jueves Ť 15 Ť noviembre Ť 2001

Adolfo Sánchez Rebolledo

Nuevos equilibrios

Las recientes elecciones en Michoacán, Tlaxcala, Sinaloa y Puebla confirman que el sistema tripartidista, con sus válvulas de escape minoritarias, funciona bastante bien como un mecanismo de distribución del poder que no deja fuera a ninguno de los protagonistas políticos y permite a los ciudadanos repartir sus votos para crear gobiernos divididos, procurando equilibrios que hubieran parecido imposibles si quedaran a la voluntad de los políticos.

A pesar de augurios de estridente triunfalismo y contra la opinión de los observadores del 2 de julio, las fuerzas que llevaron al foxismo a la Presidencia no han arrasado en las elecciones locales. El PAN no se ha beneficiado del efecto Fox y, en cambio, la oposición ya comienza a recibir los primeros votos del desencanto. Ese es un hecho político de la mayor importancia de frente a la urgencia de crear nuevas reglas de entendimiento nacional, dentro y fuera del ámbito parlamentario.

Tampoco el PRI se derrumbó como podía sospecharse, luego de los resultados bien conocidos de las elecciones presidenciales. Por el contrario, las cifras revelan que en primera instancia ha superado la tormenta y se perfila como una fuerza electoral consistente en toda la república, alejando así el fantasma de la división que, de cualquier modo, ronda su próxima y decisiva asamblea nacional que dará la pauta para convertir al PRI, Ƒahora sí?, en un verdadero partido.

Por su parte, la victoria de Lázaro Cárdenas Batel en Michoacán pone un alto a las pretensiones bipartidistas que venían reforzándose desde el 2 de julio, abriendo una serie de preguntas sobre el futuro del PRD en esta etapa del país.

Para recuperar su papel, el partido que dirige Amalia García tiene que renovarse sin precipitar una crisis interna de graves consecuencias, poniendo por delante una reflexión sobre el país y el mundo, que no ha hecho todavía, no obstante su evidente necesidad. Ojalá y este triunfo sirva para relanzar una iniciativa de izquierda, capaz de ofrecer algo más que realismo utilitario o el retorno pasional a un imposible pasado.

Incluso algunos partidos menores, como el PT, Alianza Social o Convergencia por la Democracia, se alzaron con sorprendentes triunfos en Mazatlán, Oaxaca y San Cristóbal de las Casas, en una clara demostración de que el régimen nacional de partidos no está plenamente consolidado y los candidatos siguen pesando mucho en el ánimo de los votantes.

Es un hecho que las elecciones en todos esos estados se realizaron sin incidentes graves, aunque en ellas se advierte, en efecto, que el abstencionismo sigue siendo muy alto. Por eso sorprenden las declaraciones de Luis Felipe Bravo Mena (El Universal, 13/11/01), quien atribuye la debilidad relativa de su partido en esos comicios únicamente a los malos manejos de sus contrincantes en combinación con la baja participación electoral.

Cierto es que las leyes locales son mucho más indulgentes que las federales en materia de fiscalización de los dineros que se invierten en las campañas, pero de ahí a deducir que las prácticas del clientelismo y la "compra venta de sufragios mediante dádivas en efectivo o en especie... estuvieron a la orden del día durante los procesos electorales que celebraron este domingo la jornada comicial" no es, por cierto, el mejor análisis que un partido como el PAN puede y debe hacer a estas alturas, sobre todo cuando ellos se sirvieron a discreción durante la "precampaña" presidencial, que tampoco estuvo sujeta a ninguna regulación.

No es que dichas prácticas irregulares o incluso delictivas no existan, por cierto, sino de que la explicación es unilateral e insuficiente, pues no quiere ver lo obvio: por las razones que sean, Acción Nacional no acaba de hallar su lugar en el nuevo escenario nacional, está descentrado y esa inseguridad la transmite al electorado.

Más razón le asiste al presidente del PAN cuando escribe: "los tiempos de carros completos en todos los estados ya pasaron. Ningún partido puede ya ganar todo en todos lados; ésta es la ruta de nuestro nuevo sistema político acorde a la vocación plural de nuestra sociedad". Por ahora, es verdad, tenemos una nueva correlación de fuerzas que obliga, al menos en teoría, a buscar acuerdos interpartidistas, pero en rigor falta mucho para hacer realidad eso del "nuevo sistema político" que dice Bravo Mena.

ƑNo sería conveniente, justo en ese sentido, que el partido en el gobierno comenzara por presentar ante los órganos correspondientes una iniciativa para la reforma del Estado, es decir, sus propuestas para darle viabilidad a ese nuevo sistema que hoy sólo existe en potencia y que parece indispensable?