jueves Ť 15 Ť noviembre Ť 2001
Sergio Zermeño
ƑCiudades humanas?
Hoy, cuando el poder del gran capital se fortalece sin misericordia gracias al primer cuarto de siglo neoliberal, y cuando el poder de los grandes estados hace lo mismo merced a "una guerra que va a ser larga", surgen voces en todo el orbe clamando por la salvación de la sociedad civil, de los derechos ciudadanos, de la tercera vía -decía Carlos Fuentes el lunes-, del mundo social en el que se desenvuelve la vida, siempre amenazado por el Estado y el capital, pero hoy prácticamente aplastado, como nos recuerda Habermas.
Aunque muy lejos de la modernidad y más bien afianzándonos en la desmodernidad, esta añoranza también la estamos viviendo en México. En las últimas semanas ha tenido lugar una serie de seminarios en torno a la humanización de la ciudad, el espacio público, la identidad, la cultura cívica, la participación social... A ello han convocado Nestor García Canclini desde la UAM; James Wilkie y Esteban Moctezuma desde la Universidad de California y el municipio de Toluca; Santiago Antón, Juan Felipe Ordóñez y Jordi Borja convocando a infinidad de municipios desde Sedeso en la destrozada ciudad de Acapulco; Santiago Portilla desde el Instituto Mora; Carlos Martínez Assad y Alicia Ziccardi desde la UNAM.
Y a veces tendemos a olvidar el hecho brutal de que hacia mediados del siglo XX uno de cada cuatro mexicanos vivía en la ciudad mientras hoy vivimos tres de cada cuatro, y que en ese lapso pasamos de 30 a 100 millones de compatriotas. Eso explica, entre otras cosas, que siete de cada diez de éstos vivan en condiciones de precariedad y en entornos destrozados.
Tendemos a perder de vista también que un millón y medio de jovencitas han sido atraídas por la maquila en la frontera norte, que entre 10 y 15 millones de mexicanos maiceros se han quedado sin razón de estar en sus lugares de origen debido al libre comercio y han emigrado, temporal o definitivamente, al norte y a las grandes ciudades, dejando atrás pueblos de niños, mujeres y ancianos.
En los infinitos y precarios escenarios de las grandes metrópolis, la inseguridad está dejando de ser el tema que más preocupa para ser ocupado por la pesadilla afín del consumo de estupefacientes entre los jóvenes. De ese tamaño es la degradación.
La propuesta que ha permitido a muchos gobiernos democráticos ganar las elecciones en ciudades latinoamericanas ha consistido en una fórmula relativamente sencilla: para afianzar la democracia y resolver los grandes problemas del medio urbano es necesario que los ciudadanos participen, y para ello se requiere que se identifiquen con un territorio circunscrito social y culturalmente: el barrio, la colonia, la unidad habitacional. "Juntos gobernaremos", prometió Cárdenas a los defeños en 1997; "otorgaré 500 mil pesos a cada comité vecinal", repitió en su campaña López Obrador.
Hoy constituye una corriente importantísima de interpretación de la democracia y de la historia social y política la afirmación según la cual las colectividades que han logrado un mejor desempeño económico, científico y tecnológico, así como un orden humano más justo, han sido aquellas cuyos ciudadanos o cuyos grupos sociales han demostrado a lo largo de la historia cierta consistencia organizativa frente a los "referentes extrasociales del orden social": El Estado, los grandes influjos y los grandes monopolios de la economía, los grandes órdenes religiosos e ideológicos.
Fortalecer la cultura cívica y las organizaciones en lo social, generar agentes dinámicos al margen del Estado que ayuden a consolidar el llamado capital social; generar redes horizontales cada vez más fuertes y legítimas frente a los liderazgos verticales y personalizados, empoderar a la sociedad civil... ƑEs posible imaginar, inventar, copiar ejemplos, aplicar técnicas que permitan generar ciudadanía, agentes sociales dinámicos y cultura cívica sin tener que esperar siglos? Parece una tarea gigantesca con esta herencia estatal nuestra, con esta creciente pobreza y degradación, abono de tribus, de caciques y de bandas; con este sistema económico que destroza a los medianos y a los pequeños en favor del gran capital; con este regreso del Estado guerrero y orwelliano.
Con todo y todo, bienvenida la discusión sobre lo local, lo territorial, lo cívico, las ciudades humanas.