Ť El desbarrancadero es el segundo libro de su saga El río del tiempo
La literatura nada tiene que hacer al lado de la música; ésta es el gran arte: Fernando Vallejo
Ť La virgen de los sicarios, filme basado en su novela homónima, se exhibirá en la Muestra
Ť El lenguaje cinematográfico es absurdo, artificioso, opina el escritor colombiano
CESAR GÜEMES
Una amplia casa llena de la luz vespertina que entra por los ventanales, un piano y muchos cuadros con tema religioso. Café sobre la mesa principal. Fernando Vallejo accede a hablar sobre su nueva novela, El desbarrancadero (Alfaguara) y a propósito de la cinta La virgen de los sicarios, de Barbet Schroeder, basada en la obra homónima del escritor colombiano, con guión de él mismo, que podrá verse en la actual Muestra Internacional de Cine antes de que pase al circuito comercial.
Dice el narrador que refutó a Darwin en un libro que se volvió de lectura obligada para biólogos nacionales: ''El desbarrancadero es un trabajo sobre la muerte, pero no es el primero que escribo así. El último de la serie El río del tiempo, Entre fantasmas, es semejante. Cuando empecé el ciclo, con Los días azules, sabía cuál era el final, hacia dónde vamos todos, la muerte. Pero me quedó mucho tiempo de vida después de que terminé el ciclo. Aquí sigo y he tenido que dar vueltas en torno del mismo tema, el único que puedo tener por delante".
-Aunque médicamente tienes al menos 30 años por recorrer.
-Eso es una desgracia. Digamos que me queda un diíta más. Con eso bastaría.
-¿Tus asuntos pendientes se solventan en esas 24 horas?
-Ya no tengo nada qué escribir si no es sobre mi propia muerte. El desbarrancadero ya abarcó la muerte de mi papá y de mi hermano Darío. A casi todos los personajes que fueron apareciendo dentro de lo que es El río del tiempo tuve que irlos matando para que el círculo se cerrara. Por cierto, a algunos los ''maté" antes de tiempo, cuando muchos de ellos estaban muy vivos.
-Como en novelas anteriores, las muertes de El desbarrancadero son reales.
-Sólo he escrito sobre sucesos verdaderos. No invento nada, tengo rechazo a la ficción y la mentira. Uno debe hablar de lo que conoce y ha vivido. No se puede poner en boca de otros las palabras de uno, ni en la cabeza de otro los propios pensamientos.
A contracorriente de la literatura
-Aunque El desbarrancadero tenga como tema central la muerte, también hay grandes cantidades de humor.
-Así es como debe verse, me gusta esa lectura.
-¿Ese humor lo buscas o andas con él por la calle?
-Con él ando, a diario, por la calle y por la vida. Y no me ha ido mal con esa forma de ver la existencia. Mis libros caminan pese a que nunca imaginé que llegaran a interesar. Voy a contracorriente del flujo de la literatura o de su género principal, la novela escrita en tercera persona y con sujetos inventados. Sólo hago biografías de otros, como las de Barba Jacob y José Asunción Silva, y libros autobiográficos, nada que se pueda llamar estrictamente novela.
-Parte de la buena recepción de tus libros ha de ser por esa honestidad.
-Es que el otro camino, el del narrador omnisciente, ya no lleva a ninguna parte. La novela que ''entra" en la vida ajena asume una posición en contra del primer dato de la realidad: estamos presos en nuestra cabeza. De los demás sólo sabemos lo mínimo por lo que nos indican sus palabras y sus actos.
-La cinta basada en La virgen de los sicarios llega por fin a México. ¿Cómo te sientes de verla en el país que habitas?
-Muy contento. A juzgar por la reacción del público que la ha visto ya en México, creo que se entenderá plenamente. Si la llevamos a otros idiomas, el humor que tiene el lenguaje no se capta, porque en este caso es local. Pienso que aquí se va a entender tan claramente como en Colombia.
-Ya que has hecho cine, ¿tu versión de La virgen... sería parecida a la de Schroeder?
-No mucho. Las películas son del director, ni siquiera del guionista o del autor de la historia. Barbet quiso que realizáramos una cinta así como se ve. El cree, por ejemplo, que un asesinato en la pantalla tiene una carga muy fuerte y yo creo lo contrario, porque ya un muerto no tiene peso ni en la pantalla ni en la literatura ni en la realidad de la vida. Somos demasiados en el planeta. Si hubiera sido el director de la cinta habría sido distinta, aunque me gusta mucho lo que él consiguió. El guión que hice fue de acuerdo con su concepción visual. Y digo que me gusta, además, porque no es una cinta mía, las propias no me gustan. En México hice tres que me parecen fallidas.
-Así como Barbet se acercó a ti porque le interesaba tu literatura, ¿qué te interesó de él como realizador?
-El día en que nos conocimos me sentí muy cerca de él. Teníamos infinidad de cosas en común. Una entre tantas es la marca que deja Colombia en la gente. Nunca se desligó del país en que vivió, siempre quiso volver para rodar allá una cinta. Me interesó mucho su forma de ver la existencia, de enfrentarla, tiene un espíritu de aventura asombroso. Sólo así se explica que se juegue la vida con tal de hacer la película que tiene en la imaginación.
-Tu vida ha circulado en torno a la literatura y el cine. ¿Eso es lo que buscabas?
-No. El cine al lado de la literatura es muy poca cosa. Y a su vez la literatura al lado de la música no tiene nada que hacer. El gran arte es la música. El lenguaje del cine es absurdo, artificioso; cortar la realidad en planos es una ''novelería" del siglo XX que sigue de moda pero no lleva a ningún lado.
-¿Qué te falta por hacer?
-Un solo libro, el de mi muerte, en el sentido estricto y figurado. El problema técnico es que no es fácil decir ''me morí" en primera persona, y decirlo en tercera es una tontería.
-¿Tiene nombre tu muerte?
-Se titulará La rambla paralela, ocurre en el transcurso de pocos días y el problema literario central es darle a entender al lector que me estoy muriendo.