de teatro porque son, dice: "¡una asquerosa mentira!''; apunta que en las décadas de los sesenta a los ochenta, el país vivió culturalmente inmerso en el esnobismo, y al director español Carlos Saura lo define como "un invento''.
Pero también tiene agradecimientos. A Héctor Azar, como maestro, y a Alejandro Galindo y Arturo Ripstein, porque le dieron sus primeros y mejores roles en cine.
Gonzalo Vega habla de política. No es foxista, pero cree que si este gobierno demuestra que no se robará el dinero de los impuestos, el país será otro. Se queja, sí, de los legisladores.
"¡Claro que satanizo al pinche Congreso que está deteniendo la canasta fiscal y la está usando políticamente para que el gobierno no tenga dinero! ¡No tienen madre con eso de detener el proceso fiscal! ¡Por favor! ¡Todos tenemos que pagar impuestos! ¿Por cuántos años el PRI ha dado prebendas a cambio del voto? ¡Quieren tapar el sol con un dedo."
La entrevista vuela. No tiene pausas. Gonzalo Vega tiene ya un criterio formado sobre casi cualquier interrogante.
-¿Qué teatro hiciste en tus inicios?
-Muy ingenuo. Me acabo de encontrar a una ex compañera de teatro, Isabel Quintana, y recordábamos que hace 30 años fuimos a Cuba con un espectáculo que dirigió Pepe Solé y ¡nos sentíamos...! Realmente éramos ingenuos y solemnes.
"Yo empecé en el teatro con una inconciencia y una ingenuidad de la cual conservo mucho afortunadamente, si no, no hubiese aguantado. Ingenuo en el sentido de que realmente yo tuve una vocación muy clara y nunca la tergiversé. A lo mejor tuve pequeñas necesidades de libertad o de fuga, pero nada más.
-Ser egresado del teatro universitario siempre da un toque de distinción a un actor, ¿ no es así?
-En mi carrera, al contrario. Todo lo aprendí ya en la profesión y de gente a la que admiraba mucho, muy solvente. No solamente no estoy de acuerdo con las escuelas de actuación sino que no lo estuve nunca. En realidad estuve en alguna escuela sólo por fugarme de mi realidad terrible, que era ser contador o administrador de empresas.
-¿Insinúas que no debieran existir las escuelas de actuación?
-¡Pero para nada! Eso es una gran mentira. ¡Asquerosa mentira! (y distorsiona la voz en tono de espanto). La historia te lo demuestra, ¿cuántos grandes actores son de escuela? Creo que ni uno solo. Eso es un gran invento. El gran actor es el que aporta un nuevo estilo, una nueva técnica y se convierte en un creador.
-Pero, aun así, tú hiciste teatro universitario.
-Sí, pero lo hice por las circunstancias. Ir a la escuela de Filosofía y Letras era para fugarme de estar inscrito en contabilidad o en administración por presiones familiares. En Filosofía y Letras estaba la escuela de arte dramático, y me inscribí ahí.
-¿Sólo por conocerlas opinas que no debieran existir?
-Por conocerlas y por ver sus resultados. Oigo a mucha gente decir que estudió con José Luis Ibáñez, y éste ¡no sabe un carajo de decir el verso! Y a las pruebas me remito. José Luis Ibáñez renglonea el verso español. O sea ¡no tiene puñetera idea! Vamos, para acabar pronto, para que se entere de una vez por todas.
-Bueno, pero hay también maestros incuestionables como Héctor Azar...
-Sí, Azar era un gran maestro de dramaturgia. Espléndido. Así como no era un buen hombre de teatro. Creo que he tenido dos grandes maestros en mi vida escolar, Héctor fue uno de ellos. Era uno de esos a los que los alumnos pedíamos "no, no, no, que no se acabe la clase". Era un gran, gran maestro.
-¿Cuántos años de teatro hiciste entonces? ¿Qué puestas recuerdas?
-Participé en Pirandello, hicimos teatro trashumante con Héctor Azar; hicimos La tinaja de Pirandello. Ganamos un festival de Bellas Artes con Jorge Esma, que estaba entonces en la universidad, y que ahora jugó ¡para alcalde en Mérida! ¡Es una risa! (En efecto, lo hizo por el PRI en los comicios recientes y perdió.) En ese festival participaba gente muy destacada como Julio Castillo. Esto fue en el 67. Julio era actor. Con una vocación clarísima y que nunca usó este pendón universitario o artístico en nombre de nada.
"Y conocí a mucha gente: a Jodorowsky, a Carlos Ancira, mucha gente, el maestro Ruelas, de los Cervantinos, Margo Glantz."
-¿Y de ahí das el brinco al cine?
-Primero di el brinco al teatro profesional. Debuté con una obra de Hugo Argüelles que se llamó La ronda de la hechizada, y tuve un debut muy glamoroso. Me gané todos los premios, y ya me sentí Marlon Brando; creí que ya la había hecho y luego vino la triste realidad. De ahí me llamó Ripstein, de esos premios, para hacer Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro. O sea verdaderamente la elite de la profesión, y pues yo ya estaba muy adentro y creí que era el descubridor del agua tibia.
La verdadera lucha
"Vino la triste realidad, cinco o seis años de lucha, de verdadera lucha -en los 70 a 75, por ahí así-, haciendo apenas papelitos en cine. La época en que yo me doy a conocer es del 76 pa'cá.
"Entré muy tarde. Por ejemplo, Pepe Alonso y yo empezamos juntos. A Pepe lo vio Ernesto Alonso, y dijo: ¡Este! (y truena los dedos) y trabajó siempre. A Juan Ferrara lo metió su mamá y dijo Luis de Llano: '¡Este!'
"Yo entonces no trabajaba. Estaba en los teatros, en las cajas de los teatros, amargado y renegando; preguntándome ¿por qué yo no trabajo, si yo sé que soy mejor que éste? Esas cosas que piensas. Pero yo veía que ellos triunfaban. A Quique Alvarez Félix, bueno, yo lo detestaba verdaderamente porque hacía todas las novelas, aunque claro, ahí tú sabes las razones.
"Y así muchos. Hasta el 74 hice mi primer protagonista en cine, con Alejandro Galindo, a quien había estado dos años bebiéndome de lo que él hablaba. Era un hombre sabio y del que sí aprendí; era de ideas, absolutamente de izquierda y del pueblo.''
-¿Eso te marcó?
-Siempre tuve amistades mucho mayores que yo. Probablemente en esa época, de 70 a 75, por eso me aislé, porque todos esos que hoy ves que hablan de la cultura ¡ni madres! No era cierto, no era cierto. Había Los Beatles, el reventón y el quiquiriquiquí. Yo nunca le entré a eso ni me interesaban Los Beatles ni Elvis Presley. A mí me gustaba el flamenco, la poesía. Fui muy aislado. Las fiestecitas de los actores y la mota me aburrían.
-¿Qué haces con Alejandro Galindo?
-Una película que se llama El juicio de Martín Cortés, que es la historia del hijo que tuvo Hernán Cortés con La Malinche. Y ya de ahí, sin parar. Otra muy interesante, sindical, también de él, Ante el cadáver de un líder; luego, Y la mujer hizo al hombre. Ya esas eran todas en papeles estelares.
"En ese ínterin, de 70 a 74, conozco a muchos directores de cine con los que hago segundas, terceras partes. Ya de ahí me llama Ripstein para hacer El lugar sin límites y Hermosillo para hacer Las apariencias engañan, y de ahí participo en todo ese cine".
-A ese también se le llamó entonces nuevo cine mexicano, el primero. Hoy de nuevo se habla de ello. ¿Cómo lo ves?
-Sí, tú ves ahora Y tu mamá también, por ejemplo, bueno, pues es exactamente lo mismo que pasaba en El lugar sin límites. Había un beso entre hombres que sorprendía a todo el mundo y que llenó el cine durante no sé cuántos meses. Es lo mismo, la historia se repite. (Y ríe a carcajadas.)
-¿Pero cuál es la sustancia de aquél? Porque entonces, había censura, aunque al mismo tiempo lo subsidiaba el Estado. ¿Podría verse ahora algún paralelismo?
-Las circunstancias son absolutamente distintas. Creo que cuando Ripstein se enfrenta a El lugar sin límites, él es totalmente honesto en el sentido ripsteiniano de su cine. Para nada piensa que va a conquistar el mundo o que va a haber un taquillazo. No, Ripstein piensa que está haciendo a José Donoso, que lo adapta Manuel Puig, que lo patrocina Conacine y que le gusta mucho el guión y que es una película que habla de este machismo galopante que hay en México, en fin, una serie de valores.
-Todavía con uno de los Soler...
-Creo que fue la última de don Fernando Soler. Lucha Villa estaba en la cumbre de su carrera y Roberto (Cobo) pues hace una creación de su personaje. Creo que era mucho más derecho el proyecto, pienso yo. Y tu mamá también ¡no la he visto! No puedo opinar de ella, pero sí de la otra, cómo se llama, la de los perros, ah, Amores perros, que sí la vi y que evidentemente tiene un claro tinte comercial, sin lugar a dudas.
-Entonces, aquéllas se sabían subsidiados por el Estado y así lo asumían.
-Creo que de las pocas películas que hicieron dinero en aquella época fue El lugar sin límites. Había como un ser consecuente con decir, bueno, "el presupuesto es tanto y se va a acabar", si había un éxito taquillero, pues qué maravilla, miel sobre hojuelas, pero no se hacía el cine con esa intención, lo cual era un error, reconozco que era un gravísimo error.
-Pero además tenía muy poca difusión...
-Claro. No existía el poder de la televisión para anunciarse ni las cadenas de cine que te estrenaban con 90 o con 120 copias. Era, estrenar en El Roble, a ver cómo iba en la muestra, en la reseña, y atenerse a las consecuencias. Tomar un riesgo. Igual que cuando Julissa, en el terreno totalmente comercial, me planteó hacer El show de terror de Rocky; era tomar un riesgo altísimo, el inicio del movimiento punk en el mundo, un travesti que agredía sexualmente al público. En ambos sentidos había que tomar un riesgo.
-¿Que no se estaría tomando ahora?
-Yo creo que hoy no.
-¿En donde ustedes fueron los precursores y ahora pareciera más una apuesta sólo mercantil?
-Creo que hoy es un escándalo. "Vamos a formar un escándalo y vamos a pegarle a la censura para que la gente vaya a ver y sepa que está prohibido y la madre." Es un poco un rejuego de eso. A lo mejor estoy muy equivocado porque no he participado en estas cosas, pero esa impresión da. "Vamos a ver qué dicen en los medios facilones de esto." "¡Chin, se dan un beso en la boca!", como que está un poco más calculado el efecto que esto va a producir.
-Sin cortar la filmografía, ¿cuáles más te marcaron?
?Bueno, de ahí todavía hago algunas películas interesantes, una que me gusta mucho, también con Ripstein, que se llama La seducción, con Katy Jurado y Viridiana Alatriste, es la única película que hizo Viridiana. Hago Las apariencias engañan con Jaime Humberto Hermosillo, una película fuertísima que tenía un contenido político que nunca se supo desentrañar, pero era una película muy, muy fuerte.
"Hago, con Bojórquez, una que pasan mucho en televisión que se llama El retrato de una mujer casada, que también era el análisis de la sociedad, la mujer que quería trabajar y que quería estudiar y quería valerse por sí misma y que tiene su validez.
Saura, "el mediocre"
-¿Es ya la década de los 80?
-Ya. Eso es 81, 82, luego en 83 conozco a Alcoriza, hago Terror y encajes negros en 83, 84, por ahí así. Trabajo con Saura, hice el proyecto de Antonieta, que ahora volví a ver y no es tan mala. Pienso que le pegaron muy injustificadamente también.
-Con Saura siempre ha sido así, ¿no? La suerte de sus filmes...
-Saura es un director muy mediocre, nunca ha sido buen director de grupo ni nada de eso. Y bueno, esa maravilla que es Bodas de sangre o Carmen, pues ahí ya intervienen mucho los talentos personales. Pero Saura siempre fue un poco un invento, y lo digo a los cuatro vientos.
-¿No era una época en la que además casi a todo se le daba título de maravilloso?
-¡A cualquier cosa! Había un europeísmo. Entonces, imagínate un guión de Jean Claude Carrier, todo el bagaje de Buñuel. O sea, todo ese rollo. Todo mundo quería tomarse la foto con Buñuel... a todas luces, de los sesenta a los ochenta hay un gran esnobismo.
-Viene luego el inevitable paso a la televisión...
-Cuando lo doy, estaba haciendo teatro, la Opera de tres centavos, con el movimiento del Sindicato de Actores Independientes (SAI), y me llama Raúl Araiza para hacer una telenovela, aunque ya hacía yo pequeños papeles en tele, cositas. Casi de 40 años entro a la televisión. Ya para entonces Pepe Alonso y todos estaban hartos de hacer telenovelas, pero también a mí eso me sirvió muchísimo porque yo llegué con otro aire.
Pretensioso y mamón
-Con una trayectoria, se entiende.
-Y llegué pretensioso, mamón. ¡Cobrando! Me respaldaban Arieles y otros premios. ¡A mí nadie me hacía el favor! Y como digo una cosa digo la otra, ¡Yo no le debo nada a Televisa ni a nadie! Hice La traición, una telenovela interesante y de ahí, Cuna de lobos, que fue todo un parteaguas en la televisión. En fin, no he hecho muchas pero en las que he participado tienen algún significado.
-¿Qué pasa con los actores de hoy en televisión?
-Empiezan a ganar dinero, les dan un sueldo, tienen un coche último modelo, un buen departamento, muy buenas viejas y entonces, son poco ambiciosos. Cada vez que oigo a este niño, Gael García, me parece que es el único que puede tener una actitud de decir: "¿Tele? ¡Que paguen! Si no, no voy".
-¿Por qué entonces Gonzalo Vega decide convertirse en productor de sus propias puestas?
-Siempre fui muy ambicioso. Desde que me contraté con Julissa para hacer El show de terror de Rocky me interesé en la producción, y luego hice otra obra asociado con ella, que compramos en San Francisco, El detective sabía demasiado, una comedia muy divertida. Y luego ya todo lo hice yo.
-¿Y se gana bien en espectáculos como El Tenorio?
-El otro día veía que Germán Robles reniega de El vampiro, y yo tengo un altar para La señora presidenta ante el cual me persigno todos los días, porque le tengo mucho agradecimiento. No me he quedado en una sola cosa, porque creo que de lo único que puede vanagloriarse un productor en esta profesión es que eres dueño de tus elecciones. Es mi caso.
-En otro tema, con frecuencia apareces comentado en los programas de espectáculos...
-Ese periodismo me parece nefasto. Urge que se legisle en ese terreno. Señores legisladores, ¡háganlo, por favor!
-¿Dirías que ustedes están sujetos a una especie de tiranía por parte de quienes se dedican al periodismo de espectáculos?
-Sí, y es vergonzante, vergonzante. Ayer trabajé en Xochimilco en una contratación de La señora presidenta, y ahí mismo anuncian otra obra de teatro ¡donde el primer crédito es de uno de esos monitos que hacen ese periodismo de espectáculos! ¿Puedes creerlo? Lo que no entiendo es cómo los otros actores lo permiten.
-Sin embargo, tú mismo apareces a veces declarando a esos programas...
-¿A mí? ¿Yo alternar con ellos? ¡Ni hablar, nunca! Mira, decía Balzac que no hay nada más vergonzante en el hombre que comer del dolor de los demás. Eso es lo que ellos hacen pero nadie se los dice y todos (los artistas) van. Y entonces yo digo mierda de ti para que vengas y la aclares, ¡qué vergüenza!
"Yo jamás estaré junto a Paty Chapoy, jamás. Me puedes ver a lo mejor que me sacan en sus programas, pero jamás iré. Como decía el torero Manolo Martínez, 'algo debo estar haciendo mal para que este periodista hable bien de mí'. Es igual.'' Como de esas, de muchas otras personas y temas más habló Gonzalo Vega y por petición expresa o falta de espacio, quedaron fuera. Ganancia del redactor.