JUEVES Ť 15 Ť NOVIEMBRE Ť 2001

Angel Guerra Cabrera

Cuba en la adversidad

El huracán Michelle ha ocasionado los mayores daños económicos registrados en Cuba por una catástrofe natural. En contraste con muchos países en casos análogos, las pérdidas humanas fueron mínimas gracias a que allí la vida es conceptuada como el bien más valioso, cuya preservación es deber primordial del Estado. En una sociedad inspirada en la igualdad y la solidaridad es natural movilizar con ese fin cuantos recursos sean necesarios. Más de 700 mil personas fueron evacuadas a tiempo a lugares seguros.

Michelle batió casi la mitad del territorio cubano, arrasando gran parte de las cosechas. La fuerza insólita de los vientos destruyó total o parcialmente decenas de mi-les de viviendas, cientos de instalaciones económicas y educativas y dañó severamente las líneas de transmisión eléctrica y de comunicaciones. En algunas zonas, aún inundadas, cayó en unas horas la precipitación pluvial equivalente a la de dos meses de primavera. Todo esto en mo-mentos en que Cuba, pese al recrudecimiento sucesivo del bloqueo económico de Estados Unidos, mostraba de manera creativa y consistente su capacidad para recuperarse del colapso económico derivado de la desaparición de la URSS.

Parecería que crecerse ante la adversidad está escrito en el destino de la isla. La última tierra americana en liberarse del yugo colonial español, después de 30 años de combate pasó sin solución de continuidad a virtual protectorado de Estados Unidos. Fueron necesarias intensas luchas sociales y una nueva guerra de liberación nacional para 60 años más tarde alcanzar la plena independencia y soberanía con el triunfo de la revolución en 1959.

En los 42 años posteriores Cuba no ha podido ser doblegada por la criminal política de terrorismo de Estado del ahora autoproclamado adalid mundial antiterrorista, que abarca desde agresiones armadas hasta sabotajes, ataques biológicos y el infinito bloqueo.

En el momento en que Michelle la cru-zó, la isla sufría los primeros efectos de la crisis de la economía mundial, traducidos en la aguda contracción de los precios de las exportaciones, la caída en la demanda del habano y la reducción de las remesas familiares procedentes de Estados Unidos. Pero el golpe principal vino del descenso del turismo posterior al 11 de septiembre, industria que ha sido pivote de su reactivación económica.

Cuba no ha solicitado ayuda internacional. Hacerlo no es práctica del régimen revolucionario, que en circunstancias se-mejantes la ha brindado espontáneamente a muchos otros países porque lo considera un deber con la humanidad. Hasta ahora, salvo los de Venezuela, China, Rusia y la pequeña Belice, ningún gobierno le ha ofrecido colaboración alguna.

Estados Unidos, por primera vez desde el triunfo de la revolución, expresó estar dispuesto a entregar ayuda humanitaria a la isla, lo que fue agradecido y cordialmente declinado por el gobierno cubano. Por elemental dignidad Cuba no podía aceptar tal ofrecimiento de la potencia agresora, sesgado por inadmisibles condicionamientos.

La Habana, en cambio, propuso a Washington autorizar la venta en efectivo a la isla, por una vez, de alimentos, medicinas y materias primas. Esos bienes servirían para reponer las existencias de la reserva estatal para casos de catástrofe a que se ha echado mano para empezar la reconstrucción y atender a la población damnificada. Sin ceder principios, la respuesta cubana dejó la puerta abierta para un eventual gesto distensivo de Washington que po-dría sentar un precedente constructivo en las deterioradas relaciones bilaterales.

Actitudes solidarias de origen popular crecen en varios países. Así está ocurriendo en México, donde, además, el Congreso de la Unión ?congruente con la tradición de hermandad que une a los dos pueblos? solicitó unánimemente al Ejecutivo brindar apoyo a Cuba, petición aún sin respuesta. Los cubanos han hecho milagros en estos días, adelantándose a los pronósticos más optimistas sobre la restauración de los daños. Fidel Castro, como siempre, ha estado en las zonas afectadas dando aliento a los damnificados y supervisando la reconstrucción. Nadie quedará desamparado, ha dicho.

Preguntado sobre la devastación que ha causado el paso de Michelle, el historiador de La Habana, Eusebio Leal, evocó una canción de Sindo Garay que habla de una palma inclinada por la furia del viento que se levanta victoriosa después del huracán.

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